EL TREMENDO PODER DE LOS SACERDOTES CONTRA SATANÁS.

Satanás tiembla ante el poder que Jesucristo otorgó a los sacerdotes. El sacerdote actúa “in persona Christi”: como si fuera otro Cristo. No sólo consagra el pan y el vino; no sólo perdona los pecados, sino que también ora “in persona Christi”. Las manos del sacerdote no son sus pobres y débiles manos humanas. Son las manos del Sumo y Eterno Sacerdote. Cuando un sacerdote impone sus manos con Fe y plena conciencia de que son las manos de Jesucristo, sobre una persona afectada por la acción diabólica, los espíritus malignos experimentan la misma conmoción que experimentaban cuando Jesús imponía sus manos.

Tristemente hoy la mayor parte de los sacerdotes han olvidado esto. Cuando la gente afectada por la acción demoníaca va donde sus sacerdotes casi siempre se encuentran con consejos psicológicos y palabras humanas de consuelo. ¡De muy poco sirven esas palabras! Largos años de una formación racionalista en los seminarios nos ha dejado por herencia sacerdotes que descuidan o ignoran los medios de defensa contra un enemigo astuto, cruel y extremadamente maligno. Eso es falta de fe de parte de los pastores. Los sacerdotes deberían ser los primeros que estuvieran al frente de la lucha contra Satanás para proteger el rebaño que Dios les confió.

El carácter sacerdotal que ha transformado sus almas en imagen del Sumo y Eterno Sacerdote les ha dado la autoridad de Jesucristo para sanar y liberar a los fieles enfermos y atacados por el demonio. No solamente el exorcista nombrado por el Obispo tiene ese poder, sino todo sacerdote, con la salvedad que en casos de auténtica posesión el exorcismo solemne o propiamente dicho queda reservado al Ordinario y a quien él designe. Todo sacerdote debería hacer exorcismos menores o privados ordenando en el Nombre del Señor a los espíritus inmundos que se alejen de las personas.

En este punto hay confusión porque los “rigoristas” afirman que hasta decir: “en el Nombre de Jesús te ordeno espíritu inmundo sal de esta persona”, es un exorcismo y por lo tanto no se puede hacer sin permiso del obispo. Con esta mentalidad los sacerdotes están atados en su gran ministerio. Como la Llama de Amor no es un exorcismo todos los sacerdotes podemos aprovechar su poder para ayudar a los afectados por espíritus malignos.

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