UNA FALLA MUY SERIA EN LA FORMACIÓN DE LOS SACERDOTES
Una de las fallas en la pastoral de la Iglesia es que los sacerdotes no están en su mayoría preparados para ayudar a los fieles a combatir al Demonio. El pastor debe defender al rebaño del lobo y si no sabe enfrentarse al maligno, ¿cómo podrá ayudar y defender a las personas afligidas por la acción diabólica? Siendo otro Cristo por su ordenación sacerdotal tiene por vocación hacer las mismas obras que Jesús hacía. El Señor vino para deshacer las obras del diablo (1Jn 3,8). Cuando San Pablo VI dijo que por algún resquicio el humo del infierno se había introducido en el Templo de Dios estaba haciendo una denuncia de grandísima importancia que es necesario profundizar para llegar a comprender la enorme trascendencia de la acción diabólica en el interior de la iglesia.
Uno de los resquicios por los que se ha filtrado la acción del demonio en la Iglesia han sido las facultades de teología y los seminarios donde se forman los sacerdotes. Muchos profesores de teología, imbuidos por corrientes filosóficas alejadas u opuestas al Magisterio de la Iglesia, diseminaron y siguen diseminando verdaderas herejías en las casas de formación. Esto parece inconcebible en una Iglesia que se ha caracterizado por vigilar con cuidado la ortodoxia en la enseñanza de los futuros sacerdotes. Sin embargo es la triste realidad. Una enorme crisis en la teología dio como resultado que después del Concilio Vaticano II muchos Seminarios fuesen contaminados con enseñanzas heréticas tanto en la filosofía y teología, como en la moral.
Entre esas herejías está la de la no existencia de los ángeles, de los demonios y del infierno. Tan grave ha sido la crisis que la Iglesia ha sufrido y sigue sufriendo, que los seminarios se vaciaron, miles de sacerdotes (más de ochenta mil) dejaron su sagrado ministerio para secularizarse y alrededor de doscientas mil religiosas abandonaron sus congregaciones. Una de las consecuencias más desastrosas de esta crisis ha sido que en la formación de los sacerdotes haya una gran laguna en el campo de la demonología y del cuidado de las personas sometidas a la acción de los espíritus malignos.
El pastor debe tener un doble cuidado: el cuidado de sí mismo y el cuidado de sus ovejas. El combate espiritual (Ef 6,10…) comienza con uno mismo y se prolonga en la ayuda a los demás para que también combatan al enemigo de nuestra salvación. Si el propio pastor no se da cuenta de que existe el mundo de los espíritus infernales y que ese mundo oculto lo ataca, lo ata y lo destruye,¿cómo podrá ayudar a sus ovejas a defenderse ellas mismas? Si no se cree en la existencia y acción de los espíritus malignos cómo se podrá llevar a cabo un efectivo cuidado pastoral de las almas? Los problemas espirituales quedan reducidos a lo psicológico con un grave daño para la salvación eterna de los fieles.