CARTA No.149: Carlos, de Costa Rica, dice: ¿Cómo se hace en la práctica la oración de liberación con la Llama de Amor?
Le ruego que continúe explicando cómo se utiliza la gracia de la Llama de Amor para liberar nuestros hogares de la acción de Satanás. ¿Cómo se hace en la práctica la oración de liberación con la Llama de Amor?
Respuesta: Lo primero que debemos tener en cuenta es que el Señor tiene un objetivo con cada familia: la santificación y salvación de cada uno de sus miembros. El primer interesado en que todos sus hijos estén libres de la opresión diabólica es el Padre celestial. Él es quien libera. Sea cual sea el modo de orar para obtener que el enemigo maligno suelte o se aleje de las personas, el único que libera o concede la liberación es el Señor. La Virgen María nos obtiene del Padre celestial por las llagas de su Hijo la gracia del cegamiento de Satanás. Cuando vivimos la gracia de la Llama de Amor tenemos una gran ventaja. La Virgen dice: “Yo el Rayo hermoso de la aurora cegaré a Satanás.” “¡Miren ya a Mí y sírvanse de la ayuda de mi intercesión! Quiero y tengo poder para ayudar.” “Si asisten a la Santa Misa cuando no hay obligación y están en gracia de Dios, derramaré la Llama de Amor de mi Corazón y cegaré a Satanás durante este tiempo. Mis gracias afluirán abundantemente a las almas por quienes la ofrecen” (DE 22-11-1962). La eficacia de la Devoción a la Llama de Amor para cegar a Satanás viene de la poderosa intercesión de María Santísima. ¿Cuándo necesitamos una oración de liberación? Cuando experimentamos la acción del enemigo de una manera fuera de lo común.
En la lucha de todos los días el Rosario en familia, la Santa Misa, el ofrecimiento de los trabajos para gloria de Dios, la oración “que nuestros pies vayan juntos”, y en general las obras de piedad, ciegan al Demonio y nos protegen de su acción. Sin embargo hay ocasiones o estados de ánimo en los que experimentamos que la opresión diabólica está más allá de “lo común y ordinario”. Sentimos una verdadera opresión espiritual, moral, psíquica y física que puede variar hasta expresarse en los límites más graves de la posesión diabólica. Estos ataques demoníacos se pueden dar por diversos motivos. En el Diario Espiritual nos damos cuenta de cómo el Maligno ataca a Isabel de diversas maneras. Una de las causas más frecuentes de acción diabólica extraordinaria es el “maleficio”. Consiste en que los “maleficieros” (brujos-hechiceros- santeros…) invocan al Demonio y “lanzan” espíritus malignos, maldiciones, contra una persona o una familia, o lugar para hacer daño. Los demonios actúan en contra de esa persona o familia provocándole diferentes daños: angustias, depresiones, tristezas, desesperación, rebeldía, violencia, aislamiento, …, disensiones en el interior de la familia, pleitos, separación de matrimonios, obsesiones, falsos enamoramientos, ansiedad por tomar alcohol o drogas, asesinatos, locura, … dolores de cabeza y en diversas partes del cuerpo, náuseas permanentes, enfermedades… ruina económica, y hasta verdaderas posesiones.
Es en estos momentos cuando se necesitan las oraciones de liberación o los exorcismos. Los ataques de los demonios contra los hijos de Dios son infinitos y hay que saber discernirlos. Aunque la problemática sea psicológica o fisiológica y necesite tratamiento de un profesional de la salud, la oración de liberación ayuda positivamente. Lo primero que debemos hacer es estar en gracia de Dios. No es juicioso pedir a Dios que nos libere de la acción diabólica y permanecer en pecado mortal. Tanto los que oran como aquel por quien se ora necesitan estar en gracia de Dios para que las oraciones sean eficaces. La enfermedad más grave es precisamente “no estar en gracia de Dios”. El Sacramento de la reconciliación es de la mayor eficacia para romper los lazos satánicos. Un segundo punto importantísimo es que la persona afectada tenga la firme decisión de querer ser liberado. Debe poner todo su empeño en orar, sacrificarse, ayunar, vivir la Misa y recibir el Cuerpo de Cristo, luchar contra las tentaciones y sobre todo perseverar. En tercer lugar quienes oran deben tener una absoluta confianza en el poder de intercesión de la Virgen María. La actitud de humildad es fundamental para que Nuestra Señora nos conceda su intercesión. Pedimos con gran humildad y amor a la Santísima Virgen que sea Ella la que actúe; nosotros debemos renunciar a “tomar las riendas” de la oración. La Madre debe dirigir la oración y nosotros debemos solamente secundarla. En los próximos comentarios seguiremos tratando este tema que es muy extenso.