CARTA No.156: Alicia, del cenáculo virtual, vuelve a preguntar:
Ud. habla de que los padres de familia debemos convertirnos; dice que es lo más importante para poner en práctica la Llama de Amor en la familia. Le pregunto ¿Cómo hacer para convertirnos? Siempre oigo en la Iglesia lo mismo: hay que convertirse, pero ¿cómo?
Respuesta: Yo más bien diría que para convertirse tanto el hombre como la mujer deberían poner en práctica las enseñanzas de Jesús y de María en el Diario Espiritual. Hay infinidad de matrimonios en crisis porque la triste realidad es que se llaman cristianos pero no viven como tales. Lo que llamamos conversión es fruto del encuentro personal con Jesucristo. Si leemos el Evangelio y las Epístolas tenemos muchos ejemplos de personajes que han cambiado su manera de vivir para seguir a Jesús. En realidad, convertirse significa vivir según Jesucristo nos los pide. Dejar de lado todo aquello que se opone a Jesús para imitarlo. San Pablo es uno de los ejemplos más impactantes. Odiaba a Jesús y a los cristianos, cuando lo conoció se transformó. Dejó todo lo que tenía para entregarse a Jesús y sus intereses. Decíamos en el comentario anterior que lo más urgente para la transformación de la Iglesia es la conversión de los esposos. Las familias son como el alma de la Iglesia. Si las familias son verdaderos santuarios la Iglesia crecerá en santidad. La Llama de Amor es el instrumento que la Virgen obtiene del Padre Eterno para ayudarnos eficazmente a lograr la conversión de la familia entera. Es un instrumento único y extraordinario porque va a la raíz del problema y lo soluciona.
La causa del desastre de las almas está en la acción diabólica. Lo que sucedió en el paraíso terrenal con Adán y Eva se repite todos los días en cada hogar y en el mundo entero. La serpiente va detrás de cada hombre y mujer para proponerle lo mismo. Utiliza los mismos métodos. La virgen pone en nuestras manos un “nuevo instrumento” para ayudarnos a cegar a la serpiente y vencerla en todos sus ataques. Si cada esposo y esposa ; si cada hombre y mujer; si cada niño y niña aprenden a utilizar ese instrumento permanentemente, derrotarán al Dragón. La conversión no es teoría; es la práctica de cada día. No es lo mismo enfrentar al Dragón con nuestras propias fuerzas que hacerlo con la fuerza de la Inmaculada Concepción. Es verdaderamente impresionante el objetivo que Jesús y María proponen a las familias. Les abren la perspectiva de una vida de santidad heroica. La Iglesia necesita para estos últimos tiempos una multitud de familias verdaderamente santas. Este ideal está expuesto en la preciosa oración de la unidad que Jesús compone para Isabel. Allí Jesús expresa sus anhelos: “Que nuestros pies vayan juntos, que nuestras manos recojan unidas, que nuestros corazones latan al unísono, que nuestro interior sienta lo mismo, que el pensamiento de nuestras mentes sea uno, que nuestros oídos escuchen juntos el silencio, que nuestras miradas se compenetren profundamente fundiéndose la una en la otra, y que nuestros labios supliquen juntos al Eterno Padre para alcanzar misericordia” (DE 4-5- 1962).
Es el camino de conversión de Isabel Kindelmann y de todo cristiano: caminar con Jesucristo para llegar al Padre Eterno. Como he dicho muchas veces el Diario Espiritual no es un catecismo o un manual de fórmulas de conversión que debamos aprender de memoria e ir aplicando estrictamente en cada paso de la vida. Se trata de la experiencia vital de una mujer, madre de familia, que vive las vicisitudes de un hogar concreto. Cada ser humano encuentra el mensaje de la Llama de Amor en estado puro. Es María la que enciende en cada corazón su Llama de Amor. Cada uno debe ir recorriendo las páginas del Diario para encontrar en sus páginas el propio camino de encuentro con Jesucristo. Ese encuentro nos lleva a abandonar la propia voluntad, el pecado, detrás del cual está Satanás. Sin el apoyo, sin la ayuda de María, Madre y Maestra, no seremos capaces de asumir el tremendo esfuerzo que significa renunciar a las múltiples tentaciones que Satanás nos presenta cada día. Estudiemos el Diario, analicemos la vida de Isabel, sus luchas permanentes contra Satanás y llegaremos a comprender lo que significa “convertirse” a Jesucristo tal como el Evangelio nos lo propone. No existen recetas para derrotar a Satanás. Nuestra victoria contra el Dragón es fruto de ese caminar con Jesús y María a lo largo de cada día: “Que nuestros pies vayan juntos, que nuestras manos recojan unidas….”.