LOS FRUTOS DEL ESOTERISMO
Una de las grandes tentaciones y engaños de los espíritus malignos en estos últimos tiempos son las diversas doctrinas y movimientos llamados “esotéricos”. Esta palabra significa “conocimiento oculto”, reservado para algunas personas. El Evangelio no es esotérico, sino muy al contrario, es para todo mundo. Es la buena nueva de la salvación a la que todos, ricos y pobres, niños y adultos, sanos y enfermos, judíos y no judíos, estamos llamados. Cuando Anás el sumo sacerdote interrogó a Jesús acerca de sus “discípulos y de su doctrina” el señor respondió: “Yo públicamente he hablado al mundo: siempre he enseñado en la sinagoga y en el templo donde se reúnen todos los judíos, y nada he hablado en oculto”. ¿Por qué me preguntas a mí? Pregunta a los que han oído, qué les haya yo hablado; he aquí, ellos saben lo que yo he dicho” (Jn 18,19-22).
Los que se han vuelto adeptos al esoterismo pretenden que Jesús enseñó de manera “oculta” a sus discípulos una doctrina diferente de la del Evangelio. Tenemos así innumerables grupos que estudian doctrinas que consideran “superiores al Evangelio” las cuales están reservadas a los “iniciados”. Estas pretendidas doctrinas salvíficas en realidad son una mezcla de elucubraciones mágicas y espiritistas producto de la imaginación humana por medio de las cuales se pretende llegar a la “unión con la divinidad”. El fondo de estas creencias es que el hombre no tiene necesidad de Redentor sino que “se salva por sí mismo, por sus propias fuerzas, por su conocimiento”. Entre ese polifacético ejército de grupos encontramos a los cristianos gnósticos que pretenden que Jesucristo no es Dios verdadero sino una especie de maestro excepcional investido por misteriosas fuerzas de lo alto que lo dotaron de poderes excepcionales.
Estos grupos, muchos de los cuales son inspirados por la masonería, son tremendamente anticatólicos. Aunque tomen nombres como “iglesia católica gnóstica” no tienen nada que ver con la verdadera Iglesia de Jesucristo que es UNA, SANTA, CATÓLICA Y APOSTÓLICA. El resultado del esoterismo en la vida de los bautizados es una tremenda confusión espiritual ya que destruye sistemáticamente la Fe. Estos grupos profesan una mezcolanza de doctrinas “humanas” a cual más “peregrinas” y de diversos orígenes, cargadas de ocultismo, magia y superstición. Mezclan la Biblia con la numerología pretendiendo que hay en ella mensajes ocultos cifrados de acuerdo al valor numérico de las letras hebreas. El resultado es que la Palabra de Dios es degradada por los cálculos supersticiosos y mágicos.
El movimiento llamado “La Nueva Era” es como una red en la que caben todas las doctrinas esotéricas. Lo más pernicioso es que pretenden que no hay oposición entre sus doctrinas y el cristianismo, por lo tanto según ellos podemos ser al mismo tiempo seguidores de Jesucristo y de la Nueva Era. Como cristianos debemos abrir los ojos ante la propaganda insidiosa y mentirosa de los diversos grupos que integran este movimiento. Darnos cuenta de que el Dios de Jesucristo nada tiene que ver con el panteísmo que predican, que Jesús es el verdadero Mesías y no un nuevo cristo llamado Maitreya que ellos esperan, que los cristianos esperamos en la divina providencia y no en las fuerzas de los astros, que la creencia en la reencarnación de las almas nada tiene que ver con la Resurrección de los muertos, etc. Hoy más que nunca los que hemos recibido como herencia la Fe Católica necesitamos una sólida formación catequética y teológica porque las tentaciones para que vivamos una Fe falsificada son muchísimas.
Detrás de toda esa confusión están los espíritus malignos que atacan directamente la inteligencia para que no podamos ver con claridad la Verdad de Jesucristo. Nuestra inteligencia es el gran don que nos hace imagen de Dios y que nos diferencia de los animales. Debemos cuidarla invocando constantemente la acción del Espíritu Santo que con sus don de Sabiduría nos introduce como un guía en la Verdad. La Llama de Amor nos centra en la Verdad. María Santísima insiste constantemente en que la Llama de Amor es Jesucristo su Hijo. Que con esa Llama debemos incendiar familia por familia para que salga de los hogares la confusión que reina en muchos. San Pablo nos dice que es de la predicación que brota la Fe. Por ese motivo debemos predicar sin cesar el mensaje de María Santísima que tiene como primer efecto la iluminación de las inteligencias por la renovación de las virtudes teologales en las almas y en la familia.