CARTA No.195: Francisca, de Managua, Nicaragua, dice:

A mí me da mucho miedo ir al purgatorio después de la muerte. Se habla de un lugar de sufrimientos horribles donde las almas se queman en el fuego. ¿cómo podemos ayudar a las almas del purgatorio?

Respuesta: La Santa Madre Iglesia nos enseña que el purgatorio es una verdad de fe. Le recomiendo que lea los números 1030 a 1032 del Catecismo de la Iglesia Católica. Allí se nos dice que antes de llegar ver a Dios cara a cara las almas que no están perfectamente purificadas sufren una “purificación”. Estos textos del magisterio de la Iglesia no entran en pormenores o explicaciones acerca de lo que es el purgatorio porque las Sagradas Escrituras son muy parcas en este tema. Los teólogos tratan de ayudarnos a comprender este misterio. Nos hablan del fuego del purgatorio, de un estado de sufrimiento purificador, durante el cual el alma es perfeccionada, santificada, preparada para el encuentro cara a cara con Dios. Existe mucha literatura luminosa acerca del purgatorio sacada de las revelaciones privadas con las que han sido favorecidos muchos santos y personas piadosas. También existe una literatura desenfocada que presenta al purgatorio como un lugar terrorífico. En realidad ese estado de purificación llamado purgatorio es un misterio del amor infinito de Dios para con sus hijos. La reparación de nuestros pecados implica dolor y sufrimiento pero no es el sufrimiento destructor de aquel que padece sin esperanza.

La realidad es que el purgatorio es la antesala del Cielo. ¿Podrá existir una alegría más grande? Sólo la de ver a Dios cara a cara. La Iglesia nos exhorta a que oremos por el eterno descanso de las almas ofreciendo a su intención especialmente la Santa Misa, limosnas, indulgencias y obras de penitencia. En el Diario Espiritual Jesús y María insisten en que ayudemos a las almas que están en el purgatorio. De manera especial pide que lo hagamos por los sacerdotes que están en el purgatorio, con el ayuno estricto los días lunes (DE 28-9-1962). El Señor habla del “fuego del purgatorio”, habla de “almas que están penando”, habla de “tiempo” (al octavo día después de haber muerto las almas se librarán del purgatorio si se ayuna por ellas el día lunes). En el mensaje de la Llama de Amor nos damos cuenta de que los habitantes de la tierra, del purgatorio y del Cielo estamos íntimamente unidos en el designio divino. Nuestra vocación es vivir por toda la eternidad en íntimo amor con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo formando ya desde ahora una auténtica comunidad espiritual.

En el Evangelio de San Juan Jesús nos dice que la Vida Eterna consiste en conocer al Padre y a su enviado Jesucristo (Jn 17,2). Si nuestros ojos se abrieran veríamos que infinidad de almas de difuntos nos rodean y tienen comunicación con nosotros. Ellos necesitan nuestro amor. Anhelan que seamos santos para que nuestra santidad les ayude a continuar su camino hacia el encuentro con el Padre. En vez de tenerle miedo al purgatorio deberíamos tener miedo de ofender a Dios. ¿Por qué vamos al purgatorio? Porque en vez de amar a Dios sobre todas las cosas nos apartamos de Él ofendiéndolo. Cada pecado debe ser purificado ya desde esta tierra por el arrepentimiento, la confesión y la penitencia. La Iglesia nos da múltiples maneras de evitar el purgatorio. Entre ellas las numerosas “indulgencias” que cada día podemos obtener al cumplir las obras de piedad establecidas. La espiritualidad de la Llama de Amor acrecienta nuestro amor a los difuntos y nos invita a ofrecer constantemente por ellas nuestras oraciones, penitencias y buenas obras. La idea del purgatorio nos ayuda enormemente a evitar el pecado y a esforzarnos por llevar una vida de gran santidad.

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