CARTA No.203: Alicia dice: “Soy católica practicante, tengo veinte años. Estudio psicología en la universidad.
Cuando se trata el tema de la brujería los profesores niegan que estos fenómenos sean reales, auténticos y los consideran como enfermedades sociales producto de la ignorancia y de la superstición. ¿Qué me dice Ud? ¿Existen de verdad los brujos? ¿Es cierto que pueden producir enfermedades?”.
Respuesta: En realidad se trata de un tema muy complejo y muy difícil de tratar exhaustivamente. La Palabra de Dios nos habla de la Luz y de las tinieblas. Dios es la Luz, Cristo es la Luz. Los demonios integran el mundo de las tinieblas que busca opacar a la Luz. Satanás se presenta como el príncipe de este mundo. Si estudiamos el Evangelio vemos que Jesús atribuye a los demonios influencia negativa sobre los humanos: la mujer encorvada, el mudo, el paralítico, etc. Jesús sana a los enfermos y expulsa a los espíritus malignos que salen gritando y a veces sacudiendo convulsivamente al enfermo (el niño epiléptico). El Santo Job es víctima tanto en su propio cuerpo como en sus bienes de la acción de Satanás. Autores tan respetados como San Pablo, San Juan, San Pedro, nos hablan de los demonios. Para aceptar lo que dice la biblia se necesita tener la gracia de la Fe. En las carreras universitarias estos temas se estudian con las herramientas del “método científico”. Las llamadas ciencias humanas o humanidades: la antropología, la sociología, la psicología, la medicina, la psiquiatría, la filosofía, la historia, etc. nos dan aportes muy importantes para dejar de lado la mentalidad mágica de los siglos pasados.
La ciencia y la fe deben apoyarse mutuamente, no oponerse. Sin la ciencia caemos en el error de atribuir al Demonio lo que es producto de causas naturales. Sin la fe atribuiremos a las dinámicas psíquicas lo que es causado por las personalidades espirituales diabólicas. La experiencia de tantos siglos ha dado a la humanidad la conciencia clara de que más allá de lo meramente físico existe el mundo de los espíritus. Sean estos demonios, sean almas de los difuntos. Los cristianos debemos instruirnos en los dos campos: el de la ciencia y el de la teología. Un psicólogo bien instruido en el campo de la fe podrá ayudar mejor a las personas que buscan su ayuda. En mi experiencia personal, y en la de los exorcistas que ayudamos a tanta gente aquejada por dolencias espirituales, con mucha frecuencia aparece la influencia de los espíritus malignos y de los “maleficieros” (brujos y brujas). A mí no me cabe la menor duda. Los demonios existen, algunos difuntos entran en relación con los vivos; hay personas que abusivamente y para su propio mal buscan ayuda en el mundo diabólico recurriendo al trabajo de hechiceros. Los maleficieros, por ganar dinero, se sirven de los poderes que el Demonio les da para hacer daño a su prójimo. He visto a mucha gente afligida y enferma víctimas de maleficios. Enfermas psíquica, física y espiritualmente hablando.
En las oraciones de liberación hablan los demonios, hablan los brujos vivos, hablan las almas. Los hechiceros pueden “meter almas” en diversas partes del cuerpo de sus víctimas y causar dolores terribles, angustia, desesperación, sofocamiento, etc. Pueden dañar económicamente con maleficios de ruina y miseria. Pueden destruir matrimonios causando enamoramientos obsesivos y falsos en los cónyuges que no están fuertemente protegidos por una vida de santidad cristiana. La acción diabólica es una realidad terrible. Es la causante de todo el mal y el dolor que envuelve al mundo porque ataca directamente al ser humano en sus facultades mentales, afectivas, en el cuerpo y en el entorno en que vive. Lo arrastra al mal. Así como puede haber personas ingenuas que atribuyen al diablo todo lo malo, puede haber también personas “ciegas” intelectualmente hablando, que no ven al demonio allí donde está actuando. La Llama de Amor del Inmaculado Corazón de María es un don de extrema importancia para toda la humanidad. Nos ayuda a descubrir y discernir la presencia diabólica, nos ayuda a combatir a los demonios y a sus servidores, nos protege contra el maligno y nos da la fuerza para combatir con éxito sus avances engañosos. Todos los psicólogos y psiquiatras deberían instruirse en el campo de la Fe católica. Sobre todo deberían experimentar en sus propias vidas la acción del Inmaculado Corazón de María por medio de su Llama de Amor. Las almas necesitan este instrumento sencillo y eficaz para adquirir la paz de corazón.