¿Qué significa vivir la devoción de la Llama de Amor?
Vivir la devoción a la Llama de amor, es entrar en el Corazón Inmaculado de María. San Luis María Grignion de Montfort en el “Tratado de la verdadera devoción nos habla de “vivir en María, con María, por María y para María”. A través de esta sorprendente manera de expresarse el Santo nos revela un misterioso camino de “intimidad mística” con la Santísima Virgen. La devoción a la Madre de Dios no consiste en la recitación de oraciones o en actos externos, sino en una relación de intimidad. Las oraciones y actos devocionales tienen su valor y su importancia, pero lo que les da sentido es una relación que podriamos llamar de amistad filial con la Madre de Dios y nuestra Madre. Quien no tiene una Fe Católica no puede comprender esto. Considerará que vivir “en María” es pura retórica; aceptará que “vivir en Cristo” tiene sentido porque esta escrito en las epístolas de San Pablo, (Fil 1,21; Rom 6, 2-14; Ga 2, 20 etc), pero no comprederá cómo se puede vivir “en María” porque esto no está escrito en la Biblia. Igualmente el “vivir con María”, “por María”, “para María” tendria mas de imaginativo que de real. Para ayudarnos a entender un poco este “misterio» es necesario dirigirnos a Jesucristo el Verbo de Dios hecho carne.
El hecho de que María es Madre del Verbo de Dios la coloca en un puesto único, excepcionalmente ante Dios y ante los hombres. Siendo totalmente humana está sin embargo en una relación de intimidad única con su Hijo que es Dios y en consecuencia con el Padre y el Espiritu Santo. Ella realiza el ideal de Dios sobre el hombre. Dios nos ha llamado a ser sus hijos. Somos hijos de Dios en el Hijo, nos dice San Juan. Somos la familia de Dios. En esa familia la relación de filiación se expresa en la Eucaristia: “el que come mi carne y bebe mi sangre “mora en Mí y Yo en el”… Somos una sola cosa en Cristo Jesús. Cuando celebramos la Santa Misa, antes del Padre Nuestro, el sacerdote levanta el Cuerpo y la Sangre del Señor y dice: “Por Cristo , con Él y en Él”…A Ti Dios Padre omnipotente en la unidad del Espíritu Santo, todo honor y toda Gloria por los siglos de los siglos “.
Con estas expreciones queda patente nuestra indisoluble unidad con Jesucristo; somos una sola cosa con Él. Dios se ha hecho hombre y lo queramos o no estamos unidos inseparablemente a Jesús por la naturaleza humana. El Honor y la Gloria debidos al Padre, a la Trinidad Santísima, la humanidad entera lo da por el sacrificio de Cristo en la Cruz. Quien esta unido a Cristo por la Fe participa de manera consciente en esta misteriosa acción del sacrificio de la Cruz. Todos los seres humanos de todos los tiempos que por Divina providencia no han conocido a Cristo, pero que han conversado en su corazón el amor a Dios, participan de manera no consciente pero verdadera, en el sacrificio de Cristo. Jesús es el centro de todo y de todos . Todo converge hacia Él y todo se expande a partir de Él.
Cristo ilumina a todo hombre venido a este mundo nos dice San Juan. Todos estamos llamados a vivir en Cristo, con Cristo, por Cristo y para Cristo. Se trata de nuestra vocación humana. Dios nos creo para su gloria, para hacernos participar de su paternidad, de su intimidad. Místico es aquel que vive este Misterio de la filiación divina de una manera extraordinaria. Todos estamos llamados a ello: “sean perfectos como su Padre celestial es perfecto”. El Espíritu Santo es el santificador, el dulce huésped del alma que nos conduce a esa vida de intimidad con el Padre cpor Cristo. Cuando decimos que vivir la devoción de la Llama de Amor es entrar en el Inmaculado Corazón de María nos estamos refiriendo a este misterio de Fe: María nos conduce al Corazón de su Hijo, a la intimidad con el Hijo y por él; al Padre en el Espíritu Santo. La persona que se “abre a Dios”, escucha en su corazón la Palabra de Dios. Tenemos la experiencia de esa voz de Dios que nos habla en el interior. También Cristo nos habla a través de la voz de su Madre que resuena en nuestro interior.
Las locuciones interiores de María son una experiencia no sólo de los santos, sino también de muchos cristianos. Podemos escuchar la voz de la Virgen que se acerca a nosotros como Madre y amiga. Sabemos que Cristo es el único Mediador. María no es “la Mediadora”, es su Hijo. Sin embargo su condición humana de Madre de Dios la convierte en el instrumento especialísimo de Jesucristo para atraer hacia Él a todos los hombre y especialmente a los pecadores. En el mensaje de Fátima se nos dice que Dios quiere establecer en el mundo la devoción al Inmaculado Corazón de María como la última tabla de salvación para los pecadores. Ella es la portadora de aquellas gracias “extraordinaria» de la misericordia divina que llevan a los alejados hacia Cristo Jesús, que es el unico Salvador. María no nos salva, pero conduce hacia el que Salva.
La Llama de Amor obra milagros sobre todo en este terreno de la conversión de los pecadores. Jesús le dice a Isabel: “refugiate bajo el manto de nuestra Madre” (Pag. 33),… “mírame, no dejes de mirar mis ojos… la mirada de mis ojos será la que cegará a Saranás…”(Pag 154). Estar refugiado bajo el manto de María significa la vida de intimidad con Ella; mirar los ojos de Jesús significa “mirar primerolos ojos de María”. Jesús no nos mira de frente en los iconos ortodoxos. Es María la que puede mirar los ojos de Jesús. Si miramos los ojos de la Virgen la mirada de María nos lleva a mirar los ojos de Jesús. Miramos necesariamente primero los ojos de la Madre para poder mirar los ojos de Jesús. A través de María miramos a Jesús. Por esa razón el demonio queda ciego con la devoción a la Llama de Amor.