LOS PADRES DE FAMILIA PROFETAS Y TESTIGOS DE CRISTO ANTE SUS HIJOS (1)
Llevar la Llama de Amor al interior de las familias no deja de ser una labor verdaderamente difícil y dolorosa. La mayor parte de los padres de familia necesitan gracias especiales de sabiduría, fortaleza y perseverancia extraordinarias para introducirla en la vida diaria de su familia porque “nadie es profeta en su tierra”. La gracia de la Llama de Amor encierra en sí misma algo aparentemente contradictorio. Por un lado la Virgen nos dice que la Llama de Amor es su Hijo Jesucristo, y por el otro que se trata de una gracia nueva que nunca antes había sido dada. Jesucristo ha sido desde hace dos mil años el centro del Evangelio, por lo tanto no podemos decir que se trate de algo “nuevo”, sin embargo la novedad de la gracia de la Llama de Amor se vuelve realidad cada día que pasa en la medida en que es aceptada y llevada a la práctica. No hay nada que tanto ciegue a Satanás.
Los papás y las mamás se enfrentan a una vocación de altísimo nivel, tanto que María la compara a la dignidad sacerdotal. Nos encontramos con que la vocación a la paternidad es en sí misma un verdadero “ministerio profético” porque no se detiene en el terreno de lo biológico sino que se desarrolla plenamente en el terreno espiritual. Solamente son verdaderos padres y verdaderas madres aquellos que educan a sus hijos en la vida sobrenatural. En el plan de Dios el padre y la madre son los profetas que deben anunciar a Jesucristo a cada uno de sus hijos. El profeta en el Antiguo Testamento es el que anuncia un mensaje de Dios al pueblo de Israel.
En el Nuevo Testamento es el que anuncia a Cristo Jesús ya que Él es el Mensaje de Dios a la humanidad. “Él fue quien les dio a unos la capacidad de ser apóstoles; a otros, la de ser profetas; a otros, la de ser evangelistas; y a otros, la de ser pastores y maestros” (Ef 4,11). Los padres y madres deben ser apóstoles, profetas, evangelistas, pastores y maestros en el seno de su hogar. “También hay algunos que hacen milagros, y otros que tienen la capacidad de sanar a los enfermos; algunos ayudan, otros dirigen, y aun otros hablan en idiomas desconocidos” (1 Co 12.28). La gran responsabilidad de los padres de familia es la de ser testigos del evangelio para sus hijos: deben anunciarles a Cristo y deben denunciarles el pecado que les impiden entrar en el reino de los Cielos.
Es una misión muy difícil y muy dolorosa. Isabel sufrió en su hogar a causa de sus hijos: “…tú también eres madre de una familia numerosa. Conoces todas las penas y problemas de una familia a través de tus hijos. Has tenido y tienes muchos dolores a causa de tus hijos. Soportar todo esto es meritorio para ti y para cualquier madre de familia.” “Solamente una madre es capaz de compartir verdaderamente conmigo mis dolores”. “Sufro tanto a causa de las almas que se pierden”. (DE 19-11-1962). Los progenitores están llamados a hablar en nombre de Cristo a sus hijos (Ro. 12:6;1 Co. 12:10) y esto muchas veces implica “llamarlos a la conversión para que abandonen la mala conducta” lo que con frecuencia es difícil y doloroso.
Esta misión profética exige de los padres la propia conversión. No puede tener autoridad moral sobre sus hijos aquel padre que no da el ejemplo de vida. La Devoción a la Llama de Amor debe comenzar por la conversión de los esposos. Dios les da las gracias que necesitan para ir llevando día a día este proceso de la propia santificación (DE 28-2-1963). Cuando los padres son verdaderos testigos de Cristo Jesús en el interior del hogar, la gracia de la Llama de Amor se expande vertiginosamente. Eso es lo que la Virgen quiere que los padres sean verdaderos profetas y anuncien a Cristo no sólo con su boca, sino sobre todo con su vida.
Es cierto. El combate espiritual se recrudece de la manera más impresionante, especialmente en el hogar, lugar donde los ataques son más punzantes… Pero asumiendo la Llama de Amor con la Fuerza de la Sangre de Cristo, LLegará el momento de la UNIDAD DE LA IGLESIA DOMÉSTICA…