ENCENDER EN EL INTERIOR DEL HOGAR SU LLAMA DE AMOR (2)

Jesús dice que nadie es profeta en su tierra. Muchos padres de familia que quieren que su familia se convierta en un “santuario” de la Llama de Amor, tal como la Virgen lo pide,  experimentan de parte de lo suyos una tremenda resistencia a la oración en familia. No quieren orar. Sobre todo las madres se quejan de que los esposos no secundan su interés y son los primeros en rechazar la invitación y que los hijos, siguiendo el ejemplo del padre, se resisten. Cuando son pequeños gustosamente van a orar; muchos cuando crecen rechazan la oración, y no solamente la oración en familia, sino la misma misa, la confesión, la comunión y hasta los mandamientos de la Ley de Dios. En suma apostatan de Jesucristo. Esto es uno de los más grandes sufrimientos que los progenitores cristianos pueden tener. Conscientes de lo que esto significa de mal para sus hijos, llevan en el corazón una herida espiritual sangrante que los llena de angustia.

Efectivamente no es fácil evangelizar a la propia familia y sobre todo cuando los seres queridos rechazan las gracias que de parte del Señor les ofrecemos. Esto nos hace comprender mejor lo que María Santísima dice a Isabel: “Soy Yo quien enciendo la Llama de Amor en los corazones”. La evangelización del propio hogar y la gracia de la Llama de Amor provienen de lo Alto. Por lo tanto los padres de familia deben humildemente renunciar a sus propias ideas y  puntos de vista para ir adquiriendo los criterios de Nuestro Señor en el pastoreo de su pequeño rebaño.  Dios es el dueño de las almas, de los corazones y Él los mueve a su voluntad. No podemos arrogarnos la salvación de las almas. No depende de nuestro propio querer. El establecimiento de la Llama de Amor en una familia es un don de Dios que depende de las gracias que se van mereciendo día a día. Dios va dando gota a gota pequeñas bendiciones o gracias en la medida en que vamos respondiendo con fidelidad a las inspiraciones del Espíritu Santo.

Cada acto de fidelidad recibe como respuesta un nuevo paso que consolida los anteriores y abre camino a los futuros. A los cónyuges y padres de familia les toca en primer lugar llevar a la práctica las enseñanzas de Jesús y María. En sí mismo el sacramento del matrimonio plenamente vivido lleva a la familia a convertirse en un santuario en donde Jesucristo reina como Dios y Señor. Los primeros que deben convertirse son los esposos. Ellos deben decidirse a caminar con firmeza por el camino de la santidad matrimonial. Si no comprenden que los bautizados están llamados a “llevar juntos” la Cruz de Jesucristo, el matrimonio se puede convertir en una gran decepción. Muchos novios, aturdidos por la hojarasca sentimental y los  intereses mundanos, convierten el sacramento en un “acto social”.  Aquí está la raíz de tantas familias fracasadas. Es necesario tener en cuenta que un gran ideal solamente se puede transmitir cuando se ha vuelto fuego ardiente en el interior de nuestra alma.

Los padres de familia deben enamorarse de la Llama de Amor, instruirse adecuadamente, y vivir la gracia con gran intensidad. Y aún así, llevar el “efecto de gracia” al interior del hogar, es un gran reto.   Recordemos a los discípulos. Tuvieron al mejor de los maestros y sin embargo fallaron de manera vil en el momento en que Jesús más los necesitaba. En sus confidencias a muchos místicos Jesús revela sus inmensos sufrimientos: Judas lo entregó, Pedro lo negó, los demás huyeron despavoridos. No podemos reprochar a Jesucristo este aparente fracaso.  Sirva esto para reconfortar a tantos padres que ven cómo sus hijos no acogen la Llama de Amor y se convierten en doloroso contrapeso a sus esfuerzos.

Jesús que es todopoderoso recompensará su buena voluntad y se servirá de su dolor para salvar las almas de los hijos. Lo más importante es el deseo ardiente de transmitir la gracia a los miembros del propio hogar y hacerla llegar a los hogares vecinos. Debemos tener una gran confianza en el Plan de la Virgen María para rescatar a este mundo de las manos de Satanás. No podemos dudar ni un ápice del poder absoluto de Nuestra Señora. El reino de Satanás caerá. Ella lo ha dicho, ella lo cumplirá. Nos hace el honor de llamarnos a formar parte de su ejército vencedor; de nosotros depende que nuestra familia forme parte de esa armada invencible que más temprano que tarde cumplirá los designios del Inmaculado Corazón de la Madre de Dios.

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Un comentario

  • Carlos J Correa M

    Así es. La baralla es dura y al interior de nuestras propias huestes es intensa la lucha . La desesperanza intenta invadirnos, los guías son cada vez menos y el enemigo nos supera en fuerza, es ahí donde la oración se impone sobre todo. Si sabemos dar, Dios también nos reconfortará y si sabemos pedir y compartir, con mayor razón.

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