“Reconstruir el Templo y las murallas de Jerusalén”
En Nehemías 4, 1-23 se narra la tremenda lucha que tuvieron que soportar los judíos que retornaron de la cautividad de Babilonia en el año 538 antes de Cristo contra los samaritanos. Éstos no querían que se reconstruyeran el Templo y las murallas derribadas de Jerusalén. Los judíos tenian pues que trabajar “con sus espadas, sus lanzas y sus arcos” listos para el combate. Trabajar y combatir al mismo tiempo. Si la vida del cristiano es un permanente combate contra el Enemigo de Dios y de la Iglesia, hoy más que en los siglos anteriores la lucha está en su apogeo. Estos son tiempos de combate espiritual porque el Templo y las murallas están derruidas y es necesario reconstruirlas. La Llama de Amor es una gracia de “combate espiritual”. No contra cualquier enemigo sino contra los “Principados, Potestades y Dominadores de este mundo tenebroso, contra los Espíritus del Mal que están en las alturas. Por eso, tomad las armas de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y después de a ver vencido, manteneros firmes” (Ef 6, 10-12).
Nos equivocamos si pensamos que estamos viviendo la Llama de Amor porque rezamos el cenáculo. El Señor nos llama a un «estilo de vida” que debe envolvernos las veinticuatro horas del día. Si examinamos bien el Diario nos damos cuenta de que Jesús le pide a Isabel que se centre en Su Persona. “Entrégate por completo a Mí”. “Ofrece reparación por las muchas ofensas que he recibido. Tienes que quitar todo lo que en ti se inclina al mal” (Pág 24). Si bien le va a exigir cosas muy duras como el «ayuno a pan y agua”, “pasar cuatro horas de adoración es su divina presencia”, lo esencial no son las oraciones y penitencias, sino su Divina Persona. “Hace tanto tiempo que te espedaba. Mira mi rostro desfigurado y mi cuerpo torturado… Cree en MÍ y adórame” (Pág 26). “Debes renunciar a ti misma. ( Pág 27). Lo único que tiene valor ante mis ojos es que te entregues a MÍ con absoluta confianza. Así tienes que vivir de hoy en adelante en la más grande humillación” (Pág 29).
En la amistad lo que cuenta no son los «regalos materiales” que podemos llevar al amigo. Lo que cuenta es el amor que hay en el corazón. Así pasa con Jesucristo. El Diario Espiritual es una escuela de Amor a Jesucristo. Y el amor exige renuncias. Cuando dos jóvenes se casan por amor a “renunciar» a cosas a las que estaban muy apegadas pero que ahora ya han cambiado de sentido. Lo que importa es hacer feliz al ser amado. Esas renuncias cuestan mucho, pero hay una grandísima recompensa: la felicidad de aquel a quien se ama. Con la lectura del Diario comenzamos a comprender que Jesucristo nos ha amado primero. No somos nosotros. Es Él quien nos ha amado y se ha entregado a la muerte por nosotros. Lo que más duele a quien ha amado hasta el extremo es la indiferencia del ser amado: “ Yo sólo estoy quejándome, mi pequeña Carmelita. “Cuánto duele a mi Sagrado Corazón ver tantas almas indiferentes!”. Ahora que se acerca de nuevo el Primer Viernes, estoy pensando en ello con gran tristeza. El amor desbordante de mi Corazón no recibe respuesta de parte de las almas. Ámame todavía más, hijita mía, abrázame más estrechamente a tu corazón. Ofréceme tu alma sacrificada y sírveme sólo a MÍ con profunda sumisión. Hazlo en lugar de aquellos que no lo hace aunque son almas consagradas a MÍ. ( Pág 80 ).
Los esposos y padres de familia saben muy bien de esos dolores. Esposas que han amado entregándolo todo y se encuentran con la traición de un adulterio oculto durante años. Padres que se han desvivido por los hijos y con el correr del tiempo éstos se vuelven sus enemigos y los abandonan. Socios en un negocio en el que has invertido todo tu dinero y futuro y te encuentras un día en la calle porque esa persona, tu amigo del alma, te robo y se quedo con tu empresa. Eso duele! Eso le pasa a Jesús y de eso se queja en el Diario. Lo que el Demonio trata de meter en el alma de la personas es la INGRATITUD HACIA DIOS. Volver los corazones duros para que no amen a su Creador y Redentor.
El trabajo de la Llama de Amor es reconstruir los corazones, como el Templo y las murallas de Jerusalén. Transformar los corazones. Es un trabajo arduo, duro, que no podemos llevar a cabo sin una gracia particular. Es un trabajo de toda la vida, una lucha permanente. La gracia de la Llama de Amor no es una poción mágica que va a transformar los corazones de los esposos y de los hijos en un abrir y cerrar de ojos. Es un “instrumento nuevo, un rayo de Luz” que nos es dado para que utilizandolo diariamente en nuestra vida personal y familiar, lleguemos a destruir las tinieblas que luchan por apoderarse del hogar y de la sociedad. Isabel tiene que luchar y sufrir porque el enemigo es tremendamente cruel y Dios le permite actuar contra nosotros y nuestra familia para nuestro bien. Jesús se lo recuerda: “Tienes que sufrir hasta el martirio” (Pág 225).