¡Hay que cambiar el corazón!
La raíz de la infelicidad del hombre está en un corazón esclavo del pecado, es decir de los espíritus malignos. En este terreno del combate contra las tinieblas no valen las estrategias psicológicas. El Demonio es más astuto y poderoso que nosotros. No podemos enfrentarnos con nuestras propias fuerzas y habilidades. Aquí sólo nos queda “esperar ese milagro y contribuir activamente para que se dé”.
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