CARTA No.230: Me llamo Melissa, vivo en El Salvador, tengo un hijo homosexual. 

Se ha ido alejando de Dios. Antes era un niño piadoso. Ahora no quiere saber nada de Dios. Se ha rodeado de amigos homosexuales. Igual que yo hay muchos padres de familia que estamos sufriendo por la homosexualidad de los hijos. ¿Que puedo hacer por mi hijo? 

Respuesta: Definitivamente que en estas circunstancias Ud. puede hacer poco, pero Dios sí puede hacer mucho por su hijo. Cuando hablamos de homosexuales corremos el peligro de generalizar y nos olvidamos de que en realidad los “homosexuales” no existen. Solamente existen personas. Cada persona es “única”, con su propia historia “única”, diferente a todas las demás historias. Dios nos ha creado para llevarnos a gozar por toda la eternidad de su Vida íntima. Jesús vino para abrirnos los ojos y darnos a conocer ese gran misterio: Dios nos ha creado por amor, a cada uno en particular. Él nos ha llamado a la existencia sabiendo todos y cada uno de los rasgos de nuestra personalidad. Todas las circunstancias de nuestra vida y de nuestra historia están en sus manos.  Cuando Dios trajo a la existencia a su hijo sabía perfectamente que tendría fuertes atracciones emocionales hacia su propio sexo. Seguramente que Ud. conocerá a madres y padres de familia que tienen hijos alcohólicos, drogadictos, obsesionados por la fornicación, por la violencia, por la ambición desmesurada del dinero, etc.  

¿Qué similitud existe entre la persona que se siente fuertemente obsesionada por tener relaciones homosexuales y aquella que se siente arrastrada obsesivamente por el alcohol o las drogas? ¿O entre aquel que idolatra el dinero hasta el punto de vender su vida al narcotráfico y aquel que tortura y hace sufrir a su prójimo? Cuando estudiamos la Palabra de Dios nos damos cuenta de que detrás de cada desviación moral tenemos la acción de los espíritus malignos. En 1 Tim 4,1 San Pablo dice: “…en los últimos tiempos algunos renegarán de la fe entregándose a espíritus engañadores y a doctrinas diabólicas”. Los discípulos de Cristo tenemos una misión en esta tierra: “ser luz del mundo”, como Jesús. Los que no pertenecen a Jesucristo producen las obras de la carne (Gal 5,19-21).  Como seguidores de Jesús producimos los frutos del Espíritu (Gal 5,22-25). Actualmente los grupos de presión neopaganos trabajan con todas sus fuerzas y poderes económicos y políticos para convencer a los niños y jóvenes de que deben dar rienda suelta a sus tendencias homosexuales. Es un proyecto diabólico. Todas las doctrinas que promueven estos grupos provienen de los demonios, son “diabólicas”, así como su manera de proceder para indoctrinar y lavar el cerebro a los que no están firmemente arraigados en Jesucristo. 

Quien conoce verdaderamente el pensamiento de Jesús nunca aceptará las relaciones homosexuales como algo bueno, positivo, legítimo. El Señor nos dice que Dios nunca permitirá que seamos tentados más allá de nuestras posibilidades de vencer la tentación.  La mejor ayuda que podemos dar a quienes están vacilando entre seguir sus pasiones y seguir a Cristo es darles a conocer la Palabra de Dios. Tanto esfuerzo para ser fiel a Dios debe hacer el que  es tentado por la embriaguez como el que es tentado por la homosexualidad. La Palabra de Dios es clarísima. Estudiemos el primer capítulo de la carta a los Romanos. Conociendo el camino tenemos la solución. De la fe viva en Jesucristo viene la fuerza para vencer todas las asechanzas del enemigo. No hay pecado que resista el poder que emana de los sacramentos y del Evangelio. El mensaje de la Llama de Amor nos invita a que renovemos las familias renovando desde la raíz nuestra fe. Es indispensable orar y ayunar para que los hijos desviados vuelvan al camino correcto. Es necesario ayudarlos para que conociendo la Palabra de Dios reciban de ella la fuerza para decir ¡No!  a los engaños del enemigo.

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