EL MISTERIO DE LA REDENCIÓN
En todo el Diario de Isabel Kindelmann el tema principal es la participación de los discípulos de Cristo en el misterio de la Redención. Podríamos decir que allí se concentra el efecto de gracia dela Llama de Amor del Inmaculado Corazón de María. No se puede salvar el alma si no participa en la Redención de Cristo. Pero ¿qué es el Misterio de la Redención? Leamos el Diario desde la primera página hasta la última y vayamos descubriendo los destellos de este gran Misterio Teológico que no basta captar con la mente. Es necesario descubrirlo con el corazón. Es un misterio velado, cerrado, en el que solamente penetran los humildes, los sencillos. Bien lo dijo Jesús: “Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes y se las has revelado a pequeños”.(Lc 10:21). La Redención es el meollo del toda la Biblia, del Evangelio. Es la buena nueva: Hemos sido salvados en Cristo, por Cristo, para Cristo.
Solamente hay salvación si somos una sola cosa con Cristo y vivimos en Cristo y con Cristo su dolorosa pasión. Cuando comprendemos esto comenzamos a ser discípulos de Jesús. La salvación no viene del conocimiento bíblico por más enciclopédico que sea, no viene de la sabiduría y ciencias humanas, no viene de la Filosofía, no viene del poder político, no viene ni de la psicología ni de la psiquiatría, no viene de las fuerzas del hombre, no viene del dinero. Por eso Dios escoge siempre a los pequeños, a los humildes, a los que son nada a los ojos de los poderosos. El Señor nos pide que nos volvamos como niños para entrar en el Reino de los Cielos. “Yo les aseguro: si no cambian y se hacen como los niños, no entrarán en el Reino de los Cielos. Así pues, quien se humille como este niño, ése es el mayor en el Reino de los Cielos”. (Mt 18:3–4). El primer paso para entrar en la comprensión de la gracia de la Llama de Amor es la actitud de humildad que nos vuelve aptos para aceptar la enseñanza del Inmaculado Corazón de María.
Los soberbios tropiezan con un muro infranqueable. Dios no se entrega a los soberbios de mente y de corazón. La Redención esencialmente consiste en el acto más íntimo de Jesús en la Cruz al expirar: es la entrega total de la voluntad de Jesús a la Voluntad del Padre. Es la aceptación amorosa y absoluta de la santísima Voluntad de su Padre sobre toda Su vida. Dios no nos quiso salvar por el poder humano sino por la muerte de su Hijo en la Cruz. Este es el Misterio que Dios escondió a los soberbios y reveló a los humildes. Se humilló hasta la muerte y muerte de Cruz. Por eso en el Diario Espiritual todo conduce a que comprendamos que el poder para vencer a Satanás viene de la Muerte y Resurrección de Jesús. Lo vencemos en nuestra vida en la medida en que morimos con Cristo. El dolor, el sufrimiento, la humillación, la aparente derrota de Jesucristo, en una palabra la Cruz de Cristo es nuestra victoria contra el Enemigo.
La vida de Isabel es un continuo llevar la cruz, hasta el calvario. Jesús pide a todos los que quieran salvarse que participen en su “Obra salvadora” (DE 3-1-1966). Esa participación en la muerte de Cristo no debe ser para el cristiano un espectáculo, ni siquiera una “contemplación mística”. Tiene que ser una realidad concreta de cada día: morir con Cristo. Por eso la gran enseñanza de la Llama de Amor es que para salvarnos debemos aceptar y amar el dolor que Dios nos envía y unirlo a los dolores de su Hijo Jesucristo. Allí está nuestra salvación. Cuando rechazamos los sufrimientos de esta vida y nos rebelamos contra el dolor estamos rechazando el instrumento que Dios nos da para reparar nuestros pecados y entrar en el Reino de los Cielos. El efecto de gracia de la Llama de Amor son los dolores de Jesucristo, la Redención, que debe llegar a toda la humanidad.