CARTA No.80: ¿Por qué dice Ud. que en los homosexuales hay acción diabólica si en ellos no se ven esas manifestaciones?

Carolina, de Miami, dice: He leído muchos relatos sobre posesos y he visto videos en YouTube sobre la posesión diabólica. Son cosas horribles, ¿por qué dice Ud. que en los homosexuales hay acción diabólica si en ellos no se ven esas manifestaciones?

Respuesta: En primer lugar hay que precisar: yo no he dicho que las personas que tienen tendencias homosexuales están poseídas por el demonio. Esto lo quiero dejar bien claro para evitar malas interpretaciones de mis palabras. Lo que quiero decir es que a causa del pecado original “todos los seres humanos” estamos en mayor o menor medida afectados por la acción de los espíritus malignos. Una de las consecuencias del pecado fue que el dominio que el hombre habría de tener sobre las pasiones quedó grandemente debilitado. La atracción al pecado, llamada concupiscencia (el deseo ardiente de algo pecaminoso) es tan fuerte, que sin una gracia especial de Dios, caemos en la tentación. Una de los aspectos de la personalidad humana más afectado ha sido la sexualidad. En la carta No. 78 he dicho que San Pablo explica directamente en el capítulo primero de la epístola a los Romanos que el desorden de la homosexualidad tiene su raíz en el alejamiento de Dios. El hombre rechaza a Dios y al alejarse del Creador queda sin el auxilio divino. En realidad esto se aplica a todo pecado. No se trata de que las personas que “sienten” la atracción homosexual “estén alejadas de Dios”, sino de que la raíz del desorden que experimentan está en el pecado de Adán que rechazó a Dios. Una persona puede ser muy santa y tener tendencias homosexuales. La tendencia no es pecado. En el consentimiento está el pecado.

Cuando los espíritus malignos ejercen sobre una persona “dominio despótico” obligándola a hacer cosas que ella tal vez no desea, decimos que está posesa. Cuando la acción diabólica es menos fuerte la llamamos tentación. El demonio nos tienta incitándonos a hacer algo que se aparta de la voluntad de Dios. Todos los seres humanos somos tentados. Todos sin excepción tenemos ocasiones de ofender a Dios. Frente a la tentación somos libres para decir sí o no. Dios nos auxilia con su gracia para vencer. Cuando vencemos ganamos méritos ante los ojos de Dios. Cuando rechazamos a Dios no tenemos su ayuda y caemos en el pecado. Tanto en la posesión como en la tentación intervienen los espíritus malignos, sólo que en diversos grados. Podemos preguntarnos: ¿Hay verdaderos posesos por Satanás entre los que se entregan consciente y voluntariamente a los actos homosexuales? Tenemos que decir que sí. La obsesión desenfrenada por los actos homosexuales es un signo claro de dominio satánico. En ciertas personas la acción demoníaca es tan poderosa que las lleva a una completa degradación de la dignidad humana.

En la mayoría de los casos las tendencias homosexuales se convierten para quien las padece en una cruz que si es llevada con Fe se transforma en santidad. Los espíritus malignos del orden de la lujuria aprovechan las debilidades de nuestra personalidad para atacarnos en el campo de la sexualidad. La psicología se ha ocupado de explicar la homosexualidad atribuyendo su origen a muchas causas, entre ellas las experiencias de abuso en la niñez. Los psicólogos pueden ayudarnos mucho con tal de que sus consejos y procedimientos estén de acuerdo con las leyes de la moral. La Palabra de Dios nos ayuda a comprender y a superar las tentaciones. Debemos ayudar a las personas agobiadas por esta condición a acercarse al Señor por la oración, los sacramentos, la fortaleza que da la Palabra de Dios, la penitencia. Un gran auxilio son las oraciones de liberación que expulsan a los espíritus malignos rompiendo las ataduras y sanando las heridas emocionales. La gracia de la Llama de Amor es poderosísima para cegar a los espíritus malignos que nos atacan y perturban constantemente porque nos lleva a vivir el combate espiritual de manera integral. La acción del Inmaculado Corazón de María es completamente eficaz. Nos fortalece y lleva a la victoria.

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