CARTA No.310: HUMILDAD, FE Y CARIDAD TRES VIRTUDES BÁSICAS PARA HACER ORACIONES DE LIBERACIÓN
La señora Juanita de San José, Costa Rica pregunta: ¿Cuáles son las cualidades que debemos cultivar para hacer las oraciones de liberación con la Llama de Amor?
Respuesta: Más que cualidades yo diría “virtudes”. Los cristianos tratamos de imitar a Jesús. El seguimiento, la imitación, de Jesús va desarrollando en nosotros las virtudes cristianas. Todos sin excepción sufrimos los ataques del mundo de las tinieblas. Ni Jesús ni la Virgen María fueron exceptuados de las tentaciones de Satanás porque éstas no son pecado; son la ocasión de probar nuestro amor a Dios. Para enfrentar los numerosísimos ataques que nos vienen de las tinieblas en primer lugar necesitamos una profunda humildad, una gran fe en Jesucristo y un gran amor a Dios y al prójimo. La humildad es básica porque nos lleva a comprender que no podemos vencer al enemigo con nuestras propias fuerzas o sabiduría humana. La fe absoluta en Jesucristo nos lleva a confiar totalmente en la intervención del Señor y a someternos al plan de Dios para la persona a la que ayudamos. El amor o la caridad es la virtud que nos lleva a amar a Dios y al prójimo. Servimos a las personas afectadas por la acción diabólica por amor a Dios. Orar por el prójimo es un verdadero acto de caridad, mucho más grande y meritorio que las obras materiales de misericordia. Los setenta y dos discípulos regresaron felices y dijeron a Jesús: “Señor, hasta los demonios se nos sometían en tu nombre” (Lc 10,17).
Podríamos cometer un pecado de orgullo si nos atribuimos a nosotros mismos el menor mérito cuando al orar por las personas afectadas éstas resultan favorecidas con gracias de sanación y liberación. La actitud de humildad ante el Señor es lo más importante. Desde el inicio debemos humillarnos ante el Padre y suplicarle por el Hijo que nos envíe su Espíritu Santo para que sea Él quien haga en nosotros y a través de nosotros la oración. No somos más que pobres e incapaces instrumentos. Esta actitud de humildad nos mantendrá en constante guardia contra le tentación de sentirnos con poder sobre los demonios. Dios solamente utiliza a los humildes como instrumentos. Es Él quien somete y expulsa a los espíritus malignos. Mientras más pobres y humildes nos sintamos menos obstáculo pondremos a la acción de Dios. La fe viva, total, en el poder de Jesucristo nos da completa seguridad frente a cualquier trampa del enemigo. Los demonios, los brujos, las almas o cualquier ente espiritual del mundo de las tinieblas se someten ante el Nombre de Jesús, ante la mención de su Sangre preciosa, ante sus llagas.
El amor a Dios y al prójimo es lo que nos sostiene en medio de los sufrimientos que conlleva el ministerio de orar por los afectados por el demonio. Cada familia debe tomar conciencia de los ataques diabólicos que la aquejan. Los padres de familia son los “vigilantes” que deben estar siempre alerta para discernir cómo están actuando los espíritus malignos en el seno de su hogar. La gracia de la Llama de Amor nos va capacitando para esto. La familia debe estar en constante combate espiritual contra los enemigos de la salvación. El arma fundamental dada por María para cegar a Satanás y mantener la familia en permanente crecimiento es el Rosario de la Llama de Amor. A partir de esta práctica diaria se va dando el desarrollo de las virtudes cristianas en el hogar. La Llama de Amor aunque no es un exorcismo propiamente dicho, sin embargo, es una gracia de permanente sanación y liberación en el interior de la familia. Vamos creciendo en las virtudes cristianas y en esa medida los espíritus malignos son rechazados y sometidos al poder de Jesucristo.