El camino que el Corazón Inmaculado de María nos propone en el Diario Espiritual
Nos hemos acostumbrado a vivir de una manera «no cristiana», con valores «no cristianos» pensando que somos cristianos. Es tan fuerte la presión que los bautizados experimentamos de la manera de pensar y sentir «anticristiana» o «no cristiana» o «pagana» que hemos asimilado los valores del mundo, del demonio y de la carne, pensando que son los VALORES NORMALES de toda familia cristiana. Ejemplo: Son innumerables las mujeres que han abortado, siendo bautizadas, diciéndose cristianas, creyéndose cristianas. Muchos de estos abortos se dan dentro de matrimonio con mutuo consentimiento de los cónyuges. Otros, muchísimos, se han dado durante los años de la adolescencia y juventud, en plena soltería. Si analizamos la manera de pensar de estos cristianos nos damos cuenta de que no tienen la menor idea de la gravedad tremenda del pecado que han cometido. Privar de la vida a su propio hijo. Yendo más al fondo descubrimos que la raíz de esta manera de actuar está en una concepción pagana del cuerpo humano y de la sexualidad. La Fe en Jesucristo nos dice que «nuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo y que no nos pertenecemos a nosotros mismos». Nuestro cuerpo no es nuestro, es del Señor. No podemos hacer de los miembros de Cristo los miembros de una prostituta, nos dice San Pablo. La castidad cristiana es básica en el seguimiento de Cristo.
Hoy todo el ambiente nos lleva a creer que «podemos con todo derecho sacar de nuestro cuerpo todo el placer que podamos» y que la relación sexual antes del matrimonio es «un derecho humano» (derechos sexuales y reproductivos) y aún dentro del matrimonio tener relaciones adulterinas no es malo con tal de que tu cónyuge no se dé cuenta. A tal grado se está llevando una falsa concepción de la libertad y de los derechos humanos que se está promoviendo el «derecho de los niños a tener relaciones sexuales», lo que llevaría a legalizar la «pederastia». El pecado»aborto» hunde sus raíces en una manera anticristiana de pensar y de sentir. Son varios factores los que impulsan a una mujer bautizada a abortar, pero entre ellos el más fuerte es la ignorancia de la Fe en Jesucristo. No se tiene conciencia de la propia responsabilidad ante el Creador, ni del Juicio Particular, ni del Juicio Final, ni de las penas del infierno que merece el pecado mortal, ni de las penas del purgatorio que merece el pecado perdonado pero del que no se ha hecho total penitencia.
La «conciencia» cristiana tiene a Dios por centro. Es Teocéntrica. La conciencia pagana tiene al hombre por centro: es antropocéntrica. Aquí está la gran diferencia entre el discípulo de Cristo , el cristiano y el «pagano» o «no cristiano». Para tener un conciencia cristiana es necesario instruirse en la Palabra de Dios y en la Doctrina de la Iglesia. Cuando no tenemos las bases del pensamiento cristiano nuestra conducta moral es «errática». La ignorancia culpable no es de ninguna manera una defensa de nuestra alma frente al pecado. Cuando más tarde conocemos a Jesucristo y las exigencias de su seguimiento nos damos cuenta de que hemos cometido gravísimos pecados que traen sobre nuestra conciencia grandes remordimientos.
La «fecundación in vitro» parece ser una respuesta humanitaria para tantas mujeres o parejas que no han podido ser padres de familia. Aparentemente es un bien. Parece ser un «derecho» natural que toda mujer tiene de realizar su anhelo de maternidad. Sin embargo es perversa porque además de ser un procedimiento que separa la maternidad de la relación íntima entre el hombre y la mujer, condena a varios «embriones humanos» (es decir personas) a la muerte y tiene el mismo resultado que el aborto: la supresión de uno o varios embriones. Esta información que procede de la Palabra de Dios revelada al hombre por Jesucristo no se da en las escuelas, universidades, o medios de comunicación. El pensamiento no cristiano difunde por todos los medios una información falsa que lleva a muchos bautizados a emprender un camino moralmente erróneo que más tarde será un peso sobre la conciencia.
El SANTUARIO FAMILIAR es en primer lugar una escuela de conducta cristiana. Un lugar en el que se aprende a «seguir a Jesucristo». Los primeros y auténticos maestros son los mismos padres de familia. A ellos corresponde transmitir la verdad, y proteger a los hijos contra la «Mentira» que amenaza con asfixiarnos. La Virgen nos dice: Satanás quiere reinar en las familias. Solamente una familia realmente consagrada a vivir según Cristo puede hacer frente al poder material del enemigo que cuenta con medios humanos numerosísimos para pervertir la Verdad. El Santuario Familiar es pues un lugar de lucha a brazo partido contra el poder de las tinieblas que amenaza con devorar a la Luz.