CARTA No.257: RECOMENDACIONES PARA ORAR CON LA LLAMA DE AMOR (9)
Para que la Llama de Amor se extienda vertiginosamente sobre esta Iglesia terriblemente combatida por las fuerzas de la oscuridad es indispensable que los sacerdotes la descubramos y la apliquemos a nuestra propia vida personal y la utilicemos decididamente en nuestro ministerio pastoral de cada día. Hay que tener en cuenta que esta gracia es verdaderamente “milagrosa” por voluntad del Hijo que quiere glorificar a su Madre en estos últimos tiempos. La Llama de Amor, aunque es una iniciativa de la Virgen María, en primer lugar es voluntad de la Santísima Trinidad. La salvación de las almas, que están en peligro de condenación eterna como nunca antes en la historia de la humanidad, es el objetivo de esta gracia superextraordinaria. Si María quiere inundar la Tierra con una gran efusión de gracias es porque Ella se apega totalmente a la voluntad de Dios y consigue con sus súplicas este instrumento único y milagrosamente eficaz. Es voluntad de Dios que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la Verdad (1 Ti 2,4). Tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo las obras portentosas de Dios abundan. Las intervenciones extraordinarias del Señor en favor de los hombres reciben el nombre de “milagros”.
La Llama de Amor es milagrosa en el sentido de que opera en el corazón de los hombres la obra por excelencia: la resurrección de las almas. No son las obras externas aquellas que debemos considerar como los principales milagros de Dios, sino la conversión de los corazones. Es el fruto por excelencia de la Redención. Es la obra primordial del Padre Eterno: tanto amó Dios al mundo que entregó a su propio Hijo para que el que crea en Él no perezca sino que tenga Vida Eterna (Jn 3,16). Cuando Jesús dice que “cada familia sea un santuario, un lugar maravilloso donde en unión con ustedes obre sus milagros en el fondo de los corazones” (DE 17-1-1964) nos está diciendo que la intercesión de la Virgen en favor de la familia que invoque su Llama de Amor será tan poderosa que obtendrá para ese hogar multitud de gracias extraordinarias que lograrán la salvación de sus miembros. El peligro más grave que amenaza al mundo es “la desintegración de los santuarios familiares”. La Virgen despliega en estos momentos un “esfuerzo inmenso” para cegar a Satanás. Lo hace por esta gracia a la que Ella misma ha dado el nombre de “Llama de Amor de su Inmaculado Corazón” (DE 17-1-1962). La Iglesia ha reconocido muchas veces que su principal problema es la pastoral familiar. Por más que se le busca solución la pastoral de las familias es un rotundo fracaso.
Los criterios del mundo han penetrado los hogares católicos hasta tal punto que no se diferencian en la práctica de los hogares paganos. Han dejado de ser luz del mundo y sal de la tierra. Los anticonceptivos, el aborto, el divorcio, el adulterio, y múltiples aberraciones en el campo de la moral sexual están afectando a infinidad de matrimonios establecidos sobre el sacramento. Se necesitan verdaderos milagros para restaurar la identidad perdida de infinidad hogares católicos. La Virgen ofrece su Llama de Amor para que la pastoral familiar de todas las Diócesis y Parroquias del mundo la integren dentro de su plan de evangelización de las familias. Los sacerdotes, muchos de los cuales hemos recibido en nuestra formación seminarística la influencia del racionalismo intelectual que niega la existencia del Demonio, necesitamos una verdadera conversión de la mente y del corazón. Satanás existe y los primeros objetivos de la acción diabólica somos los pastores. Si no creemos en la acción demoníaca seremos guías ciegos que conduciremos a las ovejas al despeñadero. Nuestra gran esperanza es la Madre de la Iglesia que vela por las almas de sus hijos y nos llama a colaborar íntimamente con Ella en la obra de la Redención. Es de máxima importancia que la gracia de la Llama de Amor sea descubierta por todos los obispos y sacerdotes. No como una devoción más sino como el INSTRUMENTO por medio del cual Dios quiere renovar su Iglesia y arrancar las almas de las garras del Enemigo de nuestra salvación.