CARTA No.262: RECOMENDACIONES PARA ORAR CON LA LLAMA DE AMOR (14)
Una de las cosas más importantes para que la gracia de la Llama de Amor actúe en el interior del hogar es el conocimiento amante de la Palabra de Dios. Conocimiento amoroso, amante, actuante, no solamente el conocimiento libresco, intelectual de los textos bíblicos. La Llama de Amor es la Palabra de Dios, es Jesucristo, el Hijo del Padre Eterno y de María Santísima. Cuando no se conoce amorosamente la Palabra de Dios el alma no tiene alimento ni protección, ni fuerza, ni dirección en la vida. La ignorancia de la Palabra de Dios crea un vacío en la mente, en el alma, en los sentimientos. Ese vacío es llenado por las ideas atolondradas que brotan de las profundidades del ser humano y que están desprovistas de luz, de sabiduría, de gracia. También ese vacío es aprovechado por el mundo de la oscuridad que está constantemente acechando al ser humano para apoderarse de sus facultades: la inteligencia, la memoria , la voluntad. Lo primero que los padres de familia deben favorecer en sus hijos, desde pequeños, es la apertura al mundo de lo sobrenatural. Lo primero es el sacramento del bautismo, lo más pronto posible, para que el Espíritu Santo, sus virtudes y sus dones vayan actuando en el alma y en cuerpo del niño.
El bautismo sin la Palabra de Dios se anquilosa y se muere. Para que el sacramento actúe con fuerza necesita ante todo del conocimiento del Evangelio y de la oración intensa en el seno de la familia. En el Diario Espiritual no encontramos ninguna indicación directa sobre el “estudio de la Biblia”. Isabel es formada por la vida litúrgica normal: las prédicas que escucha en la Iglesia, las prácticas de piedad tanto parroquiales como en el interior del hogar. A pesar de su falta de educación formal tiene una extraordinaria vida espiritual. Jesús y María le hablan en el interior del corazón. Durante más de mil quinientos años, hasta la invención de la imprenta, la mayor parte del pueblo no sabía leer ni escribir. Fue la parroquia la que transmitió la fe con las prédicas en la liturgia y en las actividades de evangelización. Fueron las familias las que con la fe vivida en el interior del hogar formaron el alma cristiana de los hijos. La Virgen en su mensaje de la Llama de Amor cataloga como un mal de extraordinaria importancia la desintegración espiritual y social de los “santuarios familiares”. El empeño de la Madre de la Iglesia se centra en hacer que las familias recuperen su función evangelizadora y formadora de la fe de las nuevas generaciones. Isabel no conocerá la Biblia de manera sistemática, su bagaje teológico es elemental, sin embargo su vida espiritual es de un altísimo nivel. Es la Palabra viva la que actúa en su interior iluminándola e instruyéndola. No hay relación directa eficaz entre el conocimiento bíblico libresco e intelectual y la calidad de la vida espiritual.
Jesús dice que son los que tienen alma de niño los que comprenden los misterios del Reino de los Cielos. En ese conocimiento íntimo de la Palabra de Dios la Virgen María desempeña en la Devoción a la Llama de Amor un papel de extraordinaria importancia y urgencia. No son los estudios bíblicos, teológicos, intelectuales, los que lograrán la conversión de las familias. Satanás no será vencido por el “conocimiento” ( gnosis) sino por la relación de intimidad con Jesucristo. En el mensaje de la Llama de Amor lo más importante es abrirse a la acción del Espíritu Santo que nos lleva a estar en constante intimidad con Jesucristo. La repetición permanente de la jaculatoria que la Virgen pide es en realidad la constante respiración del Nombre de Jesús en el interior de alma producida por la acción del Espíritu Santo. Es el “orar sin interrupción” que Jesús nos pide (Lc 18,1) lo que vence a Satanás e introduce el alma y la familia en esa intimidad con la Palabra de Dios hecha carne que es Jesucristo. Para que en la familia la gracia de la Llama de Amor produzca sus frutos es necesario que todos los miembros del hogar vayan descubriendo la Palabra de Dios escrita, la vayan meditando, orando y aplicando a la vida familiar. Sin la Palabra de Dios, a estas alturas del combate contra Satanás, estamos combatiendo cuerpo a cuerpo contra el Demonio pero sin la “espada del Espíritu” que es el Evangelio (Ef 6,17).