CARTA No.276: EL EFECTO DE GRACIA.

Juan Alberto, de Nicaragua, pregunta: ¿Cómo se manifiesta el efecto de gracia de la Llama de Amor en las oraciones de liberación que uno hace con el Rosario? 

Respuesta: El “efecto de gracia” significa la infinita misericordia que Dios tiene hacia los seres humanos, sus criaturas y sus hijos. Dios va más allá de nuestro pecado y expresa ese amor infinito al pecador en Jesucristo crucificado, su Hijo. Tanto amó Dios al mundo que entregó a su propio Hijo para que el hombre pecador no perezca en la muerte eterna(Jn 3,16). Es necesario que el hombre recuerde constantemente esa infinita misericordia, esa intervención de Dios, Creador y Padre, que por puro amor se entrega en su propio Hijo para salvarlo. El efecto de gracia es la Redención expresada en la muerte y resurrección de Jesucristo. Somos redimidos del pecado y de la consecuencia del pecado: la muerte eterna. Por lo tanto somos liberados del poder de Satanás. Cuando la Santísima Virgen pide que se introduzca la jaculatoria “derrama el efecto de gracia de tu Llama de Amor sobre toda la humanidad” en el Ave María lo hace para que comprendamos y no olvidemos el acontecimiento más grandioso de la historia. La muerte redentora de su Hijo en la Cruz. El poder de la misericordia infinita de Dios para con el hombre se expresa totalmente en la muerte de su Hijo. María quiere que abramos los ojos y miremos al Hijo de Dios y a su Hijo agonizando en la Cruz. El efecto de la misericordia de Dios es el perdón de nuestros pecados.

El Creador y Padre no pudo darnos un testimonio más grande de su amor que su Hijo muerto en la Cruz. Los seres humanos somos absurdamente irresponsables, superficiales, ciegos de la mente y del alma, no comprendemos o no queremos comprender la obra de Dios. Esa obra suprema es que Dios nos creó por amor y más aún nos redimió por el amor supremo: entregar a su Hijo a la muerte por nosotros pecadores obcecados en la dureza de la malicia de nuestros corazones. En el Rosario clamamos a la Virgen María que derrame sobre nosotros la sangre de su Hijo, sus sufrimientos, su dolorosa pasión que son nuestra salvación, nuestra redención. La vocación que Dios da a María es la de ser Madre de su Hijo y madre espiritual nuestra. Al pie de la cruz María recibe de Jesús esa vocación de ser nuestra madre. Es la voluntad del Padre celestial que la Madre de su Hijo sea nuestra Madre. El poder de las tinieblas, de Satanás, sobre el hombre queda destruido en la cruz. Es el efecto de gracia. Nuestra redención es la derrota de Satanás. El Demonio queda totalmente aniquilado ante el amor infinito de Dios que se entrega para rescatarnos de su malicia homicida. Por ese motivo el Rosario, y especialmente los misterios dolorosos, es el arma más contundente que ciega, ata, quebranta, derrota de la manera más humillante la soberbia de Lucifer.

Al rezar el Rosario nos dirigimos a la Madre de Jesucristo y a nuestra Madre exaltándola con las palabras del Ángel (que son las palabras del Creador y Padre) y suplicándole que ejerza su misión de Madre co-redentora sobre los pecadores. Es Dios y solo Dios el que nos redime en su Hijo; es Dios y solo Dios el que destruye el poder de Satanás sobre sus hijos. María es la Madre del Hijo y por ese motivo tiene esa grandiosa participación (Apoc 12) en la derrota del maligno. Es por voluntad del Padre que la gracia de la Llama de Amor se da en estos tiempos al mundo para que reciba la misericordia que necesita. Los espíritus malignos quedan paralizados – nos dice la Virgen en el Diario Espiritual – cuando Satanás queda cegado por el efecto de gracia de su Llama de Amor. Al rezar el Rosario y repetir incesantemente la jaculatoria el efecto de gracia ciega a Satanás y a los suyos. El poder, las influencias, las mentiras, las ilusiones que los espíritus inmundos ejercen sobre nosotros, son desbaratadas y los humanos somos liberados. Un poco de levadura levanta la masa, nos dice Jesús. La Iglesia, que es católica (para toda la humanidad) es la levadura por la que Dios salvará a miles de millones de hombres que están ciegos y sordos espiritualmente. Las lágrimas y sollozos de la Virgen en sus diversas apariciones tienen como objetivo conmovernos, ayudarnos a comprender la terrible tragedia de las almas que se condenan. Ella nos llama a salir de la modorra, de la indolencia y de la ceguera espiritual en que estamos. Quiere que al pie de la cruz, junto con Ella, salvemos a la humanidad pecadora. Cuando rezamos su Rosario el efecto de gracia quebranta el designio satánico de arrastrar a la humanidad a la condenación eterna.

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