SENTIMOS LA PRESENCIA Y ACCIÓN DEL MUNDO INVISIBLE
Todos los seres humanos sentimos, experimentamos, palpamos la presencia de un mundo invisible pero real que nos rodea.
Percibimos tanto de día como de noche esas influencias; positivas unas, negativas otras. Esas presencias algunas veces
nos infunden miedo; otras veces nos dan paz y seguridad. Nuestro cuerpo y nuestra alma, cada uno a su manera son como
“radares” que captan impresiones, sensaciones, reacciones, fenómenos físicos que nos hacen comprender que no estamos
solos. Cantidad de personas están muy enfrascadas en sus obligaciones o actividades y no captan este mundo. Otras son
muy sensibles y pareciera que atrajeran hacia sí manifestaciones espirituales o físicas sorprendentes. Muchas de estas
experiencias son perturbadoras y suscitan reacciones contradictorias que nos afectan dolorosamente. No comprendemos lo que sucede pero terminamos buscando protección contra esas “cosas” que nos llegan independientemente de nuestra voluntad.
Igualmente nos damos cuenta de que hay familias en las que en sus miembros, de generación en generación se van dando o transmitiendo algo así como herencias en el orden psíquico, moral o espiritual. Unas son excelentes, otras son negativas. Concluimos que hay un mundo que no vemos y que de una u otra manera trata de comunicarse con nosotros, o también, nos incita a que entremos en comunicación con él. Esos dos mundos espirituales nos incitan permanentemente a que le demos nuestra membresía. Todos los pueblos, desde que el hombre es hombre, han vivido palpando esta realidad. La humanidad ha descubierto dos mundos, el de las tinieblas y el de la Luz. En las Sagradas Escrituras se nos pone en guardia contra el mundo de las tinieblas al mismo tiempo que se nos anima a abrirnos al mundo de la Luz. La Palabra divina anatematiza el mundo de las tinieblas y lo caracteriza como opuesto a Dios y nefasto para el hombre que se deja seducir por sus engaños.
Isabel Kindelmann tendrá que luchar desde antes de su encuentro personal con Jesús, contra el príncipe del reino de las tinieblas: “El enemigo malo me molesta continuamente… la lucha espiritual que comenzó en mí…la lucha era larga, espantosa, se me crispaban los nervios” (inicio del Diario). Más tarde la Virgen le dice varias veces que aquellos que se dedicarán a transmitir su Llama de Amor se verán atacados ferozmente por este mundo de las tinieblas que odia la “Luz”, pero que no tienen nada que temer porque Ella los defenderá del enemigo. De por sí el mensaje tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento nos habla claramente de ese combate entre la Luz y las Tinieblas.
La gracia de la Llama de Amor viene dada a la Iglesia en estos momentos de gran urgencia para que desde el
interior de los hogares se reciba la enseñanza fundamental de la defensa y del ataque contra Satanás. Las familias están siendo heridas espiritual, psíquica y moralmente para debilitarlas y ponerlas a merced de las Tinieblas. La Virgen lo dijo: “Yo el Rayo Hermoso de la Aurora venceré a Satanás”. Esa victoria comienza en el interior de las familias. El Inmaculado Corazón de María nos pide que empecemos ya desde ahora a limpiar los hogares de la presencia del Maligno.
Es indispensable que todas las familias abran los ojos y se den cuenta de que los servidores de Satanás están actuando solapadamente en el interior de los corazones de los cónyuges y de los hijos. La Virgen quiere sanar los hogares y liberarlos de las innumerables ataduras que los demonios les han puesto. Antes de combatir contra los ejércitos que vagan por los aires (Ef 6) debemos tomar la armadura completa. No se puede entrar en lucha sin haberla endosado. Por medio del Rosario rezado cada día de manera sanadora y liberadora la Virgen nos enseñará desde el interior de los hogares a combatir al enemigo. Esta disciplina del combate contra Satanás se ha olvidado en la Iglesia (se ha perdido la escuela de la oración de liberación y del exorcismo a nivel general) y es necesario recuperarla desde los cimientos.