CÓMO ACTÚAN LOS DEMONIOS (1)

El tema de lo demoníaco, de lo oculto, de lo mágico, de las almas de los muertos  es como una trampa que los mismos demonios utilizan para atrapar a aquellas personas que no tienen a defensa de la Fe católica. Suscitan en ellas la “vana curiosidad”.  Nuestra inteligencia esta hecha para “conocer a Dios”, que es en sí la Verdad. Las facultades intelectuales que el Señor nos ha dado tienen ese primer objetivo: darnos la oportunidad de “conocer a nuestro Creador” para amarlo y servirlo mejor y así lograr la santidad de vida y nuestra salvación eterna. El pecado original hirió las  facultades intelectuales y afectivas y creó un desequilibrio en nuestro interior. La “escala de valores”, las “prioridades” del ser humano se desajustaron. El apetito o deseo de conocer indiscriminadamente la realidad, se convirtió en una tentación. En vez de utilizar las facultades intelectuales para conocer en primer lugar el misterio divino que nos es dado por la “divina Revelación”, el hombre está tentado en el “conocer por el conocer”, en el “saber por el saber”. 

Las facultades no se orientan a conocer lo primordial, que es la salvación eterna del alma, sino al conocimiento “curioso” que no tiene el “sentido” o la “dirección” que el Creador imprimió a la inteligencia. Se llega así a la “idolatría” del conocimiento en sí mismo. Es algo así como el engaño que sufren aquellas personas que no son expertas en joyas, en diamantes. Son víctimas de timadores que les ofrecen vidrios tallados de bellísimos colores como si fueran diamantes.  No son capaces de distinguir entre las joyas auténticas y las falsificaciones. Dios nos dio las facultades para que orientáramos el conocimiento humano en el recto camino. No hay oposición entre la ciencia y la Fe, porque Dios es el Creador de todo lo que existe y cuando conocemos las cosas en realidad lo estamos honrando. 

Sin embargo debe haber una prioridad: el conocimiento de Dios es el que nos ayuda a organizar la ciencia en función de nuestro primordial objetivo: la salvación del alma. Aquí llegamos al punto clave: los espíritus malignos influyen en nuestra personalidad suscitando deseos, apetitos, ganas, tendencias fuertes a conocer el futuro fuera de la voluntad de Dios. Tenemos el engaño. Los demonios nos ofrecen su ayuda si recurrimos a ellos. Entran en acción los espíritus de la adivinación. Se recurre a los “adivinos”, “la invocación de los muertos con la uija”, “al tarot”, a infinidad de medios diabólicos adivinatorios. En vez de confiar en los medios que el Señor nos da para conservar la paz interior y la serenidad ante los problemas de la vida, el hombre recurre a lo que Dios prohibe expresamente en su Revelación divina. Se hace a un lado la Divina Providencia. 

Yendo más adelante los espíritus malignos nos ofertan los “conocimientos ocultos” o “esotéricos” que pretenden la “salvación personal” o el “perfeccionamiento de la persona humana” por doctrinas reservadas a los iniciados. Estas son un conjunto de elucubraciones completamente alejadas de lo que Dios nos dice en las Sagradas Escrituras y la Tradición de la Iglesia. Son muy variadas y encierran de todo: fantasías, parapsicología, metafísica, espiritismo, falsas ciencias, cábala, adoración a Lucifer, Bafomet, Satanás, religiones orientales (Hinduísmo, Budismo, Zen…) astrología, religiones antiguas de occidente, la sexualidad desenfrenada, etc. Se trata de un mundo de increíble confusión bajo el pretexto de “conocimiento” que lleva al ser humano al propio perfeccionamiento. Esto es puro engaño diabólico: nos aparta de lo esencial que es Jesucristo el único salvador. El engaño sigue y los demonios ofertan las “profundidades de Satanás” (Ap 2,24). Todo lo relativo a la magia en sí misma. La adoración a Satanás. El servicio idolátrico de le bujería, la consagración de la vida a los demonios. 

 La vana curiosidad lleva al enceguecimiento de la inteligencia y al endurecimiento del corazón del hombre, al rechazo a Dios, a Jesucristo, a María Santísima, a la Iglesia, a todo lo sagrado. Convierte a las personas atrapadas en esta maraña en seres orgullosos, soberbios, llenos de autosuficiencia, aferrados emocionalmente a sus creencias, convencidos de que se pueden salvar a sí mismos por sus conocimientos. La única defensa que tenemos ante este mundo seductor es el de la FE VIVA Y AUTÉNTICA que ilumina nuestra inteligencia y calienta nuestro corazón por el amor a Dios. La Fe nos lleva a renunciar a todo eso que los espíritus malignos proponen porque detrás de la oferta aparentemente “interesante” , “buena”, ingenua”, “apetitosa”, en realidad lo que hay es un engaño, como el que la Serpiente le hizo a Eva. Los seres humanos no tenemos más que un Camino seguro y ese se llama Jesucristo. El Inmaculado Corazón de María nos lo recuerda cuando nos dice: Mi Llama de Amor es mi Hijo Jesucristo.

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