RESTAURAR Y RENOVAR LA ORACIÓN EN FAMILIA (1)
La finalidad de la gracia de la Llama de Amor es la transformación de las familias, especialmente de las católicas. Se trata de una Llama que debe encender “todos los corazones”. María Santísima se queja a Isabel de que su familia es “fría”, como hay tantas en Hungría. La Llama debe ser pasada de “corazón a corazón” para que las familias se transformen, dejen de ser “frías” y se “enciendan”. El fulgor de esa Llama “cegará a Satanás”. “Este es el fuego de Amor de unión que alcancé del Padre Celestial por los méritos de las Llagas de mi Hijo Santísimo”. Cuando la Virgen se refiere a las familias húngaras y las califica como de “frías” en realidad está hablando de la Iglesia universal, de todas las familias cristianas. Podemos decir que también se ha perdido en los tiempos actuales la “escuela de oración” en las familias católicas. Es algo sumamente grave porque la oración agradable a Dios es la fuente de las bendiciones celestiales. Si no hay oración en familia ésta languidece y termina por morir espiritualmente.
Las gracias que necesitamos dependen de la oración: “pidan y recibirán, busquen y hallarán, llamen y se les abrirá” nos enseña Jesús. En la familia judía como en la familia cristiana, la oración bajo sus diferentes formas es de primordial importancia. Los discípulos, que necesariamente ya oraban siguiendo la tradición, experimentan la necesidad de orar así como Jesús ora. Ellos ven que la oración de Jesús encierra un misterio que la diferencia de la oración tradicional del pueblo judío. Le dicen: “Maestro, enséñanos a orar” y el Señor les da el Padre Nuestro. Nosotros también hoy experimentamos el agotamiento de nuestra manera de orar, necesitamos renovarnos en la oración y le decimos a Jesús, enséñanos a orar. No queremos orar, no sabemos orar, no nos han enseñado a orar en familia. La respuesta de Jesús y de la Virgen María a la Iglesia actual en la crisis de Fe que nos está agotando es la gracia de la Llama de Amor.
En el Diario espiritual Jesús y María llevan a Isabel y a las familias a renovarse en lo más importante, en la oración. La raíz profunda de la gracia de la Llama de Amor es el Sacrificio de Nuestro Señor Jesucristo en la Cruz. Dicho de otra manera: es la Sagrada Eucaristía, la Misa. La oración perfecta es la que Cristo hace al Padre en la Cruz, es la única que ciega a Satanás destruyendo su reino de tinieblas. Cuando Jesús nos enseña a orar lo hace pronunciando el Padre Nuestro. Si nos fijamos bien el Padre Nuestro nos centra en el Sacrificio de la Cruz: “hágase tu Voluntad”. La voluntad suprema del Padre es la muerte de su Hijo en la Cruz. Leamos y meditemos “Las veinticuatro horas de la Pasión”, la hora No. 17 de Luisa Picarreta. El Padre Eterno le dice a Jesús: “Hijo mío te quiero muerto y muerto crucificado…”, la Virgen le dice: “Hijo, te quiero muerto”, los ángeles, los santos gritan ¡crucifícalo!, Luisa también se siente impulsada a gritar “¡te quiero muerto!”. San Juan nos dice (Jn 3,16) “Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo Único para que quien crea en Él no muera sino que tenga vida eterna”.
El Diario Espiritual nos lleva a redescubrir la Santa Misa como el centro y fuente de la oración de toda la Iglesia, y de manera especial de la familia. La misa es la oración de Jesús, es el Poder supremo de Dios, es la Fuerza de Dios, es la Sabiduría y Ciencia de Dios. La raíz, de la descomunal crisis de Fe que atraviesan innumerables bautizados tiene su origen en la pérdida del sentido de la Eucaristía. La han abandonado porque no la comprenden, no la entienden, no creen en ella, y si participan materialmente, no la viven. Al abandonarla han abandonado la fuente de la vida y se han precipitado inermes en las manos de los espíritus malignos. Hoy innumerables parroquias en diversos países de antigua raíz cristianas languidecen moribundas. Casi nadie va a misa. Algunos ancianos. Los jóvenes están ausentes. Se van a buscar la fuente de Vida en cisternas rotas y putrefactas.
Las Iglesias se cierran, las venden, y en el terreno sacro se construyen bares, restaurantes, prostíbulos, bibliotecas, cines…¡La abominación de la desolación en el lugar santo! Es la obra de Satanás. Es necesario que toda la Iglesia comprenda lo que está pasando, se ponga de rodillas y golpeándose el pecho diga: mea culpa, mea culpa, mea máxima culpa. Sí, es culpa nuestra que el sentido de la Eucaristía se haya entenebrecido y que las almas se pierdan porque en vez de tomar el Pan de Vida toman el pan de la muerte. La Virgen María llora en el Diario Espiritual pero nos da un mensaje de esperanza y de victoria contra Satanás. Ella nos dice: “Quiero que así como conocen mi Nombre en el mundo, conozcan también la Llama de Amor de mi Corazón que hace milagros en lo profundo de los corazones”. Mi Amor se derrama, ¡hará explotar el odio satánico que contamina el mundo, a finde que el mayor número de almas se libren de la condenación” (DE 19-10-1962).