EL CREDO

Para discernir lo que viene de Dios y lo que viene del Maligno tendremos que ir, como católicos que somos, a las fuentes:  a la Palabra de Dios y a las enseñanzas de la Iglesia. Allí encontraremos los puntos de referencia que nos permitirán distinguir la acción de Dios y la acción del Demonio en nuestras vidas. Lucifer va a atacar nuestra inteligencia para extraviarla. Una vez confundida nuestra capacidad de pensar quedamos prisioneros de su increíble habilidad para hacernos sentir “cómodos” en el error. ¿Dónde encontramos esos puntos de referencia que nos ayudarán a caminar en la Verdad y a focalizar el error? Comencemos por el Credo, la profesión de Fe Católica en la que la Iglesia ha resumido lo esencial de la Revelación divina. 

El primer artículo de esta fórmula nos dice: Creo en un solo Dios. La Iglesia me garantiza que Dios existe y que solamente hay uno. Comprendemos que el ateísmo y la negación de Dios vienen del maligno, así como el politeísmo (la existencia de varios dioses). Ese Dios es Padre-Hijo-Espíritu Santo pero no son tres dioses, sino que es un sólo Dios en tres personas distintas. Es la plenitud de la Revelación aportada por Jesucristo. Nos distinguimos del Judaísmo y del Islam que son monoteístas pero no trinitarios. Ese Dios verdadero es Creador de todo cuanto existe, lo espiritual (el cielo:mundo angélico)  y la tierra (todo lo material). De aquí derivan muchas cosas que nos protegerán del error: primeramente el Señorío de Dios sobre nuestra propia existencia y sobre todo cuanto existe. 

Como criaturas que somos la plenitud de nuestra felicidad consiste en amar a ese Dios que nos ha creado con todo nuestro ser. Debemos someternos  amorosamente a nuestro Creador porque siendo Él perfecto nos ha llamado a la existencia por amor y le pertenecemos en tanto que hijos. Es un grave error  pensar que somos independientes de Dios, que somos autónomos o que Dios es “malo” y es “nuestro enemigo”.  Todo lo que somos y todo lo que tenemos, le pertenece al Creador. Los mismos demonios pertenecen a Dios en cuanto que son sus criaturas. Están bajo su total dominio. Satanás no podrá engañarnos cuando pretende ser dios todopoderoso e independiente. Las ideologías ateas que hoy dominan el mundo no son más que obras humanas que se desmoronarán con el tiempo. 

La Fe nos libera de caer en esos tremendos errores del materialismo.  El Demonio no puede infundirnos miedo porque no tiene ningún poder por sí mismo. En cuanto a la Persona de Jesucristo la Iglesia nos dice que es Dios verdadero y Hombre verdadero igual al Padre y al Espíritu Santo.  Es el Verbo encarnado, la segunda Persona de la Santísima Trinidad. Él como Dios tiene en sus manos todo el Poder y merece nuestra adoración y todo nuestro amoroso sometimiento. ¡El es el Rey!  Como hombre es igual a nosotros, pero nace por obra del Espíritu Santo, no por obra humana. El Credo nos libera de todo error respecto a Jesucristo, nos protege de las herejías, que vienen de Satanás. María su Madre es Virgen, es Madre de Dios y Madre nuestra y merece de nuestra parte un culto especial llamado “hiperdulía”.  

Jesucristo Llevó sobre Sí nuestros pecados, es nuestro Salvador, nuestro Redentor. Su Sangre preciosa derramada en la Cruz es nuestra fuerza y nuestra salvación contra el Maligno Enemigo y contra cualquier otro obstáculo en nuestras vidas. ¡Cristo está vivo!  ¡Resucitado!  actuante en el mundo como el único y soberano Señor. No hay otro fuera de Él. Cristo está en el Cielo a la derecha del Padre para interceder por nosotros. El Espíritu Santo, la tercera Persona de la Trinidad, es igualmente Dios verdadero, es el Amor del Padre y del Hijo. No es una “energía impersonal” sino la presencia viva de Dios en medio de nosotros. Él es el Esposo de la Iglesia, es decir de nosotros. Somos liberados de los errores que promueven las “religiones orientales” que nos hablan de panteísmo, de reencarnación, de “iluminación” puramente humana. 

Los últimos artículos del Credo nos hablan de la Iglesia que es UNA, SANTA, CATÓLICA Y APOSTÓLICA. Con estas cuatro palabras somos centrados en la verdad respecto de la Obra de Cristo: su Pueblo Santo. Somos protegidos de la obra satánica de la división y del error. Y por último el maravilloso regalo de Dios: no morimos para siempre, nuestro destino no es la muerte, sino el Cielo por toda la eternidad. ¡Resucitaremos! No viviremos indefinidamente en esta tierra reencarnándonos miserablemente en animales estúpidos, sino que estamos destinados a gozar por toda la eternidad del amor de nuestro Padre celestial. Dios nos ama y al crearnos nos destinó a ser sus hijos en Cristo Jesús siendo uno con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos.  El Credo es el punto de referencia principal que nos protege de Lucifer, porque ilumina nuestra inteligencia con la Verdad. Debemos meditar todo el tiempo en el Credo porque en él se encuentra la fuerza de nuestra Fe.  ¡El Credo es una maravilla! .

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