EL PODER TOTAL DE MARÍA
La Llama de Amor nos lleva a descubrir el poder total de María sobre los demonios y sobre todo cuanto existe. No en vano el quinto misterio glorioso del Santo Rosario celebra a María como Reina y Señora de toda la creación. Esta afirmación chocará sin duda a muchos católicos y sobre todo a los hermanos protestantes. Nos acusarán sin duda de “Mariolatría”. La Santa Madre Iglesia es la que nos ha enseñado a los fieles católicos a atribuir a la Madre de Jesucristo este poder. El poder de María es una consecuencia lógica de su maternidad divina. Basta reflexionar un poco: Si Jesús es el Dueño y Señor de todo cuanto existe, si su dominio se extiende a todo sin excepción: cielos, tierra e infierno; si el amor de Jesucristo por su Madre es un amor sin límites; si todo excelente hijo se esmera por complacer a su madre en todo lo que razonablemente ésta le solicite, ¿Cómo el Señor Jesús dejará de conceder a su Madre cualquier cosa que ésta le pida? Lógicamente cuando la Santísima Virgen le pide a su Hijo, lo que sea, ¿éste dejará de complacerla? ¡Jamás! La razón de esta complacencia es que la Virgen siempre pedirá a su Hijo lo que está de acuerdo a la divina voluntad. La Madre de Dios nunca pedirá a su Hijo algo que se aparte del designio divino.
La primera gran intercesora de los hombres ante el Señor resucitado y glorioso es María. La condición de Madre de Dios es de tal grandeza que la Iglesia rinde a Nuestra Señora un culto especial, que se diferencia del culto debido a los santos. En griego se dice: “hiperdulía”, lo que significa que el amor, el respeto y el honor debido a la Madre de Dios es único y sobrepasa toda veneración debida a los otros cristianos, los santos. Cuando estudiamos el Diario Espiritual inmediatamente captamos que la relación de Jesús con María es única. Descubrimos el infinito amor, respeto, y sumisión de la Madre hacia el Hijo. Igualmente vemos con qué amor, veneración y respeto el Hijo se dirige a la Madre. Cómo María es el instrumento privilegiado de la Santísima Trinidad para hacer llegar a la humanidad entera la salvación. Jesús es el Salvador y la salvación. Al darnos a Jesús, por voluntad del Padre, la Virgen nos da al Salvador y la salvación. La Santísima Trinidad concede la efusión de la Llama de Amor a la humanidad exclusivamente por las “súplicas eficaces” de la Santísima Virgen (2 Febrero 1962), para que bajo su efecto se convierta. Nuestra Señora tiene por los intereses de su Hijo el mayor cuidado.
Su condición de Madre de la Iglesia lleva a María Santísima a poner como el primero de sus valores la salvación de las almas. Ella es realmente madre de todas las almas. Es tal la condición de la Virgen María que Jesús se siente “obligado” a conceder todo lo que Ella le pide: “La deuda que tengo con Vuestra Madre, dice Jesús, ME OBLIGA a ello. Las gracias abundantes que con mi bendición di a todos los de tu casa, se las di a petición Suya…” (DE 16 – 8- 1962). Podríamos seguir hablando indefinidamente de la poderosa intercesión de nuestra Madre Santísima. Yendo al tema de la oración de liberación en la devoción a la Llama de Amor lo primero que debemos tener es una FE TOTAL, SIN RESQUICIOS, en la Virgen María. Cuando le pedimos a la Señora que ciegue a Satanás, Ella lo hace. Al sentirnos atacados por los espíritus malignos, los maleficieros, las “almas instrumentalizadas por los demonios”, debemos volvernos hacia Ella y pedirle: “Madre, derrama el efecto de gracia de tu Llama de Amor”. Infinidad familias y de personas individuales experimentan durante el rezo del Rosario de la Llama de Amor las manifestaciones del Inmaculado Corazón de María que va cegando y dominando a los espíritus malignos.
El rezo de su Rosario nos lleva a construir una maravillosa relación de amistad con María. Ella responde a su invocación. Se hace presente. Ejerce sobre las familias que la llaman su maternal protección. Ella es el terror de los demonios que quedan paralizados cuando Ella llega. La Virgen ni siquiera los mira porque es tal su pureza que repugna a sus ojos posarse sobre ellos. Los espíritus malignos huyen de allí donde la Madre de Dios es venerada. Muchas familias sufren el castigo de sus pecados. Los demonios las atormentan de diversas maneras. Desgracias, enfermedades, fracasos económicos, dolores tremendos, obsesiones de diversos tipos (suicidio, alcoholismo, desesperación…), perversiones morales abominables, etc. Son la consecuencia de los pecados que arrastran de generación en generación. No han reparado humildemente esas ofensas hechas a Dios y la justicia divina se ejerce ya desde esta vida. La Llama de Amor nos va educando y nos hace comprender la lógica del mundo invisible. Dios es el Señor y toda rodilla se dobla ante Él. La intercesión de María dulcifica la justicia divina.