CARTA No.146: ¿Qué significa luchar contra el mundo, el demonio y la carne en el proceso de vivir la gracia de la Llama de Amor?
Respuesta: En la carta anterior dije que el objetivo de esta Devoción es la conversión del corazón a Jesucristo. Que se realice en nosotros la palabra de San Pablo: “Ya no soy yo quien vivo sino que es Cristo quien vive en mí. Esta vida en la carne, la vivo en la fe del Hijo de Dios que me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gal 2,20). ¿De qué sirve una devoción que no nos ayude a renunciar al pecado y a vivir según Cristo? Mucha gente se engaña. Se llaman devotos pero su vida no corresponde a la de Jesucristo. Viven bajo el poder del pecado, es decir del mundo, del demonio y de la carne pero no se dan cuenta. San Pablo también dice a propósito de estos falsos devotos: “En realidad ya no soy yo quien obra, es el pecado que habita en mí” (Rom 7,17). El problema fundamental de la crisis de la familia en la Iglesia es éste. Se creen cristianos, discípulos de Cristo pero en realidad viven “en la carne”. La gracia de la Llama de Amor nos abre los ojos hacia la tremenda realidad de la que venimos y a la que vamos. Debemos estudiar a fondo las Epístolas de San Pablo: Romanos, Gálatas, Efesios en las que se nos habla de lo que es realmente el pecado y sus terribles consecuencias sobre la naturaleza humana. El Apóstol nos explica en estos escritos los alcances de la redención de Jesús en la Cruz. Para poder comprender el Diario Espiritual necesitamos tener claridad sobre lo que significa en nuestras vidas el poder del pecado instigado por estas tres realidades oscuras que llamamos: mundo, demonio y carne. No podemos comprender la gracia de la Llama de Amor si no vamos constantemente a las Sagradas Escrituras a buscar la luz que la explica.
Si no situamos la Llama de Amor dentro del contexto de la Palabra de Dios terminamos convirtiendo esta gracia solamente en recitar el Santo Rosario, dejando de lado lo esencial del cristianismo que es poner en el centro de nuestros corazones a Jesucristo crucificado (y resucitado). La consecuencia de este fallo es el “escándalo” que sentimos al ver que desde las primeras páginas del Diario hasta las últimas Jesús pide a Isabel mucho sufrimiento: “renuncia enteramente a ti misma”, “arrepiéntete de tus pecados”, “ofréceme reparación y consuélame”, “ayuna a pan y agua”, “necesitas cambiar para que seas como Yo te quiero”, “sumérgete en mi dolorosa pasión”, “repárame por las muchas ofensas que me han inflingido”, “vive en íntima unión conmigo”, “haz sin cesar sacrificios”, “sufre conmigo”, “tendrás que sufrir mucho”, “sufrirás muchas humillaciones”, “debes ser muy humilde”, “voy a multiplicar e intensificar tus sufrimientos”, etc. Nos preguntamos aterrorizados: ¿por qué tanto sufrimiento? Y abandonamos la lectura y meditación del Diario y la Llama de Amor por miedo al dolor. San Pablo nos habla de que hay dos maneras de vivir antagónicas: “en la carne” y “en Cristo”. Vivir en la carne significa vivir de acuerdo a las pasiones de la humanidad caída, esclavizados por un poder que nos hace producir frutos de muerte (Rom 7,5). Las obras de la carne son: fornicación, impureza, libertinaje, idolatría, hechicería, odios, discordia, celos, iras, ambición, divisiones, disensiones, rivalidades, borracheras, comilonas…(Gal 5,19-20).
Vivir en Cristo significa dejarse conducir por la acción del Espíritu Santo quien da muerte a la carne con sus pasiones y apetencias clavándolas en la cruz de Cristo (Gal 5,24). Quien vive el Espíritu Santo no da satisfacción a las apetencias de la carne (Gal 5,16) sino que vive según la voluntad de Dios. “Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio propio…los que son de Cristo Jesús han crucificado la carne con sus pasiones y deseos”(Gal 5,22-24). ¿Cómo nos ayuda la Llama de Amor a caminar en este proceso de conversión? Indudablemente que pasar de una vida de esclavitud a los apetitos carnales a una vida según Jesucristo necesita una gracia extraordinaria. Es en este punto que se da la intervención extraordinaria de la Virgen María. El poder de la Virgen está totalmente sometido al de su Hijo. Ella no tiene de sí misma ninguno. Sin embargo la maternidad espiritual de María sobre las almas y la Iglesia es su vocación propia, dada por Jesucristo y certificada muchas veces en las páginas del Diario. El efecto de gracia se ejerce en dos direcciones: sobre la voluntad humana y sobre el poder de Satanás. Fortalece la voluntad humana en el combate espiritual contra el mundo-demonio-carne y al mismo tiempo ciega los ojos de Satanás volviéndolo impotente.