En las tentaciones refúgiate bajo el manto de nuestra Madre.

Isabel debatiéndose contra  tremendos ataques del Demonio. Ella nos transmite los sentimientos de angustia que pasan por su corazón. Es un tormento espantoso lo que experimenta en el fondo de su alma. “Así se inició una gran lucha en mí”, nos confiesa.  Jesús le profetiza: “Diferentes tentaciones te van a atormentar”.  Y le dice algo sumamente importante  que todo cristiano y todo ser humano debe saber: “En las tentaciones refúgiate bajo el manto de nuestra Madre. Ella te defenderá del maligno que continuamente te molestará” (p 33). La tentación es la acción diabólica más común y la más grave y peligrosa, porque tiene por objetivo arrastrarnos al pecado. Todo ser humano, sin excepción, la experimenta. Jesús y María y todos los grandes santos pasaron por la prueba de la tentación. 

La tentación en sí misma NO ES PECADO.  Sin embargo la habilidad del maligno es tan grande que frecuentemente aprovecha el poder que como ser espiritual tiene para confundirnos y  hacernos creer que hemos pecado, cuando en realidad se trata simplemente de una tentación.  Para que caigamos en  pecado es necesario que haya verdadero consentimiento en una materia  que sea realmente ofensa a Dios.  La enseñanza de la Iglesia  nos dice que para que se dé un pecado mortal deben darse tres condiciones: Que la materia sea grave, que haya conocimiento claro de la gravedad de la materia, que haya consentimiento completo. Isabel nos da parte de sus reacciones ante los ataques de Satanás.  La asaltan pensamientos terribles. Experimenta gran confusión.  Incertidumbre. Pero ella no peca porque no consiente la oferta diabólica.  El Demonio no la deja orar. Ella se siente incapaz de pensar con libertad. Siente gran miedo. Satanás influye en su sensibilidad provocándole sentimientos de terror. La deja sin fuerzas.  No la deja  moverse ni en lo más mínimo. Le vienen ideas de que está posesa. Oprime su pensamiento de continuo. Le da órdenes que Isabel rechaza cumplir. Isabel experimenta  su horrible presencia. El espíritu maligno le habla. Le da consejos aparentemente muy buenos para su salud pero que la apartan de la voluntad de Dios. La acusa. La agobia con razonamientos machacones. Provoca zozobras  en su corazón.  La ataca  con la idea del suicidio. En la noche la envuelve en oscura inquietud. Quiere impedirle pensar, amar, decidir libremente. Busca aplastar su  libertad. Trata de provocarle culpabilidad.

Si decimos que el Diario Espiritual es como una escuela de vida cristiana también debemos decir que leerlo no es suficiente. Necesitamos otros recursos que nos ayudarán a profundizar el sentido de la gracia de la Llama de Amor.  He aquí los dos más importantes:  en primer lugar las Sagradas Escrituras.  En segundo lugar, el Catecismo de la Iglesia Católica, el de San Juan Pablo II. Esta obra magnífica debe ser para todo católico un libro de cabecera. Continuamente debemos recurrir a la Palabra de Dios y a la enseñanza de la Iglesia para completar lo que el Diario da por sabido. Respecto de la tentación les recomiendo leer los números 538-540; 1707-1710; 2846-2849.  Allí veremos cómo a través del sufrimiento que el Demonio nos inflige por medio de sus tentaciones, imitamos a Cristo.  El Señor permite que Isabel sea tentada y sufra de manera extraordinaria los ataques del enemigo  para configurarla con Jesucristo crucificado. Su misión es la de entregarnos la gracia de la Llama de Amor; por lo tanto debe experimentar en carne propia cómo la Virgen María ciega a Satanás en medio del más arduo combate. Viendo cómo triunfa Isabel de los terribles ataques del Demonio aprenderemos nosotros a confiar en la palabra de María Santísima:   “ No tengas miedo al maligno que continuamente está rondando alrededor de ti. Yo lo he aplastado  y no tienes de qué temer. Escóndete bajo mi manto y besa con frecuencia mi escapulario que llevas sobre ti”. (p 67)   Más adelante Isabel experimenta la victoria de María Santísima: “Mientras estaba sumergida en la Llama de Amor de la Virgen Santísima, me di cuenta sorprendida, de que la angustia que sentía por la presencia del maligno había desaparecido. Éste casi imperceptiblemente se alejó. Sentía como si a tientas un ciego se hubiera ido de mi lado.” (p 77) 

Isabel habla de estar “sumergida” en la Llama de Amor. Es una expresión extraordinariamente bella que nos recuerda las palabras de San Luis María Grignion de Monfort en el tratado de la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen.  Él habla de estar en el seno de María.  En María, con Maria, Por María, Para María. El discípulo de Cristo es aquel que es formado a imagen de Jesús por María Santísima. Como una madre lleva durante nueve meses a su  hijo en sus entrañas y día a día lo va formando, así la Virgen María nos lleva en su seno mientras dura nuestra existencia terrenal y nos configura a su Hijo Jesucristo para la vida eterna. El mensaje de la Llama de Amor y el de Grignion de Monfort coinciden en lo esencial. 

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