LA PRIMERA ACCIÓN LIBERADORA DE LA LLAMA DE AMOR: FORTALECERNOS
La Llama de Amor nos fortalece y protege contra Satanás.
“Vale más prevenir que lamentar”, dice el proverbio. Un ejército bien entrenado y con un armamento de primera categoría infunde miedo al enemigo. Éste prefiere no entrar en combate. Sabe que será derrotado. La Iglesia atribuye a la Virgen María esta frase: “más terrible que un ejército en orden de batalla”. Precisamente éste es el sentido de la Devoción a la Llama de Amor del Inmaculado Corazón de María: fortalecernos. Nos hace salir victoriosos en el combate espiritual contra los espíritus malignos. Sufrir la tentación, padecer los ataques del Maligno, no significa estar bajo “el dominio de Satanás”. María, igual que su Hijo, fue tentada como cualquier humano pero nunca pecó. Solamente quien peca cae en las garras del Diablo. La Virgen dijo en Fátima, refiriéndose a los tremendos ataques del Demonio contra sus hijos: “al final mi Inmaculado Corazón triunfará”.
Jesús definió la naturaleza de su reino cuando dijo a sus discípulos: “el reino de Dios está dentro de vosotros”; y a Pilatos: “mi reino no es de este mundo”. Cuando hablamos del reinado del Inmaculado Corazón de María nos referimos al Reinado de Jesucristo sobre el universo. María no tiene un triunfo y un reinado diferentes al de su Hijo. Ella trabaja exclusivamente para establecer el reinado de Jesús en el corazón de todos los hombres. Por eso la más acérrima enemiga de Satanás es María Santísima. El Reino del Inmaculado Corazón de María “está dentro de nosotros” y fundamentalmente consiste en vivir en Gracia de Dios de tal manera que reproduzcamos en nuestra persona a la perfección la imagen de Cristo. “Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto”.
El reinado del Inmaculado Corazón se irá estableciendo en el mundo en la medida en que cada persona individual viva y proteja conscientemente su “estado de gracia”. Si la obra de Satanás consiste en llevarnos a pecar, la obra de María consiste en protegernos del pecado. El Diario Espiritual nos traza el camino de la renovación de cada persona, de cada familia, parroquia, diócesis, de la Iglesia universal y de toda la humanidad. La Virgen va a lo esencial. La persona que es libre físicamente no está en prisión, ni tiene cadenas o ataduras que le impidan dirigirse a voluntad. Espiritualmente hablando es libre aquel que puede ejercer sus facultades sin el dominio despótico del enemigo. Los hijos de Dios pierden su libertad interior en la medida en que ceden a las tentaciones del enemigo maligno: es decir en la medida que se apartan de la voluntad de Dios. Nacimos heridos por el pecado original. Llevamos dentro la “concupiscencia” hacia el pecado. Si no fuera por los auxilios divinos los demonios nos arrastrarían irremediablemente a la condenación eterna.
La maternidad espiritual de María es el gran auxilio divino que con su poderosa intercesión nos obtiene las gracias que diariamente necesitamos para rechazar las tentaciones y las diversas formas de opresión de los espíritus infernales. Cuando estudiamos la Llama de Amor vamos comprendiendo que lo más importante en el combate espiritual es vivir intensamente todo aquello que la Iglesia nos ha dado desde siempre. Un ejército bien entrenado es la más fuerte garantía de una victoria segura. Un ejército indolente está destinado a la derrota. La iglesia actual está en crisis de indolencia y por ese motivo el reino de Satanás está avanzando. La misión de la Llama de Amor es despertar a todos los católicos, en primer lugar, para que vivan intensamente su Fe. La virgen no nos promete para este mundo una vida sin sufrimientos. Nos llama a “entrar en combate”. Lo que sí nos promete es ya para esta vida “una gran victoria” contra el enemigo de nuestra salvación, y para más allá de la muerte, la Vida Eterna. De nosotros depende que el Reino del Inmaculado Corazón de María se establezca en el mundo.