EL AVE MARÍA

Los demonios experimentan un gran miedo ante la figura de María Santísima. Esto se comprueba constantemente en los exorcismos y oraciones de liberación. Su Maternidad divina y su condición de Inmaculada colocan a María Santísima en un tal grado de santidad que su presencia desconcierta al mundo demoníaco hasta hacerlo temblar de pavor. Ellos sienten la “emanación de santidad” que sale de la Virgen y no la pueden resistir. Cuando invocamos la poderosa intercesión de María como Madre de Dios y Madre nuestra la Santísima Señora responde inmediatamente a nuestras súplicas y la acción diabólica es neutralizada y vencida. Este es el secreto de la Llama de Amor, el efecto de gracia concedido por el Padre Eterno a la Madre de su Hijo: el poder de cegar a Satanás en medio de cualquier circunstancia y lugar.  En el plan de Dios María es la Madre de su Hijo y la Madre espiritual de todos los seres humanos. Su vocación es la de Co-Redentora. Unida inseparablemente a su Hijo por la maternidad, lo es igualmente por la participación en la muerte de Jesús. 

Al pie de la Cruz la Santísima Señora recibe directamente de su Hijo la maternidad espiritual de todos aquellos que quieren ser sus discípulos. La Cruz hace temblar al infierno porque le recuerda la derrota final en el Calvario. Al unirnos íntima e inseparablemente a Cristo por el bautismo quedamos también íntima e inseparablemente unidos a María, Madre espiritual nuestra.  Uno de los signos de ataque diabólico contra un bautizado en su inteligencia y en su corazón es que sienta rechazo e indiferencia hacia la Virgen María. Con esto hay que tener mucho cuidado. Cuando el alma consiente esos pensamientos y sentimientos que le brotan contra la Madre de Jesús se ha de saber que el Maligno está trabajando de manera particular a esta persona para arrastrarla fuera de Jesucristo. 

No es normal, ni sano, que un bautizado sienta rechazo a la Madre Santísima del Señor. Hay que considerar como una de las más graves tentaciones el experimentar sentimientos de odio, de ira, de indiferencia, de desinterés, de disgusto, de rechazo a la Santísima Señora. Insultarla, blasfemar en contra de Ella, es uno de los pecados más graves porque hiere directamente el Corazón del Hijo. Rechazada María junto con Ella es rechazado Jesús. Es una ilusión diabólica pensar que se puede amar a Jesús sin amar a su Madre.  El Espíritu Santo nos lleva a amar a María. Nos hace  sentir su fuego ardiente de amor hacia Ella. Él es quien ama a su Esposa Santísima en el interior de nuestra alma. Es Cristo Jesús quien en nuestro interior ama a su Madre y a su Esposa la Iglesia. Cuando decimos “derrama el efecto de gracia de tu Llama de Amor sobre toda la humanidad” es Cristo quien se lo dice a su Madre para que Ella derrame los efectos de la Redención sobre todos los seres humanos sin excepción.

El Ave María es la oración mariana por excelencia ya que proviene directamente de las Sagradas Escrituras y por lo tanto del Espíritu Santo.  San Lucas nos relata (Lc 1,26-38) la impresionante escena en la que el Arcángel Gabriel se inclina reverente ante la jovencita  de Nazareth para comunicarle la Buena Nueva de la encarnación del Verbo. María Santísima tiene sobre los demonios un poder absoluto como Madre de Dios y Madre Espiritual de la humanidad. Este poder se manifiesta concretamente en el Diario de Isabel Kindelmann con el Santo Rosario y la jaculatoria insertada en el Ave María. Por ese motivo el Rosario es un arma letal, tremenda, destructora de la acción de Satanás. Cuando se reza con una Fe absoluta, con grande y amorosa piedad, con atención, con obediencia y humildad, con amor vibrante hacia la Santísima Señora, hasta allí llegó Satanás. El Enemigo se comienza a cegar y a desmoronarse su poder. 

El rosario es la expresión de una vida de amor hacia la Señora. Solamente puede rezarlo con alegría quien la ama sinceramente. El que experimenta rechazo al rosario debe decirse a sí mismo que todavía su corazón está lejos  de Ella y es necesario que crezca en la Fe. Es voluntad de Jesús que su Madre Santísima sea honrada en cada familia e institución cristiana con el mayor amor, respeto y reverencia. El rosario tiene tal poder ante los ojos del Padre Eterno que es la oración por excelencia de la Iglesia para combatir el reino de las tinieblas. Al recitarlo como se debe estamos contemplando el rostro del Hijo por la meditación de los misterios de su vida.. Los demonios huyen de allí donde Jesucristo es amado y adorado como Rey y Señor.

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