EL CUIDADO DEL ALMA

Cuidar el alma propia y las almas de los demás es el deber más importante de todo ser humano.  Cuando hablamos del alma estamos hablando de la vida divina en nosotros. No se puede “definir” el alma con palabras exactas como se define un objeto material. El alma es la parte espiritual más íntima de nosotros mismos en donde se da la relación directa con Dios. Se dice en filosofía que el alma tiene tres potencias o facultades: inteligencia, voluntad y memoria.  Al crearnos Dios nos hizo a su imagen y semejanza. Los animales irracionales son simples criaturas materiales, cuando mueren dejan de existir. Cuando los seres humanos morimos el alma inmortal se abre a la relación cara a cara con Dios. Jesús nos habla de la Vida Eterna como de la finalidad de nuestra existencia. Para eso el Verbo de Dios se hizo carne para darnos esa Vida divina que nos permite ser uno con el Padre.  Jesús le pidió a su Padre que seamos UNO con Él de la misma manera como Él es UNO con su Padre.

Hablamos de vivir en gracia de Dios cuando nuestra alma está llena de esa vida divina que es propia de la Santísima Trinidad. Hablamos de pecado mortal cuando la relación de amor con Dios se ha roto en el alma. El pecado mortal es lo peor que nos puede suceder porque constituye el rechazo de nuestra parte a la amistad con el Padre celestial. Cuando se muere en “pecado mortal” el alma se condena al infierno por toda la eternidad. Cuando la Virgen en las apariciones de Fátima muestra el infierno a los niños éstos ven un inmenso mar de fuego en donde las almas sufren de manera indecible y los demonios las atormentan. Numerosos santos han “visto el infierno” y todos dan descripciones que producen espanto. Los teólogos católicos nos hablan de la “salvación” del alma. Al morir ésta va al Cielo si muere en estado de gracia, es decir, en amistad con Dios. El Cielo es un “estado” del alma caracterizado por la infinita felicidad de gozar del amor de Dios. 

Toda palabra humana es incapaz de definir lo que es el Cielo y lo que es el Infierno. Solamente la Fe nos permite comprender un poco este misterio espiritual que supera nuestras facultades. Cantidad de gente no cree ni en la existencia del Infierno ni en la del Cielo. No tienen la Fe católica. El Diario Espiritual está dirigido a católicos, a gente que tiene la Fe que proviene de los Apóstoles. La fe católica se pude perder o disminuir en calidad. Cuando una persona disminuye la calidad de su Fe católica porque deja paso a las dudas, su manera de vivir se vuelve errática. Eso es lo que ha pasado a multitud de familias católicas: creen pero de manera lánguida, con muchas dudas. En la actual crisis de Fe que azota a los creyentes en Jesucristo la existencia del Infierno y del Cielo se ha ido oscureciendo en las conciencias. Viven como si no existiesen el Premio y el Castigo por las obras. 

Se ha olvidado el capítulo veinticuatro de San Mateo en el que claramente se nos dice que al final de la vida seremos juzgados por Dios.  Los que hayan guardado los mandamientos de la Ley de Dios serán premiados con el “Cielo” por toda la eternidad y los que la hayan rechazado serán condenados al “Infierno”. En los últimos siglos se han ido expandiendo en la cultura occidental diversas maneras de pensar que niegan la existencia de Dios, del alma, del Cielo y del Infierno. Estas ideas han penetrado en la mente de muchos bautizados causándoles un inmenso perjuicio espiritual. Dudan de la enseñanza de la Iglesia. Han ido perdiendo la claridad que nos da la Fe y su conducta moral no encuentra un asidero sólido. Se precipitan ciegamente en una serie de conductas inmorales condenadas explícitamente por la Palabra de Dios. 

Jesús nos habla de que debemos evitar el pecado en nuestra manera de vivir porque nos separa de Dios y nos lleva a la condenación eterna del alma. Es de trascendental importancia que nos instruyamos en la verdadera Doctrina Católica para que podamos ver con claridad dónde está el bien y dónde el mal. Hoy más que en ninguna otra época de la humanidad los falsos maestros abundan y propalan sus errores. Si queremos proteger nuestra alma de esos lobos con piel de ovejas es necesitamos instruirnos adecuadamente en el contenido de la Fe y de la Moral que Jesús y los Apóstoles nos han dejado.  Este es el primer deber de los padres de familia: instruirse correctamente e instruir adecuadamente a sus hijos para que adquieran una conciencia recta sobre lo que agrada a Dios y lo que es malo a sus ojos.

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