LA LLAMA DE AMOR ES UNA ESCUELA DE SANTIDAD PARA LA FAMILIA

La gracia de la Llama de Amor se da a las familias y especialmente a los esposos que tienen como principal deber la santificación de los hijos. Los discípulos de Cristo somos la Luz de este mundo que yace enceguecido por las tinieblas. Si la luz se volviese tinieblas este mundo quedaría doblemente ciego. Si la sal se vuelve insípida para nada sirve; se la tira a la calle. Uno de los frutos más importantes de la gracia de la Llama de Amor es la conversión de las familias y muy especialmente de las “católicas”. Dios ama infinitamente a todas las familias del mundo y quiere que cada uno de sus miembros se salve y llegue al conocimiento de la Verdad. Jesús confió a sus Discípulos (la Iglesia entera) el anuncio de esta Buena Nueva y cada bautizado recibe este mandato de manera implícita. Las familias católicas tienen una vocación: llevar el Evangelio hasta los confines del mundo, al menos por medio de la oración. Para llevar el “anuncio” de manera coherente y eficaz es necesario que cada familia se convierte en Luz y Sal de la Tierra.

La Virgen se queja a Isabel: “hay muchas familias  como la tuya: MUY FRÍAS” A éstas y a las demás quiero llenarlas de calor con la Llama de Amor de mi Corazón” (DE 19-11-62). Jesús pone en evidencia el pecado de la “indolencia” que agobia y ata a sus consagrados. El Señor anatematiza la indiferencia por la salvación de las almas que hunde a sus seguidores en la pasividad. “Yo sólo estoy quejándome, mi pequeña hija Carmelita, ¡Cuánto duele a Mi Sagrado Corazón ver tantas almas indiferentes!. El amor desbordante de Mi Corazón, no recibe respuesta de parte de las almas” (DE 30-7-1962). Es urgentemente necesario que las familias católicas se “conviertan” y se transformen en Luz y Sal de las familias que no conocen a Jesucristo y no lo han aceptado Señor y Salvador. La razón de esta frialdad por la salvación de la propia alma y de todas las almas es producto de la acción de los espíritus malignos. Éstos atacan la FE de los bautizados y a través de la pérdida de la FE van sistemáticamente destruyendo en las personas, en las familias y en la sociedad entera la moral, es decir la santidad de vida.

Al perderse la FE lógicamente la conducta humana queda sin guía y el hombre es arrastrado por la fuerza de las pasiones desordenadas. No hay gracia de Dios para vencerlas y ordenarlas. Una familia católica solamente puede ser instrumento de evangelización si desde su interior ha sido regenerada por la gracia divina. Este es el papel de la Llama de Amor: regenerar las familias centrándolas en Jesucristo. No hay regeneración sin un “combate” contra aquellos (los espíritus malignos) que propician la “degeneración” moral de las personas, de las familias y de la sociedad entera. Es lo que está pasando actualmente. Al perderse la FE en el seno de las familias católicas se han perdido  los valores cristianos y han sido remplazados por los falsos valores de la modernidad: “el éxito económico,  la “ciencia en sí misma sin referencia al Creador, la vanidad, el poder político, el placer sexual, la libertad sin dependencia de Dios, el librepensamiento, etc.”.

Quien no cree en nada (ateísmo) únicamente cree en sí mismo y en sus intereses egoístas. La  Llama de Amor vine a abrirnos los ojos. Es imposible vencer al mundo de la oscuridad sin la gracia de Dios. En la Iglesia se ha perdido la “escuela del combate espiritual contra los espíritus malignos porque se ha negado su existencia” desde las mismas cátedras de la teología y en los seminarios donde se forman los sacerdotes. La Virgen viene a llamar a los Obispos, Sacerdotes, Evangelizadores, Catequistas a retomar la enseñanza del Evangelio y la Doctrina perenne acerca de la necesidad y la manera de luchar contra Satanás y sus ángeles. El pueblo cristiano, ignorante, está a la merced de este mundo perverso y no sabe cómo defenderse. La gracia de la Llama de Amor es un punto de partida para que el Pueblo de Dios retome con sabiduría, firmeza y perseverancia esta lucha, guiado por sus sacerdotes.

Todo sacerdote está llamado a convertirse con la Llama de Amor en maestros del combate espiritual contra los espíritus malignos y sus servidores. Es necesario sobrepasar la “vergüenza” que el iluminismo y el racionalismo han impuesto a las “inteligencias” por creer en la existencia de los espíritus malignos. Hoy a muchos bautizados les da “vergüenza” manifestar su Fe en la existencia del Demonio y de su mundo. Esto es producto de la enseñanza en las universidades de una filosofía y de una ciencia sin referencia al Creador. Lo que resulta son maestros “ciegos guiando a otros ciegos”. La vocación del bautizado es la de ser “testigos” de Cristo. Jesús vino para “destruir las obras del Diablo”. Si no damos testimonio de la razón por la cual el Verbo de Dios se encarnó entonces dejamos de ser Luz y Sal de la Tierra.

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