CARTA No.330: ¿POR QUÉ TAMBIÉN HAY SACERDOTES QUE SE SUICIDAN?
Cecilia, de San Pedro Sula, Honduras, dice: Hola Padre, estoy muy conmovida y al mismo tiempo me siento muy mal. Leí que un sacerdotes joven se suicidó en Brasil; busqué en Google y me encontré con que son diecisiete los sacerdotes que se han suicidado recientemente en Brasil. Además encontré otros en Francia y otros países. ¿Cómo es posible que se dé el suicidio entre ministros de la Iglesia? En uno de sus comentarios al Diario Espiritual usted habla de que el Demonio ataca a las personas con depresiones terribles y es capaz de llevarlas al suicidio. ¿Les habrá pasado esto a esos sacerdotes?
Respuesta: Es verdaderamente muy triste lo que señalas, muy doloroso, y para muchos cristianos, es incomprensible. El sacerdote es, por vocación, testigo de la Vida Eterna. Más allá de la tristeza y de la extrañeza que nos embarga debemos preguntarnos si no estamos fallando en la misma Iglesia en el acompañamiento de cada sacerdote. Los sacerdotes son seres humanos como todos los demás. La ordenación sacerdotal no te pone por encima de las demás personas ni te blinda de por sí contra las debilidades de la propia personalidad. La mayoría de las personas que se suicidan lo hacen impulsadas por emociones tan fuertes que les nubla la razón y la capacidad de reaccionar de manera positiva ante la adversidad. No estamos en condiciones de juzgar a las personas que se quitan la vida pero sí podemos hacer el esfuerzo por comprenderlas. Entre los suicidas hay niños, adolescentes, jóvenes, adultos, ancianos; hay hombres y mujeres, pobres y ricos, ignorantes y sabios, cuerdos y también alienados, ateos y también creyentes. Según estadísticas los suicidios reportados oficialmente oscilan alrededor de los ochocientos mil a nivel mundial. La realidad debe ser muchísimo mayor. Sin duda nadie puede sentirse inmune a la tentación de quitarse la vida en un momento de sufrimiento o en un arrebato de angustia.
Lo cierto es que ninguna persona que se sienta feliz de vivir, se suicida. Muchos de los que se matan están sumidos en la desesperación, en la tristeza, en la angustia profunda y no encuentran ayuda para superar su desdicha. Me preguntas que si el Demonio tiene algo que ver en los suicidios. En mi humilde opinión y pobre experiencia yo digo que sí. En todo pecado la acción del Demonio está presente de una u otra manera. La Escritura nos dice que por la envidia del Diablo entró la muerte en el mundo. La tentación de suicidio es diabólica lo que no significa que el Demonio tenga poder para dar la muerte independientemente de la decisión o permisión de Dios. Ni tampoco significa que el que se suicida necesariamente se condena. En los exorcismos y oraciones de liberación sale con frecuencia el demonio que se denomina a sí mismo “Muerte”. Va acompañado de otros llamados desesperación, angustia, ansiedad, nerviosismo, temor, miedo, tristeza, autodestrucción, automutilación, autoacusación, autocondenación, autorrechazo, autoengaño, abatimiento, carga, depresión, vergüenza de sí mismo, pesimismo, encerramiento en sí mismo, aislamiento, melancolía, culpa, vicios, drogas, alcoholismo, deportes extremos, exposición al peligro, rebeldía, confusión mental, demencia, enajenación, esquizofrenia, manía, locura, distorsión de la realidad, paranoia, alucinaciones, dolor de cabeza, obsesión, suicidio, etc. Si no tenemos el auxilio de la gracia divina corremos el riesgo de sucumbir ante este descomunal ataque.
La gracia de la Llama de Amor con los dos instrumentos: la jaculatoria y la oración de la unidad protegen eficazmente la mente, el corazón y la memoria de este ejército de muerte. Todos los seres humanos necesitamos vivir en clima de caridad cristiana. El amor fraternal es indispensable para el crecimiento espiritual. Muchos sacerdotes se sienten solos o se acostumbran a vivir en aislamiento. En ciertos ambiente son perseguidos, atacados, ofendidos y asesinados. También frecuentemente nos encontramos con que no hay verdadera fraternidad sacerdotal entre ellos. Las envidias, divisiones, críticas mordaces, rivalidades pueden darse y amargar a más de uno. Todo esto está lejos del Evangelio. Hay mucho que mejorar en este campo. Los sacerdotes necesitan la Llama de Amor para enfrentar las tremendas tentaciones de todo tipo que los atacan permanentemente y sin cuartel. El demonio no descansa para destruir a los sacerdotes espiritualmente y físicamente. La Virgen María está siempre con el sacerdote que se deja amar por Ella y le es fiel. El pueblo de Dios debe orar y ayunar permanentemente e intensamente por sus sacerdotes para protegerlos del Maligno. Los sacerdotes que por vocación, se entregan totalmente al servicio de Dios, necesitan ser “santamente amados y ayudados”. Las almas sacerdotales constituyen el primer objetivo de Satanás.