CARTA No.289: ¿EL CONCILIO VATICANO II ES EL CULPABLE DE LA CRISIS EN LA IGLESIA?

La señora Maritza, de Pensilvania, Estados Unidos, dice: Leí su comentario sobre el Concilio Vaticano II y la renovación litúrgica. Ud responde a la señora Micaela. Ud. mismo dice que después del Vaticano II la participación en la misa dominical cayó en picada. Entre los católicos que yo frecuento corre la idea de que ese Concilio Vaticano II estuvo manipulado y que los masones son los que influyeron en esa reforma de la misa. Quitaron la misa de Pio V y pusieron otra que no es válida. ¿Qué opina Ud. de eso? 

Respuesta: Es muy frecuente encontrar estas críticas en las redes sociales. Hay mucha desinformación tendenciosa que puede dañar nuestra fe y confianza en la Iglesia. Es necesario ser muy prudente y no creer a todo lo que se dice.  La realidad es que nos encontramos en una época histórica que cambia con tal velocidad que es imposible a las instituciones sean espirituales, sean políticas o de cualquier otra índole, responder adecuadamente a las necesidades del ser humano de hoy.  La Iglesia es una institución divina y humana. No es invento del hombre. Es el proyecto de Dios. Sin embargo Dios pone su proyecto en las manos del hombre. Los concilios seguramente están inspirados por el Espíritu Santo pero en su realización intervienen infinidad de personas, de intereses  y de circunstancias que influyen en su proceso y en sus resultados. No hay ningún concilio perfecto. Todos han padecido del mismo mal: las limitaciones del ser humano. Cada concilio ha marcado a la Iglesia de su tiempo. En todas las épocas algunas personas no han aceptado el concilio y se  han ido. Así han surgido diferentes cismas. Es una lástima porque han roto la comunión eclesial y han perdido la gracia de la catolicidad.   

En el Diario Espiritual solamente hay una alusión directa al Concilio de parte de Nuestro Señor. Dice Jesús:  “Una vez que haya sido cegado Satanás, los decretos conciliares van a tener cumplimiento en una medida extraordinariamente grandes” (DE 25-10-1964). El Señor no ataca al concilio pero dice algo importantísimo: “una vez que Satanás haya sido cegado”. Esto significa que el Demonio ha tratado con todas sus fuerzas de impedir los frutos del Concilio. Efectivamente ha creado grandes conflictos y divisiones entre los teólogos, entre los obispos, entre los fieles. Unos a favor, otros en contra del Concilio. Esta división ha generado grandes daños a muchas almas.  Pero, ¿cuándo será cegado Satanás de manera total? Tendríamos que esperar hasta el fin del mundo para que esto suceda. La respuesta a esta pregunta la debe dar cada persona y cada familia en particular. Satanás debe ser cegado en cada corazón y en cada hogar para que el Concilio tenga efecto en esa persona y en esa familia en particular. Debemos confiar en que el Espíritu Santo asiste y protege a la Iglesia y en especial al Papa. Si la reforma litúrgica fue aprobada por el Papa San Pablo VI debemos aceptarla como válida y auténtica. 

Si el Papa actual nos orienta que debemos dejar de lado la misa de San Pío V aunque ésta nos parezca muy bella y más rica, debemos aceptar la orientación del Papa y trabajar por la unidad en la caridad que es el bien supremo. No pretendamos ser más sabios que el Papa y que el Concilio. El Diario Espiritual nos llama a cegar a Satanás en nuestro propio corazón y en nuestra propia familia. Estamos llamados a ser luz del mundo y sal de la tierra. Esto solamente lo podremos hacer en comunión con el Papa y los obispos fieles a la divina revelación y a la Tradición de la Iglesia. La gracia de la Llama de Amor nos conduce a actuar con sabiduría, a alejarnos de las contiendas inútiles, a adherirnos a los pastores verdaderos asistidos por el Espíritu Santo. Muchos pretenden ser pastores y tener su propia iglesia en contraposición con el ministerio del Papa. No dudan en acusar al Papa Francisco de herético, de falso, de impostor. La Llama de Amor nos lleva a orar por el Papa, a ayudarlo con nuestros sacrificios y a protegerlo de sus enemigos. A estar siempre en comunión con él. No existe un Papa perfecto (recordemos a San Pedro), como tampoco un Obispo o Sacerdote perfectos, como tampoco padres de familia perfectos e impecables.

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