CARTA No.246: Cecilia dice: “Soy española, vivo desde hace muchos años en París, Francia.
Vivo cerca de Montmartre donde está la hermosísima basílica del Sagrado Corazón. La visito con frecuencia porque soy muy devota del Sagrado Corazón. Le pregunto, ¿Qué tiene que ver la Llama de Amor con la devoción al Sagrado Corazón de Jesús?”.
Respuesta: Si nos fijamos bien, en el Diario Espiritual encontramos numerosos elementos que se refieren al Corazón de Jesús. Yo podría decir que la Devoción a la Llama de Amor nos lleva de lleno al descubrimiento de ese grandioso misterio del Corazón de Jesús. La devoción al Corazón de Cristo es la Devoción de las Devociones en la Iglesia y lo debe ser en la vida de todo cristiano. La palabra devoción significa en su origen latino la “entrega total o consagración que uno hace de sí mismo a alguien o a alguna causa”. En el lenguaje ordinario se entiende la devoción de manera equivocada cuando se la reduce a la admiración, al sentimiento, a la emoción. Hay muchas “devociones” aprobadas por la autoridad eclesiástica que si son bien comprendidas y vividas nos llevan a la única y verdadera devoción que es la entrega total de uno mismo a Jesucristo. La auténtica devoción es aquella que nos lleva a la conversión del corazón, al abandono del pecado, y al seguimiento cada vez más estrecho de Jesús. Lo que más importa es “el cómo se vive una devoción”. Si mi manera de vivirla no me lleva al arrepentimiento de mis pecados, al cambio de corazón, y al seguimiento de Cristo, estoy viviendo de manera equivocada tal devoción.
Hay personas que dicen de sí mismas que son devotas pero que no se convierten, siguen en el pecado, se limitan a rezar oraciones nada más o a celebrar la fiesta con algarabía. La devoción puede estar correcta, tener todos los elementos que nos llevan a Jesucristo, tener la aprobación eclesiástica pero la manera de vivirla es lo que falla. Cuando analizamos el Diario espiritual lo primero que nos impacta es la intimidad de Jesucristo con Isabel. A lo largo de sus escritos se irá tejiendo una relación cada vez más fuerte y profunda entre Jesús y la Sierva de Dios. Jesús le pide que renuncie a sí misma, es decir a su propia voluntad. Esa renuncia es fundamentalmente a sus pecados, de los que debe arrepentirse con gran sinceridad, y repararlos con una vida llena de penitencias. La hace ayunar a pan y agua varias veces a la semana y le pide que no condimente sus alimentos, que reduzca la cantidad a lo mínimo. Le promete grandes sufrimientos, sequedad espiritual, tentaciones y ataques extraordinarios de parte del demonio. Jesús y María le van revelando el interior de sus Corazones.
La hacen participar en los dolores íntimos que los agobian por la condenación eterna de las almas. Le revelan la gracia de la Llama de Amor y le piden que la dé a conocer a la jerarquía de la Iglesia y a todo mundo. Le avisan que este instrumento que el Cielo da a la humanidad será combatido tremendamente por Satanás y que el Demonio arremeterá contra ella y todos los que la propaguen. Jesús valora que su familia haya sido consagrada a su divino Corazón, la bendice y protege de manera especial. La Llama de Amor es el Corazón de Jesús. Isabel hace de la jaculatoria la “respiración” de su alma. Satanás queda ciego, vencido, derrotado. Isabel en poco tiempo es elevada a una extraordinaria santidad. Como podemos ver entre las apariciones del Corazón de Jesús, las enseñanzas a Santa Margarita María y la devoción a la Llama de Amor y el mensaje dado a Isabel, esencialmente no hay diferencias notables. Más bien hay complementación. Se llega por estos caminos a la más profunda intimidad con los Corazones de Jesús y de María. El Demonio, por muy poderoso que sea, es un elemento secundario. Jesús es el centro en las dos devociones. Jesucristo es la Llama de Amor, su Corazón es la fuente de donde mana esta gracia extraordinaria dada a la Iglesia por la poderosísima intercesión de la Virgen María a través de las llagas de su Hijo Jesucristo.