ESTAMOS VIVIENDO LOS TIEMPOS DE LA LLAMA DE AMOR  

El Inmaculado Corazón de María es el gran instrumento de la Santísima Trinidad para llevar a toda la humanidad en estos momentos a los pies de Jesús nuestro Salvador. La Llama de Amor es la Devoción para los últimos tiempos. Los cristianos debemos aprovechar estos días en que la humanidad entera está angustiada ante la ferocidad de la muerte para dar al mundo  el único mensaje que puede devolverle la esperanza y la paz. Tenemos que denunciar la realidad: Por la envidia de Satanás entró la muerte al mundo. El pecado fue el instrumento del Demonio para arrastrar al hombre a la desesperación. Debemos gritar al mundo entero que la muerte ha sido vencida, que el Demonio no es el dueño y señor de esta humanidad, sino Jesucristo vencedor de la muerte. 

Los filósofos y pensadores del ateísmo han arrastrado a las últimas generaciones a la tristeza y al sin sentido: ¡Dios no existe!, lo único que existe es la materia y con la muerte termina todo.  Por ese motivo el mundo está desquiciado y desesperado en medio de esta crisis. No tiene donde amarrarse. Según ellos la muerte no tiene solución. El ateísmo y el materialismo no han aportado nada bueno a esta humanidad, más bien la han conducido al suicidio. La Iglesia, todos los que creemos en Jesucristo, tenemos una primera gran responsabilidad en estos momentos espantosos para con este mundo que está envuelto en el miedo visceral: recordar la realidad suprema: ¡Dios existe! Él es nuestro Padre, somos sus hijos infinitamente amados.  Nos creó con un propósito: hacernos felices para siempre. 

La muerte ha sido vencida por su Hijo, ¡nuestro Hermano! La resurrección de Cristo es la grande y única Esperanza que tenemos contra la Muerte que nos amenaza. Esta pandemia debe abrirle los ojos a infinidad de hombres soberbios, orgullosos, enceguecidos por las ideología ateas y materilistas. Se creen los dueños y señores del mundo. Un simple virus ha bastado al Señor y Creador para recordales que no son dioses sino pequeñas y débiles criaturas. Ya lo dijo la Virgen en Fátima, si no se convierten y dejan de ofender al Señor vendrán otros dolorosos llamados y se cumplirán las palabras del Evangelio: “En aquellos días habrá una tribulación tan grande como no la hubo desde que Dios creó al mundo…” (Marc 13). Podemos vivir estos días como esclavos del miedo, de la muerte, del pecado, de Satanás, o como los soldados victoriosos de la MUJER  del Apocalipsis. 

La revestida de Sol y coronada de doce estrellas que dio a luz al vencedor del Dragón y de la Muerte. Nuestras armas son la intensa y perseverante oración, las redes sociales de las que podemos servirnos para llamar a millones de personas a volver los ojos a Jesucristo. María lo dice en el Diario Espiritual: “Hay tanto pecado en el país, Mi hijita carmelita, ayúdame, salvémoslo! Yo pongo un Haz de Luz en tus manos, es la Llama de Amor de mi Corazón. ¡A la Llama de Amor de mi Corazón añade tu amor y pásala a otros, hijita mía” (DE 13-4-1962).  Debemos estar seguros de que “no se mueve la hoja del árbol sin que Dios no lo quiera” para nuestro mayor bien. Lo que aparentemente es una desgracia de proporciones planetarias para nosotros es la gran oportunidad de anunciar a Jesucristo.

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