CARTA No.318: HOMOSEXUALIDAD Y SEMINARISTAS
La Sra Juana, de California, dice: Me siento completamente decepcionada de la Iglesia. Soy católica de tradición. Entre mis antepasados ha habido muchos sacerdotes y religiosas. Siempre le pedí a Dios que uno de mis hijos fuera sacerdote. Albert mi hijo menor entró al Seminario. ¿Qué se encontró allí? Un montón de homosexuales. Le hacían “bullying” porque no estaba de acuerdo con ellos. Mi hijo no aguantó el ambiente y seis meses después regresó a casa. Me pregunto, ¿cómo es posible que en el Seminario, donde se forman los ministros del Señor la Iglesia acepte homosexuales? ¿Cómo explica Ud. esto?
Respuesta: Es sumamente triste lo que dices. Que en el lugar en donde se forman los sacerdotes se apruebe, favorezca o defienda las relaciones homosexuales. No es el único caso el de tu hijo. Conozco otros jóvenes que también abandonaron el Seminario porque no soportaron el ambiente de aprobación a las relaciones homosexuales de parte de las autoridades. Es algo totalmente escandaloso y que va completamente en contra de la palabra de Dios, de la sensatez y de las leyes de la Iglesia. Frente a esta clara violación de la moral cristiana la Santa Sede ha emitido varios documentos en los que orienta a los Obispos y directores de Seminarios que no se admita a aquellos candidatos que están sometidos a las pasiones homosexuales y son incapaces de dominar esas tendencias. Entre ellos se destaca la “Instrucción” sobre los criterios de discernimiento vocacional en relación con las personas de tendencias homosexuales antes de su admisión al seminario y a las órdenes sagradas” del 4 de Nov del 2005. Allí se dice claramente: ”la Iglesia, respetando profundamente a las personas en cuestión, no puede admitir al Seminario y a las Órdenes Sagradas a quienes practican la homosexualidad, presentan tendencias homosexuales profundamente arraigadas o sostienen la así llamada cultura gay”. Esta instrucción de ninguna manera es “discriminatoria” o lesiona los derechos de las personas.
La Iglesia, como cualquier otra institución tiene el derecho y el deber moral de escoger su personal de acuerdo a las exigencias de sus fines. Nadie recrimina al Ejército, o al Estado, o a organizaciones y empresas porque no aceptan a quienes no llenan los requisitos de idoneidad exigidos por su constitución. Está claro que quienes no están en condiciones de vivir el celibato sacerdotal no deben ser admitidos al sacerdocio. No sólo es un acto de prudencia sino sobre todo un acto de caridad porque no se debe exponer a una vida de pecado grave a quien no está en disposiciones de evitarlo. Es necesario ir a las Sagradas Escrituras para tomar los criterios correctos que nos permitirán actuar adecuadamente. El primer capítulo de la carta a los Romanos lo dice con todas las letras. Es necesario meditar profundamente los versículos Rom 1,24-27 en los que claramente San Pablo explica el por qué se da en las personas ese desorden interior de la sexualidad. Para los discípulos de Cristo la norma fundamental de la conducta moral es la Palabra de Dios expresada en las Sagradas Escrituras y en la Tradición de la Iglesia. No podemos a nuestro antojo cambiar la enseñanza de Cristo y de los Apóstoles para asumir los criterios de las ideologías humanas de turno. Vayamos a la Biblia y leamos los siguientes textos: Gen 19,4-8; Lev 18,22; 20,13; 1Cor 6,9; 1Tim 1,10; Jud 1,7. Allí encontraremos la verdad. Es el Espíritu Santo el que produce en nosotros sus frutos.
En la lista que San Pablo nos proporciona en Gal 5,22-23 está la “continencia o dominio de sí y la castidad”. La guarda de la castidad en la vida cristiana es fruto de la acción del Espíritu Santo. Los responsables de admitir al sacerdocio a los candidatos son los formadores, directores espirituales y en último término los Obispos. En 1 Tim 5,22 San Pablo advierte a Timoteo que no imponga las manos precipitadamente, es decir que no acepte al servicio de la Iglesia a quienes no tengan las cualidades para ejercer dignamente el ministerio. ¿De dónde ha venido la tremenda crisis que ha asolado al clero y especialmente a los Seminarios después del Concilio Vaticano II? Podemos decir que la raíz de esa crisis está en la falta de “Vida Espiritual”, es decir en el abandono de aquellos medios que la Palabra de Dios y la Tradición de la Iglesia nos dan para vencerla acción de la “carne” (Gal 5, 19). Es en este punto del “combate espiritual” que la gracia de la Llama de Amor ofrece a todos los bautizados, pero en especial a los jóvenes llamados al sacerdocio y a la vida consagrada, a los sacerdotes, el camino para sobrepasar la acción de los espíritus inmundos que están detrás de todas las desviaciones en el campo de la sexualidad. En segundo lugar está en la “contaminación ideológica” que desgraciadamente ha influido en muchos dirigentes de la Iglesia. El Papa Pablo VI dijo que el “humo de Satanás” ha entrado en la Iglesia por alguna rendija (29-6-1972). Se trata de la secularización que ha penetrado en las conciencias de muchos sacerdotes y consagrados.