CÓMO ACTÚAN LOS DEMONIOS (3)

Al discernir la manera cómo actúan los demonios es necesario contar con una realidad: son criaturas de Dios, por lo tanto dependen totalmente de la Voluntad del Creador. No pueden hacer lo que les venga en ganas. Ni tienen en sí mismos poderes. Todo lo que tienen y todo lo que son viene como un don de Dios para ellos. Esto lo debemos tener muy en cuenta para nuestra tranquilidad y paz. El Señor, nuestro Padre Celestial, les permite actuar sobre este mundo y sobre nosotros para que saquemos de sus ataques un gran bien espiritual. Como ellos son mentirosos siempre dicen cuando hablan con mucha arrogancia y seguridad: “soy grande, soy poderoso, no sabes con quién te estás enfrentando”, “te voy a destruir”, etc.  Pretenden llenarnos de miedo. En realidad los que se mueren de miedo son ellos porque saben que si invocamos contra ellos el Nombre del Señor o su Sangre preciosa, experimentan tremenda humillación. 

Lo mejor es no hacerles caso, no escucharlos ni responderles. Si entramos en conversación con ellos terminamos confundidos, enredados y extraviados. Ellos son “personas”, sólo que no tienen cuerpo material. Son espíritus. Cuando oramos por hermanos que están afectadas por la acción de los espíritus inmundos debemos ir directamente al Señor y suplicarle con humildad que Él sane, libere, consuele, ayude al hermano en cuestión. La acción más grave de Satanás es “la que no se ve con los ojos de la carne ni con nuestras facultades humanas”. Esa acción se ejerce sobre la mente y sobre los sentimientos. En los posesos vemos con nuestros ojos la manera de actuar de los demonios. En el Evangelio hay varios ejemplos: la mujer encorvada, el mudo, los endemoniados de Gerasa, etc. Los endemoniados gritan, se contorsionan, toman posturas grotescas, etc. Son manifestaciones escandalosas. Hay otras acciones mucho más graves que no se expresan con violencias  y por eso pasan inadvertidas. Se trata de las influencias demoníacas sobre las pasiones del ser humano.

Estos espíritus se llaman inmundos porque se oponen en todo a la voluntad de Dios y nos quieren arrastrar lejos del Señor. Nos cuesta ver la acción de los espíritus malignos en la depresión, la tristeza, la desesperación, el aislamiento, el encerramiento en sí mismo, el suicidio. Pensamos que se trata de problemas psicológicos. Frente a las personas afectadas por el alcoholismo, la drogadicción, la promiscuidad, el adulterio, las obsesiones en el campo de la sexualidad, las atracciones  hacia el mismo sexo, etc. no se nos ocurre pensar que sean víctimas de opresiones demoníacas. Quienes son llevados por accesos terrible de ira, son violentos, golpean a su cónyuge, sienten placer en torturar y dañas a su prójimo, asesinan, etc. nos parecen dignos de lástima, pero creemos que sean víctimas de la acción de los demonios.

 Aquellos que están atormentados por dudas de Fe, que sienten aversión a la oración, a lo sagrado, que rechazan el Evangelio, que no pueden orar o leer la Palabra de Dios, que se vuelven ateos y perseguidores de la Iglesia, no los vemos como endemoniados pero la realidad es que están afectados por espíritus malignos.  Y así podríamos ir descubriendo las influencias de los demonios y sus colaboradores en todas las áreas de la personalidad humana. La psicología moderna, la psiquiatría darán otras explicaciones válidas sobre estos fenómenos. Lo espiritual no es su campo, sino la conducta humana en sí misma. Más allá de las causas “naturales” de una conducta “anómala” debemos buscar si están actuando los espíritus malignos. Los padres de familia deben aprender a discernir la presencia de los demonios en la conducta de sus hijos para ayudarles en el proceso de liberación y sanación.

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