CARTA No.159: Continúo respondiendo a Griselda de Maracaibo (Venezuela)

Tanto las personas individuales como las familias deben luchar con todas sus fuerzas para acoger y vivir el tesoro que Jesucristo nos entrega: “Mi Paz les dejo, mi Paz les doy…no se la doy como la da el mundo” (Jn 14,27). El “mundo-Demonio-carne”, dan una falsa paz, totalmente engañosa y diferente de la que el redentor nos da. Los discípulos de Cristo estamos llamados a ser testigos de la muerte y resurrección del Señor, a vivir de acuerdo a sus enseñanzas. Si no conocemos las enseñanzas de Cristo no podemos ser ni discípulos ni testigos. Muchos católicos van al matrimonio sacramental sin conocer realmente a Jesucristo. Van imbuidos de las enseñanzas del mundo. Ignoran la Palabra de Dios. No tienen la experiencia del encuentro personal con el Redentor. No entienden que los cristiano van al matrimonio para santificarse mutuamente y formar un hogar según las enseñanzas de Jesús. No captan que creer en Jesucristo significa morir al mundo al pecado. Estas personas fundan su familia sobre el frágil cristal del amor humano y sobre intereses rastreros. No han comprendido que el mundo de las tinieblas los va a atacar para destruir su matrimonio y que necesitan el auxilio divino para conservarlo. Al menor ataque este cristal se rompe y la fantasía de amor que han vivido se desvanece. La familia se desbarata, o si permanecen juntos viven un matrimonio frustrado. No tienen la fuerza para construir un hogar cristiano porque no han buscado la ayuda de Dios.

San Juan desde el primer capítulo de su Evangelio nos habla del poder de las tinieblas. El mundo de la oscuridad trabaja obsesivamente para destruir cada una de las familias. Quiere que los seres humanos ignoren a Jesucristo, que no lo reconozcan como a su Señor y no se sometan a Él. Cuando los cónyuges conocen a Jesús, todo cambia. Los matrimonios se transforman. El encuentro personal con Cristo renueva toda su existencia. Jesús se convierte en el valor supremo de la familia. Él ordena, dirige, conduce, da sentido a la historia cada día. Siguiendo a San Pablo decimos: ya no soy yo quien vivo, es Jesucristo quien vive en mí. Infinidad de familias se han transformado y han renunciado a una manera de vivir equivocada. Han comenzado a seguir a Jesucristo entrando conscientemente en lucha contra las Tinieblas que las estaban destruyendo. Debemos tener muy en cuenta que los espíritus malignos atacan con todas sus fuerzas y sutilezas a la persona entera: “nuestra inteligencia-voluntad-memoria”. Tratan de cegarnos para que no veamos la verdad. Muchísimos espíritus inmundos se confabulan para actuar contra nuestras facultades intelectuales. Entre ellos “confusión, error, mentira, engaño, doblez, ilusión, perversión, esquizofrenia, bipolaridad, alucinación, paranoia”, etc. Otros atacan la voluntad, los sentimientos, las emociones: “angustia, depresión, tristeza, enamoramientos obsesivos, fantasías lujuriosas, muerte, suicidio, amargura”, .. etc…

Provocan en el interior del hogar el caos, la división, los pleitos. Necesitamos discernimiento para captar esta acción diabólica y también protección para no caer en las tentaciones que constantemente promueven. La gracia de la Llama de Amor viene a alertarnos contra la estrategia del maligno y a no mirar lo que nos sucede como su fuera simplemente algo “psicológico”. El ataque a los matrimonios puede tener diversas modalidades. La mayor parte de las veces tiene su origen en la gran ignorancia que los cónyuges tienen de lo que debe ser la vida cristiana: No conocen la Palabra de Dios. Su vida está alejada de los sacramentos. Después de darse el matrimonio sacramental cortan la práctica diaria de la oración en familia y llevan una existencia dedicada a la búsqueda de los bienes materiales. En la parábola del Sembrador la maleza ahoga la plantita que acaba de nacer. Así le pasa a los matrimonios que se entregan a perseguir los intereses del mundo. No tienen defensa contra la acción del Enemigo. Otro tipo de ataque es el provocado por los hechiceros que invocando a los demonios lanzan contra las familias maldiciones para destruirlos o dañarlos de muy diversas maneras. Enfermedades psíquicas, físicas, morales, ruinas económicas, etc. son provocadas por la acción de estos maleficieros. Parece increíble pero es una triste realidad. Los maleficios existen y causan afectaciones, entre ellas posesiones. La Llama de Amor es el refugio de los esposos, la ayuda permanente de las familias, la presencia amorosa del Inmaculado Corazón de María en el centro de los hogares que viven su mensaje.

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