No.111: “Leí en una parte del Diario que la Llama de Amor debe derramarse sobre las almas del purgatorio”, ¿podría explicarme eso?

María Cecilia, de Costa Rica dice: “Leí en una parte del Diario que la Llama de Amor debe derramarse sobre las almas del purgatorio”, ¿podría explicarme eso?


Respuesta: La existencia del purgatoria es una verdad de Fe. En los Números 1030 a 1032 del Catecismo de la Iglesia Católica encontramos lo que la Iglesia nos enseña acerca de ese misterioso estado de purificación que llamamos “purgatorio”. “Los que mueren en la gracia y en la amistad de Dios, pero imperfectamente purificados, aunque están seguros de su eterna salvación , sufren después de su muerte una purificación, a fin de obtener la santidad necesaria para entrar en la alegría del cielo”. En el Diario Espiritual vamos renovando nuestra Fe católica. El purgatorio existe, no es un mito. Cuando pecamos y nos arrepentimos, somos perdonados de la culpa que merece la condenación eterna. El acto de contrición “perfecta” y el sacramento de la Reconciliación nos aportan el perdón del Señor. Sin embargo nuestro arrepentimiento y las condiciones individuales personales con que nos acercamos al perdón sacramental a menudo no son tan perfectas. Somos perdonados en cuanto a la culpa, pero todo pecado exige reparación de la ofensa hecha al Creador. Esto se conoce como “pena temporal”. Nuestra alma queda manchada por las consecuencias del pecado. Si no reparamos en esta vida con las penitencias la pena temporal debida a nuestros pecados debemos hacerlo después de la muerte. En el Evangelio Jesús nos dice que hay pecados que se perdonan en la otra vida (Mat 12,32).


En el Diario Espiritual en varias ocasiones María Santísima nos habla del purgatorio y nos pide que oremos por las almas de los difuntos, en especial por las almas de los sacerdotes que se están purificando. El 28 de Setiembre de 1962 Jesús pide que se ayune los lunes, a pan y agua, por las almas de los sacerdotes. A los ocho días se liberarán del fuego del purgatorio (DE 18-5- 1964). “Podemos ayudar eficazmente a las almas que sufren en el purgatorio” ofreciendo ayunos, sacrificios, dolores, limosnas, buenas obras en reparación de los pecados de los difuntos. Cuando pedimos en el Ave María que se derrame sobre toda la humanidad el efecto de gracia, lo estamos pidiendo también para los difuntos, que forman parte de esa humanidad pecadora pero redimida. La más grande obra de misericordia que podemos hacer es orar por las almas del purgatorio porque son las más necesitadas y sufrientes. Es el mayor acto de amor al prójimo. La Virgen otorga a las familias que “guardan los días jueves o viernes la hora santa de reparación en la familia… después de un único día de ayuno estricto (observado por un miembro de la familia) el difunto de la familia se libra del purgatorio” (DE 24-9-1963).


Jesús concede a Isabel que por cada tres ave marías se libere un alma; en otra ocasión por cada ave maría, se liberan diez almas (DE 31-8-1963). La doctrina del purgatorio tiene dos grandes efectos, primeramente nos impulsa a santificarnos viviendo intensamente la fe y evitando el pecado, aún los más pequeños. Debemos reparar nuestras faltas con el arrepentimiento y los actos de penitencia. En segundo lugar nos ayuda hacer actos de caridad al orar y sacrificarnos por las almas de los difuntos. La Santa Misa es la mejor ofrenda que podemos hacer por la pronta purificación de los difuntos. La “Comunión de los Santos” nos une íntimamente a ellos. Oramos por los difuntos y ellos oran por nosotros. Entre los difuntos y aquellos que están viviendo la vida terrenal hay una gran comunicación. Constituye una gran ingratitud y una enorme falta de caridad olvidarlos, especialmente a nuestros parientes. El Diario Espiritual nos enseña que la tibieza o indolencia espiritual es un tremendo mal que aqueja a muchas almas. Debemos acudir con frecuencia al Sacramento de la Reconciliación para mantener el alma siempre limpia de pecado y así evitar el fuego del purgatorio.

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