CARTA No.231 Francisca de Panamá pregunta:
¿La repetición de la jaculatoria “derrama el efecto de gracia sobre toda la humanidad” es algo así como un “mantra” de los que emplean en la religión budista?
Respuesta: muchas cosas se parecen pero no son lo mismo. Cuando la Virgen María nos da la jaculatoria “derrama el efecto de gracia de tu Llama de Amor sobre toda la humanidad” nos pide que sea como una respiración permanente del alma. Jesús le dice a Isabel: “¡sumérgete en Mí como gota de agua en el vino!” (DE 10-10-64).
En otra ocasión le dice: “Aún un minuto es mucho para Mí que pases ocupada en otras cosas. Yo te ayudo para que sólo Yo y nadie más llene tus pensamientos. No consiento que criatura alguna se entremeta entre nosotros”(DE 5-10-1964).
El 9 de Octubre se queja: “Lo que más me duele es que las mismas almas a Mí consagradas me dejen de lado. No tienen tiempo para ocuparse de Mí. El tiempo de que disponen lo dedican ustedes a todos menos a Mí”. La oración “que nuestros pies vayan juntos, que nuestras manos recojan unidas, que nuestros corazones latan al unísono, que nuestro interior sienta lo mismo, que el pensamiento de nuestras mentes sea uno, que nuestros oídos escuchen juntos el silencio, que nuestras miradas se compenetren profundamente fundiéndose la una en la otra y que nuestros labios supliquen juntos al Eterno Padre para alcanzar misericordia para toda la humanidad” (DE 4-4-1962) explica el sentido de la jaculatoria. No repetimos un mantra budista que es una “técnica” de concentración y de búsqueda de una “iluminación” interior que no procede de una “persona”.
El budismo es panteísta y no busca la unión con un Dios vivo porque para ellos Dios no existe como un ser personal. El budista lo que quiere es desaparecer y fundirse en el todo. La gracia de la Llama de Amor nos lleva a una vida de intimidad permanente con el Dios vivo encarnado: Jesucristo. A través de Cristo llegamos a una permanente unión de amor y adoración a la Santísima Trinidad. La repetición ininterrumpida de la jaculatoria concentra nuestras facultades en el rostro de Cristo y por esa misma concentración amorosa en Jesús, Satanás queda ciego porque no se le da la oportunidad de que pueda llegar a nuestras facultades: inteligencia, voluntad, fantasía, imaginación, memoria. En otra ocasión el Diario nos dice que lo que ciega a Satanás es la mirada de los ojos de Jesús. Recitar permanentemente en el interior la jaculatoria corresponde a la mirada de los enamorados que se miran fijamente a los ojos y no paran de decirse: te amo, te amo, te amo…(DE 22-3-64). Aquí está el poder de la Llama de Amor. Nos lleva a esa unión mística con Jesucristo que debe ser lo normal en la vida del bautizado.
El cristiano verdadero es aquel que ha optado decididamente por Jesucristo. Se ha sometido totalmente a Jesús como al Señor de su vida. Cuando esta decisión se ha fracturado porque otros valores (del mundo, del demonio y de la carne) han tomado el primer puesto la vida del cristiano pierde su sentido y retorna al mundo de las tinieblas. El mensaje que la Virgen nos da con la Llama de Amor es que todos los bautizados debemos recapacitar, hacer un profundo examen de conciencia, analizar nuestra vida. ¿Cómo estamos viviendo la Fe? ¿Hemos asumido con firmeza la renuncia a Satanás? ¿Estamos combatiendo sinceramente contra las apetencias de la carne? ¿Estamos produciendo de manera personal y en familia los frutos del Espíritu Santo? De la respuesta a estas preguntas depende la paz del corazón. Si vivimos en Cristo estamos caminando hacia la Vida Eterna, razón de nuestra existencia. Si vivimos en la carne no entraremos en el Reino de los Cielos. La jaculatoria es nuestra arma para cegar a Satanás y para expulsarlo de nuestra vida personal y familiar. No estamos repitiendo un mantra, sino hacemos una oración permanente que nos lleva a la victoria contra el enemigo de nuestra salvación.