EL GRAN LLAMADO DE LA VIRGEN A LAS FAMILIAS (7)

SATANÁS SE SIRVE DE LA MEMORIA PARA ATACAR LA VOLUNTAD

La memoria es una facultad importantísima del  alma. Gracias a ella recordamos el pasado y conservamos la conciencia de nuestra identidad. Si no tuviésemos memoria no sabríamos quiénes somos, ni de dónde venimos, ni a dónde vamos. Prácticamente nada se olvida, todo queda misteriosamente inmerso en lo profundo de nuestra persona y aunque no nos demos cuenta, el pasado sigue influyendo en nuestro presente. Los acontecimientos felices y también los dolorosos están en cierta manera resonando  en nuestra vida; actúan sobre nosotros e influencian nuestra conducta para bien o para mal. Esto es algo “normal” porque forma parte de nuestra “estructura” psíquica. Son embargo debemos contar con un elemento que va más allá del campo de  las ciencias de la conducta.

La acción del Demonio sobre la “memoria”. Si nosotros siendo humanos podemos de múltiples maneras influir sobre las personas, presentes o ausentes, ¿cuánto más el Demonio o los demonios que son espíritus puros? El enemigo maligno  mejor que nadie conoce a fondo nuestra manera de ser y nuestra propia historia, la de nuestra familia, la de la sociedad y la del mundo entero.  El Demonio es un gran psicólogo, como dice el dicho: “El Diablo sabe más por viejo que por Diablo”.  Puede servirse de las  experiencias de nuestra vida pasada, sean felices o infelices, como instrumentos para provocar a nuestra voluntad. Pueden influir de tal manera sobre nuestra  memoria, que ésta haga presentes acontecimientos dolorosos del pasado, con la intención de  llevarnos a la tristeza, a la desesperación, a la angustia, al borde del suicidio; son capaces de suscitar recuerdos pecaminosos y convertirlos en obsesiones de toda especie, de traer a nuestra memoria las injusticias que hemos sufrido, puede suscitar ira, deseos de venganza, amarguras, provocar pleitos.

No le es difícil excitar la imaginación y la fantasía para llevarnos al paroxismo del miedo o de una aparente felicidad. O por el contrario, pueden obstaculizar el uso de la memoria e impedirle actuar.  Estamos hechos de tal manera que la memoria desempeña un papel determinante en nuestra vida diaria. De ordinario los espíritus inmundos se aprovechan de las heridas emocionales que hemos sufrido durante los años de la infancia y juventud para provocarnos daños espirituales: rebeldía contra Dios, contra los padres, maltrato a la esposa, a los hijos, adiciones alcohólicas, a estupefacientes, etc. El Demonio nunca nos propondrá hacer el bien, a no ser que se trate de un engaño. Si no fuera porque el Señor nos protege de la acción demoníaca, en cuestión de segundos los demonios nos reducirían a la esclavitud más terrible.

En el Diario Espiritual nos encontramos con una Isabel Kindelmann que lucha todo el tiempo contra el enemigo que perturba sus facultades. Nos dice “Ese tormento es tal, que nunca sentí algo semejante en toda mi vida…¡Esta es una vida terrible! Vivir sin descansar…En este gran tormento espiritual no es de sorprenderse que hoy también lo único que deseo es morir…Todo está oscuro y sin metas delante de mí. La vida es extraña para mí, ¿cómo puedo vivir por Dios…sin Dios?…(DE 18-6-1965). Frente a esta fragilidad  de la naturaleza humana ante el poder y malicia de los demonios, no nos queda más remedio que recurrir a Dios para obtener protección.

Si los psiquiatras tuvieran fe en Dios y conocieran el mundo diabólico tratarían a sus pacientes de manera diferente. Incontables “enfermos psíquicos” son en realidad víctimas de la obra de los espíritus malignos. La gracia de la Llama de Amor tiene por objetivo atar a los entes espirituales nefastos de tal manera que no puedan someternos. La Virgen los ciega, los quebranta, los hace huir. Nuestra Señora  “educa”, y “enseña” a sus hijos a someter las facultades del alma al Señorío de Jesús para que podamos vivir de manera victoriosa la indispensable batalla por nuestra salvación. La Virgen dice: “De la luz de mi Llama de Amor Satanás quedará ciego” (DE 9-7-1965).

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