LOS SACERDOTES NECESITAN QUE SE ORE MUCHO POR ELLOS

Los sacerdotes no son seres extraterrestres. Son seres humanos como todos los descendientes de Adán y Eva. Nacen en una familia, tienen ancestros, padre y madre, hermanos, parientes, amigos. Viven su infancia, niñez, adolescencia, juventud en los ambientes culturales que la providencia les depara. Es decir son seres comunes y corrientes, con sus defectos y cualidades, pecados y virtudes, buenas y malas tendencias. Cuando un joven pide ser admitido en el orden sacerdotal hace su solicitud al Obispo de una Diócesis. Entra generalmente en un proceso de formación que casi siempre se hace en una institución llamada Seminario. Están llamados desde toda la eternidad igual que cada ser humano a entrar en una relación de amor íntimo con Dios que los lleve a la mayor santidad. Por el sacramento del orden quedan configurados de una manera misteriosa a Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote: el carácter sacerdotal los transforma en “otro Cristo”, de tal manera que cuando ejercen su ministerio es el mismo Cristo quien actúa en ellos. Esta configuración a Jesucristo les exige una mayor santidad que la del común de los fieles. Dios espera de ellos una grandiosa generosidad en su manera de vivir la Fe, la Esperanza y la Caridad de tal modo que las virtudes de Nuestro Señor Jesucristo resplandezcan en ellos de manera especial. El sacerdote está llamado a ser un ejemplo de vida para todo cristiano. Dios no llama a santos al sacerdocio, Dios santifica a quien escoge.

En el Diario Espiritual se nos dice que la Virgen, aún entre los grandes pecadores, escoge a sus servidores. Igualmente para ejercer este ministerio del Sacerdocio con frecuencia el Señor escoge a hombres débiles y pecadores. “Llevamos esa gracia en vasos de barro”. Así todos pueden ver que es Dios quien hace la obra y no la fuerza del hombre. El sacerdocio no es un derecho, sino que es una llamada y un regalo. Nadie puede decir: tengo derecho a ser sacerdote porque el sacerdocio ministerial no depende más que de la escogencia de la Iglesia a través del discernimiento del Obispo. El sacerdocio es un servicio y si en un dado caso el Obispo no necesita del servicio de un candidato, por santo y bueno que sea, éste no puede exigir un derecho a la ordenación. Solamente los varones pueden ser sacerdotes. Esta condición propia del Sacerdocio no es comprendida por las personas que están confundidas por las ideologías feministas que lo miran como un derecho a conquistar. No entienden que en el plan de Dios Jesucristo al encarnarse es el Esposo de la Iglesia. La Iglesia es la Esposa de Cristo. En el matrimonio, el hombre en cuanto varón, representa a Cristo y la mujer representa a la iglesia. Si una mujer fuese ordenada sacerdote no podría significar el matrimonio entre Cristo y la humanidad. Sería como un sacerdocio “lésbico”, y por lo tanto no sería cristiano sino pagano.

En el paganismo las mujeres ejercen pretendidos “sacerdocios”, pero se trata de sacerdocios que no tiene nada que ver con el de Cristo. Ni siquiera el sacerdocio judaico es el sacerdocio de Cristo. En la Espístola a los Hebreos se nos explica que el sacerdocio del Antiguo Testamento terminó su misión en el plan de Dios con el Sacrificio de Jesús en la Cruz. Hay un sólo mediador entre Dios y los hombres: Jesucristo. Un sólo Sumo y Eterno Sacerdote. Nos damos cuenta de que ninguna persona por sabia, noble, santa y perfecta que sea humanamente hablando puede con sus propias fuerzas vivir en plenitud el Misterio del Sacerdocio de Cristo. Todo sacerdote, por la debilidad de su naturaleza humana, vive de manera imperfecta la configuración a Cristo Sumo y Eterno Sacerdote que confiere el Sacramento del Orden. Por eso el Pueblo de Dios debe orar intensa y constantemente por sus sacerdotes, para que en sus corazones arda siempre la voluntad de imitar lo más perfectamente posible a Jesús. 

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