¿QUÉ DEBEMOS SABER PARA COMBATIR A SATANÁS Y LOS SUYOS?

Los padres de familia deben ir adquiriendo la información correcta que les ayudará en el combate contra los enemigos espirituales de su familia. Es indispensable conocer al Demonio y su mundo para poderlo detectar y combatirlo con eficacia. ¿Dónde vamos a  buscar esa información? En la Palabra de Dios, en la Tradición de la Iglesia, en la enseñanza del Magisterio de la Iglesia, en la experiencia de los santos y exorcistas fieles a la Doctrina Católica. Hay mucha información falsa sobre los demonios; es la que proviene de la mentalidad pagana, tanto europea, oriental, africana, indígena.  Es muy perjudicial tener una falsa información porque presentan a los espíritus malignos como personajes buenos que ayudan al hombre, o como dioses, o como iguales pero contrarios al Dios verdadero. Hay quienes terminan adorando a Satanás, a Belzebú, a Bafomet, a Lucifer, etc. porque creen que son verdaderas divinidades que conceden a sus súbditos favores, dinero, poder económico y político. Las religiones orientales que se han infiltrado en nuestros países occidentales de raíces cristianas han propagado una verdadera desinformación en este campo, reduciendo el papel de los demonios al de “fuerzas o energías” impersonales. Las bandas de Rock (Led Zepeling, Heavy Metal, etc.. discípulos de satanistas) promovieron el culto satánico. Actualmente los juegos digitales que inundan internet están llevando a millones de niños a una verdadera confusión mental y espiritual. La Nueva Era es un movimiento panteísta oriental que ha hecho muchísimo daño a cristianos ingenuos llevándolos a mezclar a la doctrina cristiana elementos paganos.

Las personas que practican la hechicería a nivel popular, como un oficio del cual viven, son promotoras de las falsas bondades que los espíritus malignos conceden a quienes recurren a ellos. Como cristianos debemos huir de esa mentalidad. La Palabra de Dios que debe ser nuestra fuente segura no nos dice de manera pormenorizada  todo lo referente a Satanás y al mundo oculto a nuestros ojos y a nuestra inteligencia. Hay muchísimo que no sabemos y no podemos comprender. Esa es la voluntad de Dios. Las Sagradas Escrituras nos han dejado conocer lo esencial, y con eso basta. Querer penetrar por curiosidad en ese mundo constituye una pérdida de tiempo,  un abuso de nuestra parte, un grave pecado  y un exponerse a grandísimos peligros. Nuestros ojos los debemos poner en Jesucristo que es la única riqueza que vale la pena y es nuestra verdadera felicidad. Lo primero que debemos creer es que los demonios existen, que no son un mito, que no se trata de un invento de la Iglesia. La divina Revelación nos dice que los demonios son espíritus angélicos que Dios creó buenos. Llenos de soberbia se rebelaron contra el Señor y por libre elección rechazaron su condición de criaturas. Su loca ambición era ser iguales a Dios. Perdieron así su relación de amor a Dios y se volvieron malos, enemigos del Creador.  Se pervirtieron y volcaron todo su odio contra nosotros los seres humanos que somos imágenes del Creador.

No tenemos nada que ganar sirviendo a los demonios y sí tenemos todo que perder.  Por ser criaturas están totalmente sometidos a Dios. No pueden hacer absolutamente nada sin el permiso del Señor. La consecuencia de esto es que NO DEBEMOS TENER MIEDO A LOS DEMONIOS. Ellos son absolutamente mentirosos y tratarán de infundirnos miedo haciéndonos creer que son poderosos y que nos van a hacer daño. Todos los espíritus malignos y sus servidores son completamente débiles ante el Nombre de Jesucristo.  Terminan huyendo cuando los enfrentamos con la Sangre de Cristo. La táctica de los demonios es crear cortinas de humo, es decir, aparentar, confundir la mente y los sentimientos para mantenernos sometidos a su falso poder. Ante la mención del Nombre de Cristo y la exigencia de nuestra parte “se disipan como se disipa el humo”. Para defender nuestros hogares de la acción diabólica nuestra única defensa es la fidelidad a Cristo. Cuando pecamos y nos mantenemos en el pecado ellos entran y destruyen la familia promoviendo en su interior la división y las perversiones morales. La primera gran defensa contra las estrategias del mundo oculto es el conocimiento de Jesucristo, de su Palabra, de su Persona. Se trata de entrar en la gran amistad íntima y personal con el Creador, el Salvador, el Redentor. Allí reside todo. Familia que ama a Jesucristo y se le entrega y consagra totalmente a su servicio, no tiene nada que temer del enemigo. Ese es el fruto de la Llama de Amor del Inmaculado Corazón de María.

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