CARTA No.280: ¿CUÁL ES EL PECADO QUE ABRE MÁS PUERTAS AL DEMONIO?

Francisco de Miami, Fl (USA) dice: ¿cuál es el pecado que abre más puertas a los demonios? ¿La brujería? 

Respuesta: Creo que debe ser el pecado de Adán y Eva. Sería difícil darle un nombre a ese pecado, pero en esencia es rechazar al Dios verdadero para vivir independientes de su autoridad. El ateo quiere ser su propio Dios, no tiene necesidad de Dios, quiere vivir como si Dios no existiera. San Pablo nos habla de que ese pecado en cierto sentido nos hizo semejantes a Adán y Eva y nos configuró a nuestros primeros padres. Todos nacemos con esa propensión a ser “como Dios”, a querer ser independientes del Creador. Es el “hombre viejo” que proviene de la desobediencia de Adán. Podemos decir que se trata del pecado de la soberbia que es el pecado que perdió a Lucifer. Querer ser como Dios significa vivir como si Dios no existiese: negar su existencia, el ateísmo. Por supuesto que hay muchas formas de “ateísmo”. Sin embargo la raíz es siempre la misma: el rechazo al Dios verdadero y la idolatría del propio yo. En el fondo la raíz del ateísmo es el desconocimiento del Dios verdadero. Si conociéramos al verdadero Dios, en vez de rechazarlo, lo amaríamos infinitamente.

La serpiente engañó a Adán y a Eva y les presentó a un falso Dios. En vez de un Padre amoroso les habló de un dios perverso, engañoso, mentiroso, miserable. Adán y Eva en vez de confiar en el Dios que ellos conocían y al que amaban, confiaron en la serpiente. Le creyeron. Aquí se abrieron las puertas y Satanás se enseñoreó de los primeros padres y del mundo que habitamos. Lo que llamamos brujería o el recurso al poder de los demonios o “espíritus” es una consecuencia de esa falta de conocimiento y de fe en el Dios verdadero. La gracia de la Llama de Amor va en primer lugar dirigida a los padres de familia para que transmitan a sus hijos, desde la más tierna infancia, el amor al Dios verdadero. Es en el hogar donde los niños aprenden a creer en Dios, a amarlo, a someterse amorosamente a su Ley, a temerlo filialmente, a servirlo. Los mensajes del Diario Espiritual hablan de la grandísima importancia que tiene la influencia tanto de la madre como del padre sobre los hijos. Se necesitan padres y madres que de verdad crean en el Dios verdadero y lo amen con todo su corazón, con todas sus fuerzas, sobre todas las cosas. El ejemplo de los progenitores es de primordial importancia para que las familias se renueven desde la raíz. Los niños absorben la fe y el amor a Dios de los padres.

La crisis de fe que azota al mundo occidental se superaría si los padres de familia pudieran desde el interior del hogar transmitir a sus hijos el amor al Padre celestial. Ese es el objetivo de la Llama de Amor: cegar en el interior del hogar la acción de la serpiente. Lo mismo que hizo Satanás en el paraíso terrenal lo quiere hacer en cada familia. El demonio confunde las inteligencias y pervierte los corazones. Cuando los padres de familia se vuelven llenos de fe hacia el Inmaculado Corazón de María, la Madre de la Iglesia les ayuda a cegar a Satanás con su Llama de Amor. Los hijos no deben salir al mundo desarmados. Desde niños deben llevar en su corazón la protección de la jaculatoria de la Llama de Amor para que puedan detectar los engaños de la serpiente. La oración diaria en familia es la mejor manera de transmitir la fe a los hijos. Por ese motivo el Rosario que la Virgen nos da se convierte en un arma de doble efecto: protege contra la acción del maligno y ciega y expulsa a los espíritus malignos. Todo pecado abre las puertas a los espíritus malignos. Es imposible que no seamos atacados por ellos. Sin embargo una familia que ora intensamente y vive de la Palabra de Dios y de los Sacramentos es una fortaleza que los demonios nunca podrán tomar.

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