CARTA No.192: La señora Celia, de Bogotá, Colombia dice:
Le pido a su merced que nos vaya compartiendo cosas de su experiencia personal con la Llama de Amor y las almas. A mí no me queda claro eso de las almas de los difuntos que se meten dentro de nosotros.
Respuesta: he estado compartiendo mi experiencia todo este tiempo; en la respuesta a cada pregunta he compartido lo que he vivido. Vea las cartas No. 192 a 194. Gracias por su sugerencia. Le voy a compartir algo muy importante: Se trata de la misteriosa unión espiritual que existe entre los miembros de una familia, tanto entre los que están vivos, como entre difuntos de las generaciones anteriores y los actualmente vivos. La familia es una creación de Dios, un “misterio” divino, no es un invento de los hombres. Los seres humanos, todos, estamos íntimamente relacionados porque Dios nos ha creado y nos ha hecho descender de una pareja única que la Biblia llama “Adán y Eva”. De nuestros primeros padres descienden a través de los siglos todos los linajes. Ininterrumpidamente, de generación en generación, nos remontamos hacia ellos. Somos hijos de Dios. Somos verdaderamente hermanos aunque pertenezcamos a razas diversas. Las diferencias externas son insignificantes cuando las comparamos con las riquezas comunes que nos unen. Todos los seres humanos formamos una verdadera familia en el plan del Creador. Estamos íntimamente unidos espiritual y biológicamente hablando. Tenemos un mismo origen y un mismo destino. Somos corresponsables unos de otros.
Hay una misteriosa comunicación espiritual, que no se ve con los ojos de la carne pero que se experimenta, especialmente entre los miembros de una misma familia. Nos comunicamos de manera consciente e inconsciente. A través de los sentidos transmitimos información, sentimientos, pensamientos, deseos, emociones, etc. Hay otro tipo de comunicación que no es consciente. Se dan fenómenos (telepatía, percepción extrasensorial, etc.) que las ciencias no pueden determinar, pero que son reales. Las experiencias de muchos exorcistas nos llevan a reconocer que las personas que ya pasaron más allá de la muerte física siguen íntimamente relacionados con quienes aún están vivos. Las almas de los difuntos nos pueden transmitir sus pensamientos, sus sentimientos, sus dolores, sus alegrías, pueden en cierto grado influir sobre nosotros. Más aún pueden entrar dentro de nuestro cuerpo y quedarse con nosotros por un tiempo, o muchos años. Es necesario considerar que al morir cada ser humano lleva consigo su propia historia y las circunstancias de su muerte. Las almas son “espíritus” que aunque despojados del cuerpo conservan sus facultades intelectuales y afectivas.
Los humanos somos inmortales, el cuerpo se deshace, pero seguimos viviendo para siempre. La muerte es un paso hacia la vida eterna. Esta consiste en participar para siempre del amor de Dios. En las oraciones de liberación aparecen almas que expresan soledad, angustia, tristeza, miedo; buscan ayuda, compasión, compañía. Sobre todo buscan auxilio espiritual: oraciones. Otras almas, la mayoría, no hablan, se quedan en silencio. La Iglesia ora constante e intensamente por los difuntos para que lleguen pronto a la visión beatífica, al cara a cara con Dios. Este mundo de las almas es muy complejo. En el Diario Espiritual no hay ningún comentario acerca de esta misteriosa realidad. Solamente se nos pide muchas veces que oremos por las almas del purgatorio, que ayunemos por ellas, que las llevemos amorosamente en nuestras súplicas al Señor. Jesús y María les manifiestan constantemente un gran amor y nos piden que intercedamos por ellas. ¿Qué nos puede aportar este conocimiento acerca de las almas? En los próximos escritos seguiré tratando de este tema.