CARTA No.154: Varias madres de familia pertenecientes a un cenáculo virtual me piden:
Que les enseñe de manera práctica a utilizar la Llama de Amor como oración de liberación.
Respuesta: en los últimos comentarios estoy tratando de dar las enseñanzas que nos permitan comprender la acción de la Virgen María en el interior de la familia. No quiero caer en darles “recetas para utilizar la Llama de Amor”, sino en darles los puntos de referencia que le permitirán caminar de la mano del Inmaculado Corazón de María en la transformación de sus familias en “santuarios donde reine Jesús”. Cada persona es única; cada familia es única. Tiene su propia historia, su herencia de siglos, sus problemas particulares. La Virgen con su Llama de Amor va a respetar cada hogar y sus situaciones propias para conducirlas amorosamente a Jesucristo. A medida que la familia se convierte en un Santuario Familiar el demonio se va cegando. La gracia de la Llama de Amor, o mejor dicho, “las gracias innumerables que brotan de la Llama de Amor” van desatando las cadenas, liberando de la acción de los espíritus inmundos, expulsando a los demonios, neutralizando la acción de los hechiceros y servidores de Satanás, sanando las heridas, restaurando el plan de Dios en cada hogar. La Llama de Amor es un camino de humilde paciencia y docilidad a la acción del Espíritu Santo en el interior de las almas y de las familias. En realidad es un proceso de conversión y santificación de la familia que dura toda la vida. Nosotros no podemos “servirnos” de la Virgen María para obtener liberación de la acción diabólica. Esta manera de pensar es inadecuada. Nosotros no nos servimos de la Llama de Amor sino que nos volvemos “servidores” de la Virgen María para que nuestra familia se vaya convirtiendo en el Santuario de Cristo Jesús.
Es Ella la que nos conduce al reinado de Cristo en los corazones de nuestros seres queridos. Nosotros no podemos servirnos de la Virgen como si Ella estuviera bajo nuestras órdenes o deseos o necesidades. Dios tiene su tiempo para cada uno de sus hijos. Ese tiempo depende en mucho de que vayamos humildemente poniendo en práctica lo que la Madre de Dios nos va enseñando en el Diario Espiritual. Muchos quisieran que les diera recetas prácticas; los consejos o sugerencias frutos de mi experiencia, vendrán a su tiempo. Siempre serán consejos o sugerencias imperfectas o incompletas. El Espíritu Santo es el que nos guía y Él siempre hace cosas nuevas. Antes de entrar en lo “práctico” permítanme ayudarles a “situarse” espiritualmente en la perspectiva correcta. Lo primero que debemos tener muy claro es que Jesucristo es el Señor, el único Mediador entre Dios y los hombres. Por Él conocemos al Padre; por Él el Padre viene a nosotros; por Cristo vamos al Padre en el Espíritu Santo. Por su Hijo el Padre nos redime y nos expresa todo su amor. Quien nos lleva a Jesucristo es el Espíritu Santo. Él nos revela el rostro de Cristo y a través del rostro de Cristo el rostro del Padre. Por el Espíritu Santo el Padre y el Hijo actúan en nosotros y viven en nosotros. María es la hija predilecta del Padre, la Madre Santísima del Hijo, la Esposa amadísima del Espíritu Santo.
En María actúan el Padre-Hijo-Espíritu Santo sin ningún obstáculo porque- como dice Luisa Picarreta- Ella renunció desde el primer instante de su concepción a su propia voluntad para entregarse totalmente a la voluntad de Dios. En Ella nunca ha habido ni la sombra de pecado y por eso no puede ser un obstáculo entre Dios y nosotros, entre su Hijo y nosotros. Ella está totalmente vacía de sí misma. Está llena de Espíritu Santo. Es el modelo de cada uno de los seres humanos, de todos los hombres y de todas las mujeres que han existido, existen y existirán. Ella no puede nada y lo puede todo. No puede
nada porque no tiene voluntad propia; lo puede todo porque Ella solamente busca que la voluntad de Dios se vuelva realidad en nosotros y en el mundo entero. Cristo es el único que salva, el único que libera, el único que sana, el único que vence a Satanás, el único que restaura la creación entera y por lo tanto cada una de las familias. El poder absoluto de María reside en que por voluntad divina es Madre de Dios y Madre de la Iglesia. Al engendrar a Jesucristo en su seno Ella nos engendró a todos porque Cristo es la Cabeza de la Iglesia y la Cabeza no puede estar separada de su cuerpo. El poder de María es solamente un poder de intercesión ante el Hijo y ante la Trinidad, pero ese poder es omnímodo, total, absoluto. Lo que Ella pide lo obtiene porque Ella solamente pide que se haga la voluntad de Dios en todas las cosas. Si entendemos esto la Devoción a la Llama de Amor será para nosotros el instrumento privilegiado de María para llevarnos a su Hijo. Si nos volvemos humildes y sencillos como niños al poner en práctica las enseñanzas de la Madre de la Iglesia, el Hijo podrá restaurar las familias sin encontrar obstáculos y el reino de Satanás caerá como lo ha profetizado la Señora.