CARTA No.281: Me llamo Roger, vivo en San Diego, California. Soy católico.
Reconozco que soy un mal católico porque he vivido rechazando a la Iglesia. Ahora, con la Llama de Amor estoy comenzando a retornar a la Iglesia. La he rechazado por los sacerdotes pedófilos. No comprendo cómo gente que se dice servidora de Dios sea capaz de abusar de niños. Hablan de Dios en el púlpito y por otro lado abusan de los niños. Explíqueme, ¿por qué se da en los hombres de la Iglesia ese horrible pecado? ¿No es eso una cosa diabólica?
Respuesta: Es muy difícil responderte en una página. En primer lugar hay que decir que se trata de un problema muy complejo que desgraciadamente afecta no sólo a hombres de Iglesia, sino que prácticamente lo encontramos en todos los niveles de la sociedad. En los ambientes de políticos, militares, profesionales, ricos, pobres, industriales, obreros, universitarios, ignorantes, religiosos, ateos, solteros, casados etc. encontramos los abusos sexuales a los niños. Esto que digo no es para justificar a los ministros que han caído en esta perversión sino para situar correctamente el problema. Corremos el peligro de reducir esta perversión al campo de la Iglesia Católica y tener así una visión distorsionada de la realidad. No solamente tú sino centenares de miles de católicos, o tal vez millones, se han apartado de la Iglesia, e incluso han perdido la fe por los pecados de los sacerdotes. En tu pregunta puntualizas: ¿No es eso una cosa diabólica? Todo pecado tiene su raíz, en último término, en la acción de los espíritus malignos: la tentación. Los pecados de los ministros de la Iglesia, pero especialmente los abusos sexuales contra los niños, hieren profundamente el Corazón de Dios y de los fieles.
La pederastia, además de ser un trastorno de orden psiquiátrico, es producto de la acción de espíritus demoníacos. Por ese motivo, el hecho de que hombres de Iglesia sean afectados por esta perversión, ha de llamarnos mucho la atención. ¿Qué revela esto? Una gran falla en la vida espiritual de estos sacerdotes. Hay corrientes de pensamiento que pueden contaminar a una institución tan importante como es la Iglesia. La negación de de la existencia del Demonio y de los espíritus malignos reduce la problemática relativa a la sexualidad a meras reacciones emocionales. La influencia de corrientes psicológicas contrarias a la fe y a la moral católica se han hecho sentir en universidades y seminarios. Desviaciones morales tan graves como la homosexualidad, la autocomplacencia, la pornografía, la fornicación, etc. han dejado de verse como pecados. Todo sacerdote es responsable ante Dios de formarse una conciencia recta. Cuando no tenemos una fe viva, principios morales justos y la asistencia de una Dirección Espiritual constante, los sacerdotes estamos desprotegidos igual que cualquier otra persona contra los ataques diabólicos. Es un hecho: los demonios que gobiernan los ataques contra la sexualidad existen. Sin el auxilio divino es imposible vencerlos.
Los sacerdotes, de manera especial, somos atacados en el campo de lo sexual y necesitamos el auxilio espiritual de las oraciones de liberación y en el caso necesario, de verdaderos exorcismos. No existe ninguna familia perfectamente sana o totalmente libre de ataduras espirituales o de herencias ancestrales nefastas. Los seminaristas necesitan una verdadera Dirección Espiritual que les proporcione la oportunidad de oraciones de liberación y de sanación interior que les ayuden a superar las heridas que traen de su ambiente familiar. La crisis que después del Concilio Vaticano II se hizo sentir en muchos ámbitos eclesiales repercutió de manera especial en los seminarios. Es posible que las fallas de muchos sacerdotes tengan que ver con incongruencias teológicas y morales en la formación impartida en los seminarios. La respuesta a las debilidades de los sacerdotes no es el abandono de la Iglesia. Al contrario. Los laicos además de orar por sus sacerdotes deben ayudarlos a superar las dificultades que la vida sacerdotal necesariamente comporta. La Llama de Amor es una gracia de enorme ayuda para todos los sacerdotes. En esa fuente de vida espiritual encontramos el auxilio permanente del Inmaculado Corazón de María contra los ataques de los espíritus malignos que por todos los medios buscan nulificar el ministerio sacerdotal.