Jesús nos habla de LOS SANTUARIOS FAMILIARES

Al leer y releer el Diario Espiritual el itinerario que esta sierva de Dios Isabel Kindelmann va haciendo de la mano de Jesus y de María llegamos a una pregunta crucial. Si el gran dolor de Nuestro Señor y de María Santísima es la condenación de las almas, ¿cuál es la respuesta que Ellos dan a este monumental problema? Podríamos responder: El efecto de gracia de la Llama de Amor. Este regalo de la Virgen a la Iglesia es el instrumento privilegiado, el haz de luz sobrenatural y milagroso que ciega a Satanás. Sin embargo nuestra respuesta, a pesar de que es verdadera, se queda corta. En las págs. 212 y 213 vamos a encontrar otros elementos que nos permitirán comprender mejor la estrategia mariana para la salvación de las almas. Jesús nos habla del SANTUARIO FAMILIAR. Nos da su experiencia personal vivida en el seno de la familia de Nazaret. El Señor quiso nacer y crecer en una familia bien constituida. Estuvo en los estrechos lazos del hogar de María y José hasta que inició su vida pública.

La Sagrada Familia hundió sus raíces en la tradición de la familia Israelita que se modeló sobre la Palabra de Dios. Si queremos descubrir los trazos constitutivos de la familia de Nazaret debemos hurgar en la Biblia y en la historia del Pueblo de Dios. En la pág 212 Jesús nos habla del «sagrado recinto de la familia»; le da el apelativo de «SANTUARIO» FAMILIAR. El Santuario por excelencia era para un Israelita el Templo de Dios en Jerusalén. Allí, en el Santo de los Santos, habitaba Yaweh. La casita de Nazaret fue el Templo Santo en el que habitó Jesús, verdadero Dios y verdadero Hombre. La familia cristiana viene a ser entonces como una «prolongación» de la casita de Nazaret, en la que Dios habita como en su Templo, en su SANTUARIO. 

Podemos decir que la finalidad de la Llama de Amor es la de ayudar a los padres de familia a convertir su casa y su familia en un verdadero SANTUARIO donde tanto los esposos como los hijos puedan realizar plenamente la vocación celestial y terrenal a la que han sido llamados. Lugar SANTO, separado del pecado. Dios se escogió un pueblo de entre las naciones paganas que estaban aprisionadas por las cadenas de la idolatría. PUEBLO SANTO, PUEBLO CONSAGRADO AL SEÑOR, PUEBLO SACERDOTAL, PUEBLO DE REYES, PUEBLO PROFÉTICO, VIÑA DEL SEÑOR, REBAÑO DEL SEÑOR, …son algunos de los términos bíblicos que hacen referencia tanto al Pueblo de Israel como a la Iglesia de Jesús. Podemos decir que ese ideal espiritual corresponde también a la Familia tal como Jesús y María nos la presentan en el Diario. Cuando hablamos de Consagración estamos diciendo que la persona o la familia hace un acto público en el cual se compromete a vivir de manera «sagrada», es decir «santa». El pueblo de Israel estuvo prisionero en Egipto y fue liberado por Dios de esa esclavitud, pasó el Mar Rojo y durante cuarenta años estuvo en el desierto preparándose a entrar en la Tierra Prometida. Cruzó el Jordán y se enfrentó con los pueblos paganos que habitaban Canaán hasta que logró enseñorearse de todos esos territorios. Fueron siglos de permanentes y grandes luchas contra esos pueblos enemigos de Israel.

La espiritualidad cristiana ve en esta historia guerrera del Pueblo de Dios el combate que todo bautizado debe emprender contra los enemigos de su salvación para poder entrar en el Reino de los cielos. Asumir el compromiso de convertir la propia familia en un SANTUARIO FAMILIAR es estar claro de que nos enfrentamos a una ardua lucha contra los enemigos de nuestra salvación que nos han tenido hasta ahora prisioneros en Egipto. Jesús hablando de su Madre nos dice en la pág. 213: «Pasando de Corazón en Corazón, pone en sus manos la Llama de Amor de su Corazón que por medio de sus oraciones acompañadas de sacrificios, cegará a Satanás que quiere reinar en las familias». El efecto de gracia tiene aquí su objetivo fundamental: vencer a Satanás, expulsarlo de las familias, y establecer en ellas el Reinado de Jesucristo.

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