CARTA No.111: Me gusta la Llama de Amor, rezamos todos los días el Rosario, yo, mi mujer y mis hijos, pero tanto sufrimiento en la vida de Isabel no lo entiendo

Arsenio, de México, dice: Le soy sincero, a mí el sufrimiento me da mucho miedo. Yo no quiero sufrir. Le huyo al dolor. Me gusta la Llama de Amor, rezamos todos los días el Rosario, yo, mi mujer y mis hijos, pero tanto sufrimiento en la vida de Isabel no lo entiendo

Respuesta: Yo creo que a todo mundo le pasa lo mismo que a Ud. A mí tampoco me gusta el sufrimiento y también me da miedo sufrir. Lo mismo le pasaba a Isabel Kindelmann. Todos los seres humanos, en mayor o menor grado, sufrimos desde que nacemos hasta que morimos. La consecuencia del pecado de Adán y Eva fue el sufrimiento y la muerte eterna. La historia de la humanidad está marcada por el dolor. Si leemos la Biblia, de principio a fin encontramos innumerables pasajes en los que se nos habla del sufrimiento. Job es un ejemplo extremo. El salmo 130 expresa lo que pasa en las almas de todos los hombres: “Desde lo profundo de mi desesperación clamo a Ti Señor”. ¿Quién no experimenta lo mismo? El ejemplo supremo de la aceptación del dolor es Nuestro Señor Jesucristo. A muchas personas no les gusta el Diario Espiritual porque lo encuentran muy triste a causa de tanto dolor en la vida de Isabel Kindelmann. El sufrimiento es una triste realidad de la que nadie escapa. Sin embargo una de las enseñanzas más importantes que se nos da en el Diario Espiritual es la del valor del sufrimiento en la vida del cristiano. Somos redimidos por los sufrimientos de Jesucristo. Desde el inicio del Diario Jesús llama a Isabel no sólo a contemplar su pasión sino a llevar la cruz junto con Él para la salvación de las almas.

La Devoción a la Llama de Amor nos lleva a comprender que las almas solamente se salvan ofreciendo a Dios nuestros sufrimientos de cada día unidos a los de Cristo. Por nuestro Bautismo hemos sido llamados a formar parte de la Iglesia, Esposa de Cristo. Somos uno con Cristo. Jesús no tuvo más que un pensamiento: salvar las almas. Lo hizo por su pasión y cruz. Dolor que no se une a los de Cristo, es dolor perdido. Muchísima gente sufre como el mal ladrón. Blasfeman y reniegan contra Dios y lo acusan de haberles mandado sufrimientos. Para ellos Dios es el culpable del mal que hay en el mundo. Están totalmente ciegos. No basta rezar el Rosario para vivir la Devoción a la Llama de Amor. Es necesario aceptar el dolor de cada día y ofrecerlo a Dios, en unión a Cristo crucificado, en reparación de nuestros pecados y los del mundo entero. Dios no creó el dolor, la desgracia, el sufrimiento del hombre. Fue el mismo Adán quien con su pecado introdujo en la creación el dolor y la muerte. No podemos acusar al Creador de habernos traído a la existencia para hacernos sufrir. Es la más grande de las calumnias, de las mentiras y de las ingratitudes. Nosotros somos los culpables, no Dios.

La gracia de la Llama de Amor es dada a la Iglesia para que todos los miembros abran los ojos y con amor y gratitud hacia el Creador se conviertan, dejen su vida de pecado, renuncien al mal y comiencen a producir buenas obras. El dolor, que es inevitable, deben transformarlo en fuente de gracias ofreciéndolo con Cristo al Padre en reparación de los pecados propios y de toda la humanidad. Isabel Kindelmann es como un modelo de quien debemos aprender a aceptar los sufrimientos. Dios toma el dolor del hombre y lo convierte en un tesoro para la eternidad. Jesús envía a Isabel sufrimientos y dolores que la agobian y la hunden en los profundos abismos de la debilidad humana, pero recompensa su fidelidad con gracias extraordinarias. Eso es lo que debemos aprender cuando aceptamos la gracia de la Llama de Amor: la salvación de nuestras almas le costó a Jesús los infinitos dolores de la Pasión. A nosotros nos toca llevar nuestra partecita de su cruz. Jesús nos regala una parte de su Cruz. Nuestros dolores son un Don de Cristo que cada familia debe aceptar con Fe y gratitud porque con ellos viene la salvación eterna de nuestras almas.

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