anunciadores de la Buena Nueva del Evangelio


En el Diario Espiritual María Santísima invita a todas las familias a convertirse en verdaderos SANTUARIOS en donde los miembros adoren a Dios en espíritu y en verdad. La familia cristiana es el lugar en donde Jesucristo santifica las almas y las conduce a la Patria Celestial. Para convertir las familias en Santuarios debemos en primer lugar recuperar el sentido del Sacramento del Bautismo. Por este sacramento renunciamos a Satanás y nos sometemos a Jesucristo. Renunciamos a vivir según los criterios del mundo, del demonio y de la carne y asumimos los criterios del evangelio.

El agua bautismal realiza en nosotros el misterio de nuestra transformación en Cristo. Somos identificados a Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote. Recibimos el carácter sacerdotal de Jesús. Se nos dan las tres grandes virtudes teologales que gobiernan la vida del cristiano. LA FE, LA ESPERANZA Y LA CARIDAD. Igualmente las cuatro virtudes cardinales: PRUDENCIA, JUSTICIA, FORTALEZA Y TEMPLANZA. Recibimos los siete Dones del Espíritu Santo: SABIDURÍA, ENTENDIMIENTO, CONSEJO, FORTALEZA, CIENCIA , PIEDAD Y TEMOR DE DIOS. Estos siete Dones producen en la familia cristiana los doce frutos del Espíritu Santo: caridad, gozo, paz, paciencia, longanimidad , bondad, mansedumbre, fe, fidelidad modestia, continencia y castidad. Estas son las herramientas que junto con la Palabra de Dios, conocida y vivida nos permitirán construir el SANTUARIO FAMILIAR.Decíamos ayer que desgraciadamente numerosas familias que se consideran a sí mismas cristianas lo son únicamente de nombre porque no producen los frutos del Espíritu Santo. Allí donde no reina Jesucristo no hay Espíritu Santo y no se dan a la perfección sus doce frutos.

Los cónyuges pueden permanecer unidos hasta la muerte y los hijos ser excelentes personas humanamente hablando, sin embargo esas familias no proclaman a Cristo y a la Iglesia como «Esposos». De hecho hay millones de familias en el mundo que son excelentes para formar a sus hijos en las virtudes humanas y morales; sin embargo no producen los doce frutos del Espiritu Santo porque Jesucristo no reina en ellas. La familia cristiana por el bautismo y por el Sacramento del Matrimonio están consagradas a Dios. Sus miembros están conscientes de que por el Sacramento de la Confirmación son testigos de Cristo y anunciadores de la Buena Nueva del Evangelio. Para esas familias el Cuerpo y la Sangre de Cristo son el centro de su actividad y el alimento diario. Tanto los esposos como los hijos y demás miembros del hogar encuentran en el sacramento de la Penitencia el medio para lavarse de las suciedades adquiridas en la vida diaria y el instrumento a través del cual Cristo los libera de las difícilmente evitables ataduras que el demonio les lanza.

El Santuario Familiar se inserta en la vida parroquial cuyo animador es el Sacerdote y recurren a los ministros en búsqueda de ayuda espiritual y los medios de santificación. Los sacramentos y la Palabra de Dios son la base del Santuario Familiar. Cuando los sacramentos y la obediencia a las enseñanzas bíblicas fallan podemos tener familias psicológicamente estables, pero no podemos tener verdaderos Santuarios Familiares. El Diario Espiritual nos va enseñando paso a paso a ir poniendo con paciencia en el itinerario de la familia los peldaños que la llevarán a convertirse un lugar agradable a Dios.

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